Javier Arguia
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  • Si te vieras a través de mis ojos, no tendrías problemas de autoestima.
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  • La soledad tiene tacto inerte, sabor amargo, sonido vacío, mirada perdida…pero te permite oler y apreciar la esencia de amor que vive en ti.
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Últimos Artículos

  • Hola padre, adiós papa…

    Escrito por Javier Arguia - abril 14, 2020 - Dedicatorias

    Hola padre!!, (cómo te gustaba que te dijera, hola padre)

    Felicidades!!. Hoy hubiera sido tu cumpleaños…bueno, ya no lo sé. Creo que nadie lo sabrá. Hasta eso lo decidiste de manera unilateral y definitiva cuando parece ser que naciste el 11, pero te registraron el 14 porque al ser el día de la república, tocaba una «paguita». Esa es la historia que se contaba pero ahora, para bien o para mal, ya no queda nadie para verificar o desmentir. Qué más da?. Tú querías nacer el 14, pues qué coño!! el 14 y no se hable más (aunque también recuerdo, hace unos cuantos años, que siempre esperabas que se te felicitara el 11…y el 14. Qué personaje!!).

    Sólo quería….necesitaba, escribir unas pocas palabras de despedida, porque sería muy largo explicar todo lo que era, me enseñó y, por suerte, disfrutó mi padre. Creo que se va tranquilo porque realmente aprovechó su existencia. Pocas serán las mujeres que lean esto a día de hoy (ampliado a mujeres de media España) que no hubiesen bailado con él. Aprendí de él cómo trabajar regalando sonrisas, sintiéndose bien y saboreando el día a día. La responsabilidad, la puntualidad, su don de gentes y la protección de la familia. Asumí patrones buenos… y no tan buenos. Por suerte, busqué el tiempo necesario para hablar, discutir, comprender su forma de vivir , aceptar y despedirme.

    Adiós papa , ahora tendrás tiempo para reconciliarte y compartir, con tu hijo Tito y mirando a Matrix desde dónde estéis, experiencias, batallitas y paellitas sin dejar en el plato «ni un sólo grano de arroz».

    Vaya mierda…. o, no?

    Escrito por Javier Arguia - enero 27, 2018 - Reflexiones

    Cansado de tanto Gurú, visionario, iluminado, chamán, maestro…?

    Coño! Cómo saben tanto? Qué fácil lo ven todo! Claro, como no están en tu pellejo…

    Harto de leer en las redes “´…sé tú mismo…”,”…el fracaso es una oportunidad de mejora…”, “…ámate a ti mismo…”,”…tú eres todo…”, “…haz lo que te gusta…”,”…no te rindas…” “…nada es imposible…””… tú puedes con todo…”, ““búscate…”

    Pero, qué cojones busco?, por donde empiezo?, no hay un puñetero libro de instrucciones?…

    Yo soy todo, soy la luz, bla, bla, bla,… y… puedo con todo, no?.  Y, por qué no le encuentro sentido a nada? No es todo tan fácil? A lo mejor es que soy tont@ y no llego a esas reflexiones tan trascendentales!…

     

    Bueno, bueno… tampoco hay que ponerse así. Te entiendo y, muchas veces, es frustrante asomarte siquiera a cualquiera de esas reflexiones. Por qué lo expresan con esa claridad en la que todo parece fácil, lógico… pero a la vez, lo ves abstracto, imposible, irreal y… a veces, absurdo?. Incluso en muchas ocasiones piensas: “en caso de que me interesase lo que dice esta gente…o incluso que creyera que es posible algo de lo que dicen, qué puedo hacer?  No puedo hacer nada. Es lo que me ha tocado.

    Pues sí, tienes razón. Te jodes.

    …

    …

    …

    …

    …

    …

    Ah…qué quieres algo más?. Pues lo siento, yo no puedo darte ninguna respuesta, Sólo puedo decirte que lo que escribo a continuación quizás puede ayudarte a que te ayudes, o quizás no. Pero… vas a tener que, si quieres, hacerlo tú solit@. Es lo que hay. Todos tenemos nuestras sombras y, todos tenemos que buscar nuestras herramientas para darnos cuenta de quienes somos, de cómo somos…para, al final, no llegar nunca a respuestas definitivas, absolutas….

    Sigue siendo frustrante, no?, pues ya está bien de gilipolleces. Olvídate de todas las frases anteriores. Incoherente? Quizás.

    Si has llegado hasta aquí, ya te vale! Vaya rollo te has tragado pero…   espera un momento!. Si has leído hasta esta frase, quizás es por algo. Tengo una buena noticia para tí: Acabas de dar un pasito. Algo buscas, algo te preocupa, algo necesitas….algo crees que no tiene por qué ser así. Sencillamente aplica esta fórmula:

    Lo que pienso, digo y hago me hace sentir bien?

    SÍ? Olvídate de toda esta mierda.

    NO? Pues…lo siento amig@, ahora ya es tarde. Ya no hay marcha atrás. Enhorabuena porque acabas de avanzar…sí, sí…aunque sea un poco.

    Olvídate de las grandes frases, de los grandes objetivos,…de sentencias grandilocuentes…

    Poco a poco, averigua qué piensas, dices o haces que…al final, no te hace sentir bien. Olvídate de lo que te hacen sentir los demás. Déjate de chorradas y empieza a ser responsable de tu vida. No querías frasecitas, verdad?, pues zasca!! aquí tienes una: “No importa realmente lo que suceda, sino la actitud que tenemos frente a lo sucede”. Vaya mierda eh??!!

    En fin, ahora, el juego ya ha empezado y no parará. Intenta cada día pensar, decir y hacer menos cosas que te hagan sentir mal. Intenta, cada día, “darte cuenta” de cuáles son las cosas de tí que, en realidad detestas (a veces, precisamente esas que crees que detestas de los demás). Difícil?…pues sí, pero no tanto. Es un comienzo…  Poco a poco, milímetro a milímetro, busca herramientas para descubrir tus luces y tus sombras. Disfruta de tus luces y encuentra el origen de tus sombras, asimílalas. Vive coño!! Vive!! Intentando,…sólo intentando, sentirte cada día un poco mejor. Cualquier pensamiento, cualquier paso en esa dirección…es un puto logro!!! Es un éxito!!. Adelante!! La vida es demasiado corta como para no intentar, al menos, sentirte bien con lo que piensas, dices y haces.

    Pues ala! A empezar. Pero sabes?, los demás estamos empezando cada día. Para los demás, TODO es igual de desconocido, la incoherencia está al orden del día, damos, a veces, un pasito adelante y dos para atrás… pero, sabes otra cosa?, intentar sentirte mejor, funciona.

    Ahora que te estás metiendo en este “fregao” igual es bueno que busques personas a las que se les esté yendo la olla como a ti, aunque sólo sea para poder ESCUCHAR y COMPARTIR tus… nuevas (o viejas) preocupaciones. Te aviso, esto tampoco va a ser tarea fácil.

    Qué locura verdad? Vaya mierda!. No pasa nada, siempre puedes quedarte con el primer bloque de este escrito y espero no haberte hecho perder demasiado tiempo.

    Si no, lo dicho. Ánimo joder, que ya verás cómo mola!. Y que sepas que hay más así de piraos como tú, así que “tranqui”.

    Ah!, que quieres una recomendacioncita para seguir…empezando? Pues, por ejemplo, busca a “ENCUENTRA A LOS OTROS”… o libros, o Google, o “sombra”, o “psicodélicos”, o “realidad” o….no busques nada, pero sigue adelante…poco a poco, sin agobios, sin frustraciones.

     

    Despertad!, Despertad!…

    Escrito por Javier Arguia - enero 8, 2018 - Microrelatos

    Despierta mamá!, despierta papá!

    Tras haber echado un furtivo vistazo a la fiesta de colores que había aparecido, de la nada, en el comedor, entró como un torbellino a la habitación de sus padres, ese día sin llamar, y se encaramó a la cama de matrimonio.

    Despierta mamá!, despierta papá!

    Volvió a gritar con desesperación. Han venido los Reyes!!.

    En el reloj “Cu-Cut” del salón todavía no habían sonado la ocho de la mañana, pero ya habían desistido de preguntarle a su hijo si podían dormir un ratito más…que los regalos no se iban a mover de ahí.

    Desperezándose, con los ojos hinchados por la falta de sueño, se rendían sin mucha insistencia a la primera imagen que veían esa mañana. Una cara excitada, con los ojos como platos, que iluminaba toda la habitación con su sonrisa… Más quisieran los emoticonos del WhatsApp!!

    Vaaaaale, venga, vamos… se limitaban a decir, con la voz todavía tomada después de haber dormido algo más de cinco horas. Las negociaciones con los tres monarcas, en relación a la adecuada colocación de todos los regalos, globos y chucherías y el laborioso montaje de piezas y muñecos, no terminaba hasta altas horas de la madrugada.

    Tras haber conseguido su objetivo, se dirigía a las habitaciones donde descansaban sus hermanos a realizar la misma operación…

    …

    Esta escena, repetida desde que tengo uso de razón (e incluso antes), se quedó grabada en mi subconsciente. No sé si esos fueron de los momentos más felices de mi infancia, pero lo que es seguro, es que se almacenaron como brillantes destellos de ilusión, e incluso me atrevería a decir, como instantes de descarga de adrenalina.

    Estando de acuerdo en que la Noche de Reyes, como otras tradiciones del sistema que han perdido el ancestral sentido de simple celebración, festejo o reunión, se ha convertido en un acto en el que se incita al consumo desmesurado, el día seis de Enero siempre tuvo, tiene y tendrá, algo mágico para mí.

    No recuerdo ya cuando dejó de celebrarse, de esa forma tan …espectacular (con los muchos o pocos medios de que se dispusiera), en casa de mis padres. Quizás fue cuando mi hermana pequeña, ya no era tan pequeña y mi interés empezaba a centrarse en nuevas aventuras fuera de los muros del hogar, bien haciendo de “cerero” (o sea, caminando de acera en acera) por las calles de Alcorcón con mis dos inseparables amigos, o bien intercambiando miradas con la chica que se sentaba tres pupitres por delante de mí. Lo cierto es que unos años más tarde, en cuanto tuve ocasión, volví a repetir la experiencia y, hasta el día de hoy revivo ese momento siempre con ilusión renovada. Ni siquiera importa si todos los que están son adultos….-”a dormir prontito después de colocar las bebidas y comidas para camellos y Reyes”-…  o las nuevas generaciones de «personitas» que van apareciendo a lo largo de nuestra existencia.

    Gracias padres por transmitirme, entre otras muchas cosas, esta tradición que espero, año tras año, con emoción renovada.

  • Jugando pasa el tiempo volando…

    Escrito por Javier Arguia - abril 15, 2017 - Microrelatos

    Hola,

    Podríamos pensar que es puro azar o casualidad que tú, precisamente, estés leyendo estas líneas. Eso, si consideramos que la casualidad existe.

    Lo que sí, desde luego existe es el albedrío, la libre capacidad que tienes de abandonar, ahora mismo, la lectura de esta nota.

    Quizás ahora te preguntes: “¿pero, qué es esto tan extraño que ha caído en mis manos?”. Y tu interés ha aumentado. El misterio del mensaje en la botella….

    Ahora ya no te apetece dejar de leerla, es más, necesitas saber de qué va esto, pero he de avisarte que, si continúas leyendo, morirás… Sí, sí, ya sé, todos, en un momento  u otro, vamos a morir. Pero no te estoy hablando de algún desconocido día.

    Si continúas la lectura morirás hoy.

    Ahora mismo quizás has parado un momento y no sólo porque así lo ordenan los puntos y aparte. Podías perfectamente decidir dejarlo ahí pero tengo la certeza de que has continuado. ¿Qué sentido tendrían estas frases si no?. Además sé, que vas a seguir hasta el final. Quieres saber qué clase de broma o de locura es esta.

    La curiosidad ha sido más fuerte que el miedo estúpido a una nota que, casualmente, ha caído en tus manos.

    Pues bien, has decidido seguir y yo ya te avisé. En este punto ya no hay marcha atrás. O…sí?. No, creo realmente que ya no la hay.

    Sólo hay una forma de subir de nivel en el juego, de que sea, incluso, más sorprendente, pero ya no hay forma de que tú,… ganes.

    Buscarás, entre las personas que te rodean, una mujer de unos 65 años, con una chaqueta de lana gris y una falda negra. Y deberás hacer eso que pensabas que nunca nadie te pediría. Sí, acertaste. ¿Qué locura eh?. Deberás acabar con ella de la forma que prefieras, como te sea más cómodo y me lo tendrán que comunicar antes de las 19:05.

    Y ahora, seguro que estás pensando que tienes muy mala suerte. Probablemente ya no te hace ninguna gracia esta nota. Prefieres pensar que es una tontería y, lo más seguro es que la arrugues y te deshagas de ella después de haber leído, cómo no, la última frase.

    Sólo recuerda, es la única oportunidad de salvarte a ti y al resto.

    …

    …

    …

    El 6 de Junio de 2016 a las 19:06, Kurt Engel copiloto de 22 años, un joven marcado por una terrible infancia en la que era maltratado por su madre sometiéndolo constantemente a macabros juegos que debía ganar para poder cubrir sus necesidades básicas, noqueó de un solo golpe a su superior y precipitó el Airbus 320 de la compañía Spielflug, con 186 personas a bordo, sobre la cara norte del Jungfrau.

     

    Por si puede ser útil… «El Castillo de La Imaginación»

    Escrito por Javier Arguia - junio 29, 2016 - Reflexiones

    Hoy quiero compartir algo con vosotros. Algo que aprendí hace ya más de dos años, quizás tres. Andaba inmerso en reflexiones, búsqueda, incoherencias y por qué no, una cierta angustia. La necesidad de entender el sentido de seguir avanzando, abandonando poco a poco el sufrimiento y sintiéndome bien, me llevó a probar, entre otras muchas que he utilizado y  que probablemente me sigan interesando en el futuro, una herramienta que dos magníficos amigos míos me transmitieron. Al parecer, a ellos se lo había comentado, a su vez, otro gran amigo común.

    Por mucho que he buscado en Internet, no he encontrado el origen de este “juego-terapia-práctica-herramienta” o como cada uno quiera llamarlo.

    Quizás es una de esas cosas de las que es difícil localizar la fuente, o de esas que, partiendo de un mensaje determinado, se modifican y adaptan por el “boca-boca”.

    De cualquier forma, tal como me llegó a mí me pareció muy interesante y sobre todo, útil. Un escalón más en el proceso hacia eso que, cuando queremos avanzar y sentirnos bien nos suele preocupar tanto: El autoconocimiento.

    Lo cierto es que, hay ocasiones en que te detienes, echas una mirada atrás y al propio instante que estás viviendo y decides “rascar” en tu interior después de darte cuenta de que ha habido una trayectoria con algunas o muchas vivencias y sensaciones que no se deseaban, que no eran constructivas y que incluso podían llegar a ser autodestructivas. Se han cometido errores y se han repetido patrones que no han ayudado positivamente.

    Posteriormente a ese análisis uno se pregunta cómo todo eso ya desde la infancia, ha llegado a afectar hasta el punto de que, realmente no sabes con certeza quien eres. Lo que dice/n tu/s etiqueta/s?, lo que quieres interpretar?, lo que te hace encajar?….Y deseas realmente saber, ser quien eres o aproximarte poco a poco a ello, y sentirte bien con ese hallazgo y contigo mismo.

    Pues bien, al grano.

    Como ya he dicho esto puede considerarse como un juego simplemente o como una terapia si se quiere ir más allá. Sólo hay que tener ganas de experimentar. Para ciertas personas, esto puede llegar incluso a ser tan clarificador como otras experiencias que puedan vivirse a través de determinadas sustancias «multirealidad».

    Las reglas son muy sencillas:

    • Te apetece?, te interesa?, pruébalo. No te interesa, no “va” contigo?. No lo hagas. Es algo que siempre estará ahí por si algún día quieres.
    • Es muy importante relajarse, NO PREVER NI PREMEDITAR nada en absoluto. Dejarse llevar. Dejar actuar a tu mente.
    • La regla anterior es tan importante para el desarrollo de la experiencia que la repito. NO PREVEAS, NO PLANIFIQUES. INVESTIGA.
    • Todo lo demás depende de cada uno. De tu imaginación, de tu subconsciente y de las ganas de llegar al final… o a los finales, ya que puede parase, reanudarse o repetirse cuanto se quiera.
    • La libertad es absoluta, tanto como la imaginación. Es una experiencia individual sin límites.
    • Puede suceder:
      • Que no llegues a acercarte o entrar.
      • Que entres y quieras salir,
      • Que entres y no acabes tu viaje.

    No importa. Todo vale, aunque lo ideal es que si deseas un viaje completo interior, no te dejes ningún rincón sin escrutar.

    Preparad@?

    Relájate, túmbate…sin prisa, sin nada que te moleste o te distraiga. Si cierras los ojos, la capacidad de concentración será mejor.

    Imagina que te acercas a una edificación: castillo, palacio, convento… lo que prefieras. Intenta no dejarte ningún detalle de dónde se encuentra, cómo es por fuera, cómo se accede……PERO OBSERVA. NO PLANIFIQUES.

    Ya estás ahí. Ahora, ve y entra. Siente el interior. Cómo es?, cuantas habitaciones, plantas, ventanas, sótanos?…. Puede tener más, menos o carecer de alguno de esos elementos e incluso incorporar otros. Simplemente OBSERVA. NO PLANIFIQUES.

    Ahora ya puedes empezar la visita. Estate atento a las sensaciones, colores, luces, sombras.

    Hay pasillos, puertas?. Adelante. Abre, mira, escucha y, si quieres… pregunta.

    Y RECUERDA. LA IMAGINACIÓN ES LIBRE Y, EN ESTE CASO…TODA TUYA. Todo puede suceder detrás de cada puerta… en cada rincón.

    Si quieres y tienes valor, no dejes nada sin visitar.

    Una vez acabado el viaje interior, aunque éste haya sido incompleto, apunta lo que ha pasado, lo que has visto y cómo te has sentido. Seguramente después te interesará recordar hasta el último detalle de lo que ha acontecido y has percibido. Si no acabaste y quieres continuar en otro momento, tú decides.

    Si lograste acabar. Enhorabuena!.

    Sorprendid@ eh?. Estoy seguro de que sí y de que, de una manera u otra, esto te va a ser útil de ahora en adelante.

    Espero haber sido capaz de ayudar aunque sólo sea en un 1% de lo que esperabas o necesitabas.

    Si no es así, confío en que, al menos, te hayas divertido con este rato de lectura o con este juego. Y… ya conoces una herramienta más.

    Salut!

     

    El caballero y su castillo…

    Escrito por Javier Arguia - junio 20, 2016 - Reflexiones

    Atardecía en la colina coronada por el castillo de “Arguiland”. El caballero, sentado sobre su flamante corcel blanco, cansado, magullado, pero con la ilusión por bandera tras un largo camino, se detuvo, levantó la visera y lo contempló plácidamente desde el valle. El ángulo de los rayos del sol de primavera proporcionaban una luz cálida y mágica. Luces y sombras aderezadas con el rumor de una brisa suave y el cantar de los pájaros que se dibujaban en la lejanía.

    Miró con satisfacción los bosques que rodeaban el castillo y la uniforme alfombra de fresco verde sobre la que se asentaba la edificación, únicamente surcada por el sendero que llevaba a su entrada principal.

    Se acercó hasta unos cien metros y desmontó. No había tiempo que perder, aunque….tampoco había prisa.

    Miró a los ojos de Baikor, su caballo, y lo acarició agradecido. Ve y gracias.

    Respiró hondo y desabrochándose el cinto, dejó su espada en el suelo. Se quitó el yelmo y luego, una a una, barbera, hombreras, codales, peto, manoplas, escarcela, rodilleras…. se deshizo de todas las piezas de su pesada y protectora armadura, depositándolas al lado de su arma. Inspiró nuevamente y se despojó del resto de sus ropas. Así, sin más de él que él mismo, comenzó a caminar por la pradera en dirección a la gran puerta de madera.

    Una vez frente a ella, retrocedió unos pasos y dio un vistazo a los oscuros muros de la imponente estructura.

    -Mi castillo ha se ser blanco-, pensó. Y se puso, de inmediato, manos a la obra hasta dejar todos los muros exteriores del castillo de un blanco inmaculado.

    Agotado, se sentó a descansar creyendo que, realmente, había realizado un buen trabajo. ¡Ahora sí era un bello y brillante castillo puro!

    Exhausto, se quedó profundamente dormido.

    Invadieron su sueño una retahíla de mensajes y preguntas: ¿Es eso lo que ves? ¿Es eso lo que es? Limpio blanco, blanco cal… Y… ¿qué hay de lo auténtico? ¿No querías más realidad?

    Despertó como empujado por una extraña fuerza, la de haber dado con la decisión correcta. Paseó alrededor de su obra hasta dar una vuelta completa y, sin titubear, comenzó poco a poco a retirar la blanca capa y los restos de pinturas anteriores de todas y cada una de las piedras que componían los muros exteriores del castillo.

    No le preocupó lo que tardaría, sólo rascó y limpió con palos, con dedos, con uñas,… hasta que todo el castillo quedó con el aspecto con el que se construyó. Color piedra, color natural, color de castillo. Este sí es. Es así. Ahora sí. Mi castillo.

    Un último vistazo general y, por fin, se decidió a entrar. Esta vez sabía que lo conseguiría. Ya nada lo iba a parar. Siempre adelante…

    Inesperadamente, un enorme foso de infinita profundidad se abrió a tres metros de distancia rodeando todo el castillo. No se inmutó. Se detuvo, miró hacia lo alto del portón y las pesadas cadenas laterales empezaron a sonar. La enorme estructura de madera se posó, con ligereza, a sus pies, permitiéndole salvar el temible abismo y acceder a su fortaleza.

    Un primer paso y lo invadió una cálida luz que salía del interior. Se encontraba en una estancia  a modo de pasillo, con varias puertas a izquierda y derecha. Tocaba actuar. ¿Por dónde empezaría?.

    Vamos, ánimo!.

    Abrió la primera a la izquierda y encontró un bello Unicornio blanco. Era… espectacular. El viaje interior comenzaba mejor de lo que hubiera esperado. Saludó al animal con afecto y esbozando una sonrisa. Cerró la puerta animado y abrió con cautela, la primera de la derecha.

    Una especie de animal extraño, entre hipopótamo y rinoceronte, con una piel cuarteada de cocodrilo lo miraba, amenazante, desde la penumbra. Su piel era oscura y brillante. Lo miró, asintió y, cerrando la estancia tras de sí, continuó su exploración.

    Segunda puerta a la izquierda. Una imagen sonriente de mujer, impresa en una ondeante tela traslúcida le decía con voz firme y dulce…te amo.

    Siguió contento, su camino. Una nueva puerta en el lado derecho apareció ante él. No estaba preparado, tenía miedo. Decidió no abrirla y prosiguió con la siguiente del lado izquierdo que tanta alegría le aportaba. Al cruzar el umbral un viento proveniente del techo de la estancia le hizo alzar la vista. Dos maravillosas criaturas con cola de cometa y rostros que reconoció de inmediato como seres a quienes dio la vida, revoloteaban por el espacio iluminándolo por completo. Se acercaban a él, como jugando y, consecutivamente le decían con tenue voz…te quiero.

    Aunque se encontraba animado, necesitaba descansar. Muchas emociones y sensaciones inesperadas.

    Siguió caminando por el pasillo hasta una pequeña plaza circular central con escaleras a ambos lados que llevaban a una planta superior. Unos metros delante de la escalera de subida que quedaba a la derecha había una lúgubre y húmeda abertura con forma de arco que parecía llevar a un sótano. Ufff, de momento, va a ser que no!.

    Instintivamente, alzó la vista hacia lo alto y vio una cúpula central con una enorme campana y su badajo. En ese instante la campana se desprendió y fue a estrellarse con un gran estruendo sobre el centro de la glorieta. No se asustó. Simplemente aprovechó la forma de la campana para apoyar la espalda y sentarse, un momento, a descansar… se durmió.

    Al despertar de nuevo, ni siquiera le importó cuanto tiempo había pasado desde la caída de la campana. Quizás días, pensó, porque se había levantado decidido a que ningún miedo le iba a impedir llegar hasta el último rincón de su castillo.

    Se dirigió, sin dudas, hacia la puerta que había evitado abrir. Una vez dentro, una enorme serpiente con cabeza de mujer, le estaba esperando. No era temor la sensación que lo invadió. Era una cierta tristeza ante la que tuvo que reaccionar ya que, sin darse apenas cuenta, la serpiente iba abriendo su boca mientras él, inmóvil, encantado, estuvo a punto de encontrase totalmente engullido. Logró zafarse de la absorción y cerrar la puerta tras de sí.

    Salió con paso acelerado para dirigirse a subir por la escalera izquierda. Subió los escalones de dos en dos. Al llegar al piso superior tan solo vio una puerta de algo que parecía ser un cuarto bastante grande. A su derecha un gran espacio diáfano semicircular siguiendo la forma de la plaza del piso inferior, repleto de figuras estáticas como personajes de cera y a continuación, ya en el ala derecha y opuesto a donde se encontraba, otro cuarto como el que ahora tenía delante.

    Era momento de continuar.

    Abrió y de inmediato lo invadió la luz solar. En la pared de enfrente había practicada una enorme ventana con vistas a un hermoso valle y frondosas montañas al fondo. Un increíble cielo azul cerraba la enorme sensación que sintió: belleza y paz. La ventana estaba abierta y entraba el olor a campo, monte, naturaleza. Se apoyó en el marco y respiró hondo, cerrando los ojos. Dedicó saborear el paisaje durante un rato y continuó su aventura.

    Desde el nivel superior se podía ver perfectamente la plaza redonda con la campana incrustada en el centro.  La planta no tenía paredes y solo estaba protegida por una barandilla metálica a lo largo del altillo, de una a otra escalera.

    Se dirigió a la estancia donde se encontraban las figuras. Eran figuras humanas inmóviles. Eran sus familiares. Padres, hermanos, amigos… todos estaban ahí. Sonreían y su pose era amable y feliz. Todos… no. Sintió una presencia a su lado de alguien que no se encontraba entre los demás pero estaría con él siempre. Esbozando media sonrisa le susurró “ tiu, endavant, a qué esperas?”

    Parece que era el momento de seguir adelante. Se dirigió a la última puerta del piso superior. La que se encontraba al lado de la otra escalera.

    Le costó abrir. Algo impedía que se abriera con facilidad y enseguida supo qué era. La habitación era como una piscina llena de excrementos. Olía mal. Estaba allí, sí, dentro de su castillo. Aceptó. Bajó la cabeza, cerró la puerta y renovando de nuevo su energía, bajó por la escalera.

    Observó detenidamente toda la planta superior que podía verse desde el centro de la placita, cuando, de repente, un extraño ser descendió desde lo alto de la cúpula, donde estaba colgada la campana. Tenía un cuerpo delgado vestido de mayordomo y ojos con gafas grandes. Una rueda de bicicleta sustituía a sus piernas y le ayudaba a desplazarse. Era como una caricatura viviente con voz, también, de caricatura.

    • Hola señor, cómo está usted señor?-
    • Estoy aquí para servirle. Estoy aquí… para hacer su voluntad-
    • Sígame, sígame…-

    Y desapareció por las escaleras del arco de piedra, hacia el sótano.

    El caballero se quedó inmóvil, paralizado por el miedo. El arco era oscuro. Las escaleras también oscuras y húmedas. Parecía el acceso a un peligroso antro pero aun así, se enfrentó a ello…y descendió.

    Una estrecha escalera de caracol en la que apenas se distinguían los escalones. Siguió bajando. Iba palpando las paredes frías y húmedas. Su respiración se aceleraba. Sus pies, desnudos, se aferraban como garras a las escaleras mohosas. Parecía interminable. Giraba y giraba hasta que, por fin, una enorme claridad lo cegó.

    Se encontraba en medio de una sensacional pradera, repleta de flores, colinas con árboles, aderezada con el sonido del canto de los pájaros y de las aguas del río y, a lo lejos, una edificación que le resultaba familiar. Se dirigió hacia ella. Era idéntica a una de las casas que había habitado con su familia. Era extraño el hecho de que, esa vivienda estaba originalmente adosada a otras pero aquí, se la encontró separada, sola al lado del camino.

    Entró y fue revisando, poco a poco, todas las estancias. Estaban completamente vacías hasta que llegó al dormitorio grande, en la planta superior. Este seguía amueblado. Se detuvo unos instantes en el mismo y se asomó a la ventana para seguir disfrutando del paisaje que la rodeaba…como para asegurarse de que no había desparecido.

    Muchos pensamientos le abordaron. Recuerdos.

    Levantó la cabeza, respiró hondo de nuevo y abandonó la casa en dirección al río.

    El paseo fue reconfortante. Se sentía feliz. Al acercarse encontró una canoa roja varada en la orilla, vacía y con un remo doble en su interior.

    -Sí, este es el camino- se dijo.

    Se acomodó en la pequeña embarcación y empezó a remar por las apacibles aguas mirando adelante. Sin saber hacia dónde ni hasta cuándo. Simplemente adelante…

    Remaba decidido, sosegado, satisfecho… Y cuando todavía se podía ver el punto donde encontró la canoa, oyó un ruido a su izquierda. Alguien se acercaba nadando. Una mujer morena de pelo largo se dirigía hacia él. Dejó de remar.

    Ella subió a la canoa y ambos se alejaron sin mirar atrás…

  • Albedrío…

    Escrito por Javier Arguia - junio 5, 2016 - Microrelatos

    Había una vez un planeta llamado Errati. La mayoría de sus habitantes lo consideraban inhóspito. Casi todos creían que las insatisfacciones de su existencia eran causadas por factores externos. Que los problemas, dificultades, desgracias… eran causa de su mala fortuna. Muchos llenaban sus vacíos con necesidades creadas, frívolas, materiales o sentimentales.

    “- La mayoría lo hacen, debe ser lo normal-“

    “- Todos actúan así, debe ser lo mejor-“

    Era un mundo en el que muy pocos se preguntaban si el porqué de sus insatisfacciones no estaría dentro de ellos mismos. Si el hecho de no vivir vidas plenas, las vidas que ellos querían vivir, no sería, simplemente, fruto de sus decisiones, de la pereza, del conformismo.

    El entorno, los patrones, la cultura, la educación…las religiones, realmente tenían un peso enorme y, por desgracia, la mayor parte de las veces, decisivo.

    A pesar de todo, una esperanzadora nube enorme de color morado se paseaba constantemente por el planeta. Muchos de los que la habían visto, la temían. La mayoría ni siquiera se había fijado en ella. Nunca miraban al cielo. La nube se llamaba Albedrío.

    Errati, tenía una gran cantidad de habitantes “diferentes”. Bueno, quizás no eran tan distintos, porque físicamente se parecían mucho y en el fondo, todos tenían la misma esencia y todos, todos… deseaban, si escuchaban a su corazón desnudo, las mismas cosas.

    Pero sucedía algo extraño; los que se atrevían a mirar al cielo, dejando de observar únicamente lo que les rodeaba, se convertían, poco a poco, en animales mitológicos. Sí, sí, lo que oís.

    Todos tenían esa opción, pero lo cierto es que no se veía demasiados de ellos por las calles. Si te fijabas bien, siempre podías ver Aves Fénix, Elfos correteando en manada, algún que otro Grifo… hasta Cíclopes. Cuando los identificaban, cosa que no era demasiado difícil, solían considerarlos seres de otros planetas, criaturas que no tenían una forma de abordar su existencia como estaba concebida o predeterminada. En general los solían llamar “Nocorp”, pero tampoco es que les prestaran demasiada atención.

    Los Nocorp vivían de manera pacífica y solían reunirse entre ellos, aunque nunca eran clanes cerrados. Si alguien se interesaba por su forma de vivir o de pensar, ellos siempre estaban dispuestos a escuchar y, si quien se relacionaba con ellos también quería escucharlos, entonces sí; entonces animaban a, simplemente, mirar al cielo.

    Lo que sucedía después de eso….ciertamente era traumático. Los Nocorp lo advertían. Imaginaos una metamorfosis para convertirte en un animal mitológico!!. Dolorosa y caótica sí, pero liberadora y embriagadora también. Normalmente, después de alzar la vista y ver… y sumergirse en Albedrío, ya no había marcha atrás (a veces los miedos a lo desconocido acababan siendo superiores y la mutación no se producía, pero eso sucedía poco a menudo). Ese sólo era un primer paso. Quien se había decidido a darlo, podía contar con ellos en todo lo que a partir de ese momento aconteciera, aunque era un camino en el que sólo uno mismo podía seguir avanzando.

    Para lo que aquí nos ocupa, nos fijaremos en un peculiar clan que se fue formando a partir de una extraña casualidad, si es que las casualidades existen. Mejor diremos que la voluntad y el destino hicieron que un Centauro, en pleno proceso de transformación, contactase con un habitante que ya había tenido tentaciones de mirar al cielo. Incluso se diría que alguna vez lo había hecho pero sus temores no le habían dejado ver a Albedrío. En aquél tiempo, Centauro estaba fundiéndose con una mágica Hipogrifo. Ambos respondieron a la llamada que, sin duda, recibían de su nuevo compañero.

    Mucho tardó este en sumergirse en la nube morada y no fueron nada fáciles sus pasos siguientes.

    Al mismo tiempo y desde otro rincón del planeta, otra habitante, que notaba la presión del tiempo y la pesadez de 100 atmósferas en sus espaldas, vio de lejos la aureola que el nuevo amigo de Centauro e Hipogrifo desprendía.

    Sólo el Universo sabe cómo esos dos habitantes llegaron a coincidir. Su contacto y la transformación se dieron de manera conjunta y vertiginosa. Todo estuvo fuera de control y nada salía como tenían previsto…si es que se pueden tener previstas las consecuencias de tales mutaciones. De la noche a la mañana él se convirtió en un inseguro Unicornio y ella, que ya de por sí era una luminosa habitante, en una frágil Pegaso.

    Unicornio había llenado sus últimos años de vacío creándose absurdas necesidades y buscando, cual Unicornio cazador, el sentido de sus existencia. Por su parte Pegaso, incapaz de comprender porque sus ilusiones se tornaban sombras, se empeñaba en subsistir en una espiral sin fin, tan solo levantándose después de cada tropiezo con sus muros de hormigón, y reanudando el vuelo en círculos.

    Algo hizo que, en un momento determinado, Unicornio dejase de husmear y tropezar una y otra vez con su asta, y Pegaso escapara y rompiera la rutina de su vuelo circular. Supongo que la confianza en Centauro e Hipogrifo tuvieron mucho que ver. Eso y el empujón que, sin saberlo, Unicornio y Pegaso se dieron mutuamente para sentirse, de repente, rodeados por Albedrío.

    Nada fue fácil a partir de ese momento. Muchos cambios les quedaban por vivir pero lo cierto es que, la influencia de esos primeros Nocorp y de sus amigos de vida, Dragón y Sirena, y la ilusión y el esfuerzo para enderezar sus cuellos y mirar hacia el cielo una y otra vez, fueron decisivos para ir afianzando, día a día, su transformación.

    Dicen que a pesar de sus diferencias, todavía hoy se puede ver a Unicornio y a Pegaso, el caballo del asta y el caballo alado, pastar por las praderas de Errati envueltos en un áurea luz…

    Incluso algunos dicen que se les vio acompañados de un pequeño Unicornio alado.

    pegaso-fantasctico-caminando-en-la-playa-pegasus-and-moon-fantasy-pictures

    Banderas?…

    Escrito por Javier Arguia - mayo 22, 2016 - Reflexiones

    Cuán importante y gratificante es poder aferrarse a un símbolo, escudo o bandera!. Pertenecer a algo a lo que nos una cultura, idioma, historia. Sentirnos mejores y arropados, incluso más valerosos que los demás. Con más raza, tesón, inteligencia…

    Formar parte de un grupo, ya sea equipo deportivo, comunidad en un pueblo, ciudad, provincia, patria, país independiente… religión. Algo, lo que sea, que refuerce esa conciencia de clan, ese “ser diferente y mejor”. Aquello que nos brinda un horizonte y nos ayuda a no sentirnos solos, desvalidos, inútiles, inseguros…

    Ser parte de una banda, casta,…secta? en la que sentirse alguien importante, con un objetivo nuevo, añorado; en la que se ocupa un lugar y se cuenta para alguien y donde siempre existen contrarios. Conciencia grupal para defenderse, juntos, de las agresiones y pretensiones de otros grupos y tener a quien cargar la responsabilidad de las injusticias y nuestras desgracias.

    …

    …

    O, quizás… eso no es tan crucial?. Quizás es algo que desde que el ser humano es ser social, se le ha vendido como la respuesta a esa insatisfacción de no sentirse pleno. Sí, uníos bajo una bandera, un escudo, una religión y luchad contra esos otros iguales que, como vosotros, también han comprado otro símbolo. Distinto al vuestro, por lo tanto, peor, rival… enemigo. Uníos y adelante. Así, odiaos!.

    Mientras tanto, quienes ofrecieron esas banderas, escudos, dogmas… pueden controlar, a su antojo, las voluntades de las masas, grandes o pequeñas pero, sobre todo, divididas y enfrentadas. Sólo así los maestros de la magia y la manipulación consiguen, día a día, año a año, siglo a siglo y milenio tras milenio, sus objetivos.

    Divide y vencerás. Dirige la información, los deseos, anhelos y miedos. Maneja diestramente la varita de la manipulación…. y el avance, devenir y control absoluto será tuyo!!!.

    Sólo dos preguntas para terminar:

    No será mejor, al menos, cuestionar SIEMPRE lo que intentan vendernos cuando crea enfrentamientos y diferencias?

    Y… cuándo nos daremos cuenta, CONSCIENTEMENTE, que palabras como amor, amistad, arte… que son las que dan sentido real a nuestra existencia, no conocen banderas ni escudos, fronteras, razas, sexo ni religiones?

     

    Miedo Malo…

    Escrito por Javier Arguia - marzo 27, 2016 - Microrelatos

    “Bien abrigado, llegaba al colegio, 1.960, hace poco tiempo…”

    Así empezaba una de las canciones del grupo “Asfalto” de aquella época. Lo que voy a relatar es, más bien, de mediados de los 70, pero esta canción siempre me ha recordado aquellos tiempos.

    Pelo a lo “Marcelino”, bata de rayas azules con olor a lápices de colores Alpino y a goma Milán; pantalones  cortos, calcetines largos.

    Diez niños todavía delante… nueve…

    Las ideas se mezclaban a borbotones, sin orden, sin posibilidad de racionalizar nada más que la salvaje realidad que se avecinaba. ¿Por qué? ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Dónde está mi madre?. Quiero morir. ¿Morir?, no, que debe doler un montón. Quiero irme, desaparecer. No me importa nada ni nadie. No quiero que nadie me hable… Podría huir, ahora mismo, corriendo, corriendo mucho, sin mirar hacia atrás. Me flojean las piernas. No tengo valor, me atraparían.

    -¡Niños!, ¡no os mováis de la fila!-

    ¡La odio!, ¡Odio a la profesora y al colegio!.

    Ocho… siete…

    Tres de ellos están llorando, el resto, con la cabeza baja. Jaime, me mira con esos ojos que sólo le había visto una vez, cuando Gamonal, el bruto de sexto curso, nos había quitado la pelota hecha con periódicos y celofán, y al quejarme, me había dado dos bofetadas en la cara. Me está diciendo sin hablar –(¿qué hacemos aquí? ¿qué nos va a pasar?)-. Una lágrima resbala por su mejilla. Él va cuatro por delante de mí.

    Pánico en la hilera. Van entrando en la improvisada caseta, lentamente… uno tras otro.

    Los dos más próximos a las puertas del Averno ya tienen, por órdenes de la Señorita Puri, la bata en la mano y el brazo izquierdo al descubierto…

    Seis… cinco… adiós Jaime…

    Mis ojos inundados en lágrimas; por la garganta, obstruida por un nudo del tamaño de mi puño, no pasa ni un hilo de aire. Respiración acelerada.

    Tres… dos…uno…

    El día anterior, nos habían contado los mayores que, cuando llegara el momento, nos arrancarían un trozo de carne del brazo raspando con una cuchilla y nos pincharían con una aguja que utilizan para anestesiar a los cerdos… Pero, ¡Ellos seguían vivos! ¿Y qué? No me importa. No puedo pensar. Nada tiene sentido.

    Dios!!! Nooooo!! Tengo miedo!!!! Mamáaaaaa!!!

  • Buenas noches equipo…

    Escrito por Javier Arguia - febrero 28, 2016 - Microrelatos

    Me sonríen al pasar a su lado, de camino a la cocina para rellenar la cantimplora de agua.

    Lo hacen cada semana, puntualmente, cuando salen del altillo para hacer el trayecto habitual y descansar, durante unas horas, en una esquina del comedor. Puedo percibir su impaciencia y nerviosismo. Si tuvieran rabo como los perros, hace tiempo que habrían desencajado las patas del sofá en donde esperan a que amanezca.

    Un metro cuadrado que se transforma en un concierto de ilusión, generando un aura de luz a su alrededor.

    El equipo perfecto, donde se mezclan los sueños de todos sus integrantes: ellas imaginarán nuevos caminos; en algunas ocasiones, repletos de piedras donde les costará mantener la horizontalidad, o de pura roca donde agarrarse perfectamente. En otras, sobre mullidos colchones de hojarasca o polvorientos senderos. Preparadas para protegerme de humedades, incluso lluvias y frio, y dispuestas a afrontar los desniveles que sea preciso. Ellos, dispuestos a protegerme de arbustos y ramas punzantes, a ajustarse elásticamente a todo tipo de terreno y a las veces que deberán flexionarse durante la travesía. La del “porsi”, lista con todo su variopinto contenido para solucionar cualquier imprevisto que pueda surgir. Incluyendo desde aparatos para apreciar con mayor aumento el avistamiento de algún curioso animal, cueva o colina lejana, pasando  por artículos punzantes de varios tamaños para cortar una rama, un fruto o… defenderme del ataque de algún oso o dinosaurio (osos??, dinosaurios??), hasta todo tipo de accesorios para solucionar alguna eventual emergencia que, nunca se sabe, pueda darse en esos alejados parajes. Además de linterna, mosquetones, pastillas, pañuelos de papel, chubasquero, ropa de abrigo, agua, algo de comida… tampones…

    Vaya bullicio de sensaciones!!. Imaginación e ilusión del niño que ansía cada semana, recobrar el contacto con la naturaleza, sólo o acompañado. Siempre rodeado por los duendes guardianes de los bosques. Enamorándose de tupidas sendas, respirando verde y azul, mirando al horizonte, superando las subidas, buscando el lugar donde hacer un alto en el camino, disfrutando las bajadas de regreso. Sudando camisetas y cintas en la frente. Notando las piernas y los pulmones. Adelante y, como decía mi hermano:… Alguna vez llegas a la cumbre, siempre a alguna parte.

    Lo que empieza como una afición, se acaba convirtiendo en una adicción.

    Buenas noches equipo, os despierto mañana, prontito!!

     

    A mi amigo Paco, alma de maestro…

    Escrito por Javier Arguia - enero 16, 2016 - Dedicatorias

    El azar nos hizo coincidir. El azar… si es que existe, o el irremediable destino del universo.

    Recién llegados a un ambiente hostil y forzoso, tú ya tenías aspecto de veterano. Tu serenidad,  capacidad de adaptación y de cambio de registro (aunque el tuyo, como maestro, siempre sonara unas “octavas” por encima de la media de aquel páramo de jóvenes vidas desorientadas) te hicieron ganar el respeto de los demás y mi admiración.

    Ojos chisposos, presumido, deportista, lector incasable y voz profunda de maestro. Maestro de los de antes, alma de maestro, maestro de los de siempre.

    De sonrisa contagiosa y verbo cautivador, la conexión química surgió de inmediato y, treinta años después…, incluso me atrevería a decir que de forma férrea y duradera.

    Compartimos guardias, bocadillos, permisos, inquietudes, ilusiones, discusiones, dibujos, canciones, textos, confesiones inconfesables…

    Tras esporádicas comunicaciones durante todo este largo tiempo y todavía menos frecuentes encuentros personales, sólo decirle al universo gracias por cruzarte en mi camino. Y a ti, Paco, simplemente gracias por ser el Paco de siempre y el Paco ha evolucionado hasta el inquieto artista capaz de concentrar, bien en unas pocas frases, o bien a través del disparo de una instantánea, toneladas de inspiración, sensaciones y sentimientos.

    Maestro artista, gracias por este regalo y por tu amistad.

    El número 8…

    Escrito por Javier Arguia - noviembre 17, 2015 - Microrelatos

    Desde pequeño y por alguna incompresible razón, siempre me sentí atraído por el número 8. En principio, nada tiene de extraño que cada persona tenga, de alguna manera, preferencia por un número, color, olor o sabor determinado. Aun así, hace poco decidí preguntarme el porqué.

    En el momento que te pones a investigar sobre esa atracción, aparecen innumerables referencias; no sólo del número 8, sino también de muchos otros. En especial, del 0 al 9, el 11, 22 y 33.

    Existen todo tipo de interpretaciones culturales y ancestrales relacionadas con el nombre y la fecha de nacimiento que, según dicen, pueden determinar, de alguna forma, la personalidad.

    Siempre pueden influenciar de manera distinta, dependiendo de la suma del día, mes y año en que naciste e incluso de la hora; de los valores que, en determinadas culturas, se aplican a las letras de tu nombre y apellidos, del total de letras del mismo, etc.

    De ahí se extraen el Número Natalicio y el Mapa Numerológico, aplicándose luego la Numerología Transpersonal, Numerología Cabalística, “Numeróscopo” e infinidad de análisis ligados a esos cálculos.

    Ciertamente y centrándonos en el número 8, son muchas las propiedades, en la mayor parte positivas, que se le asocian: Sensibilidad, simpatía, cordialidad, brillo social, sentido del humor, espontaneidad, capacidad de adaptación, constancia, elocuencia, ambición.

    En el Tarot, La Justicia, Arcano número VIII, representa el mundo objetivo, el equilibrio de las energías, la fuerza necesaria para que nuestros talentos y dones produzcan eficientemente. Y… el mago del Tarot lleva el 8 en su sombrero.

    Es el número que, como es sabido, simboliza el infinito.

    El 8, por su perfecta simetría pudiéndose dividir en dos partes y que, ya sea horizontal o verticalmente, ambas partes reflejen exactamente la misma figura, alcanza un balance perfecto. En Astrología China, tener el balance perfecto es considerado el estado ideal del universo.

    Es un número mágico para los chinos, que simboliza la abundancia y la buena suerte. La astrología china tiene 8 signos, su gobierno 8 ministros imperiales, su sistema de orientación se compone de 8 puntos cardinales y 8 son las montañas cósmicas que reverencian. Son muchas las empresas que pugnan por tener el 8 repetidas veces entre los números de sus centrales telefónicas. Muchos chinos quieren que este número aparezca en la matrícula de su coche, el número de su casa, en el de su teléfono,….

    Se han llegado a ofrecer hasta 100.000 euros por una matrícula de coche con 8 números 8. ¡Qué pirados estamos los humanos!

    No es casualidad pues, que decidieran inaugurar los Juegos Olímpicos el 8 de agosto del 2008 a las 8 de la noche, con 8 minutos y 8 segundos. Ni tampoco el hecho de que más de 16.400 parejas pequinesas quisieran lucir el 08.08.08 estampado en su certificado de matrimonio.

    Probablemente todos los números están ligados con el universo y con lo que sucede en él, por lo tanto podría ser atrayente conferirle importancia a aquellos que tienen un significado especial nuestras vidas. Un tema muy interesante, válido para aprender, reflexionar, conocer tendencias y creencias pero, bajo mi punto de vista, sin obsesiones enfermizas o, al menos….las justas.

    Tras esta recopilación de datos, llego a la conclusión de que me gusta mucho el 8; sí, definitivamente; por detalles que desconocía como los anteriores pero que quizás se alojaban ya en el subconsciente, o tal vez por un hallazgo que se encontraba ahí latente. Creo que descubrí uno de los motivos por los que me fascinaba el número 8 al observarla desnuda, sin gafas y buscando su anillo. 😉

    Será por todo eso que me encanta este número ya que ni el mapa numerológico de mi nombre tiene ningún 8, ni mi número natalicio que es un 33…

    Aunque si descomponemos el anterior: 33= 3+3 =6…, que tampoco es un 8, al menos forma parte imprescindible del 69, que puede llegar a ser un 8 si se abrazan mucho, mucho, el 6 y el 9.

    Y… si descompones el 69 = 6+9 =15 = 1+5= 6!!! Cha chán!!!

     

    En fin, “La mires por donde la mires”, los números importan…

  • Sólo caminaba, caminaba…

    Escrito por Javier Arguia - septiembre 17, 2015 - Microrelatos

    La despertaron de madrugada. Imposible calcular la hora. Estaba exhausta, no había podido descansar. Mareada, conmocionada, desubicada.

    La pasada noche había sido intensa y…¿terrible?. No alcanzaba a recordar con claridad qué había pasado. Únicamente cansancio, sudor, olor a alcohol, lluvia torrencial, demasiada velocidad, una cerrada curva de camino a casa…

    Se levantó y se dejó llevar. Todo era confuso, como si se encontrase bajo los efectos de una potente droga. Empezó a moverse arropada por el enorme grupo hasta que, ya en el exterior, se limitó a seguir caminado. Sin prisa, sin pausa. Por pura inercia. Empujada en algunos momentos, guiada, en otros.

    Ni siquiera había tenido fuerzas para abrir los ojos. Sólo caminaba, caminaba… Se sentía extrañamente liviana y pequeña. No era consciente del espacio recorrido ni del tiempo transcurrido.

    Pasaban las horas, ¿Quién sabe cuántas?. No podía pensar. Sólo caminaba, caminaba…

    Empezó a sentir calor, el sol debía estar luciendo con fuerza. Se sentía más despierta. Decidió desviarse unos pasos y apoyarse en una enorme piedra a la derecha de la comitiva.

    Abrió los ojos. Miró a sus patas derechas, miró a sus patas izquierdas…

    …

    ¡Joder, si soy una hormiga!. ¡Qué putada esto de la reencarnación!

     

    Tengo dedos!!…

    Escrito por Javier Arguia - septiembre 12, 2015 - Reflexiones

    Ya no alcanzo a recordar si tenía ocho, diez, o quizás catorce años.

    Ahora que hace más de tres que lo abandoné, es difícil decidir uno sólo de los motivos que te empujan, en la mayoría de los casos de manera inconsciente, o manejado por el subconsciente, a este tipo de prácticas. ¿“Autolesión”?. No lo sé. Es complicado definir algo así. Rabia por no sentirse bien consigo mismo, impaciencia por desear lo que ha de venir en lugar de vivir, inseguridad por considerar que nunca se alcanza la perfección, penitencia.

    Supongo que, como muchas otras adicciones, hay que buscar las razones en la relación de uno con los que le rodean y, sobre todo, en la relación de uno con su propio Yo. Quizás en la distancia entre el “yo soy” y el “yo quisiera ser”.

    Suele ser arduo saber por qué se llega en nuestra existencia a caer en ciertas hábitos, sean estas de la gravedad que sean, que nos hacen, en mayor o menor grado, sentirnos mal. Pero por muy complejo que parezca, no es menos importante llegar al fondo, a la raíz o, por lo menos, a iniciar el camino para desentrañar los nudos que marcan la diferencia entre una vida plena, alegre o, si se quiere llamar, feliz, y una vida vacía que se rellena artificialmente de sentimientos, retos, ambiciones, consumo o…televisión.

    Lo cierto es que no existió una propuesta firme de abandonar este vicio, ni una lectura que me ofreciera las claves, ni remedios mágicos… sencillamente desapareció.

    Probablemente no fue tan sencillo como ahora parece. Si no analizo nada más y me quedo con el dato, tendría que decir que se fue, tal como llegó, en el momento en el que alguien se preocupó en empezar a reparar, por primera vez y sin exigir que no continuara con esa actitud, los desperfectos que yo me empeñaba en causar en mi propio cuerpo.

    Reflexionando sobre las razones, hoy entiendo que no fue algo tan simple. Antes de eso y sin saber por qué en ese preciso momento, mi vida había dado un enrome vuelco a todos los niveles. Laboral, sentimental, familiar. Más que un vuelco, lo definiría como una caída vital para empezar a reconstruirme, reencontrarme y conocerme.

    El proceso de levantarme de nuevo, desgarrador y reconfortante al mismo tiempo, con la guinda de un acto tan simple como una manicura, hizo que esta manía mía desapareciese de golpe y para siempre.

    En este momento del relato ya puede adivinarse cual era esta práctica que incluso yo detestaba: me mordía con deleite las pieles que rodean a todas las uñas de mis dedos. De ambas manos. Lo había hecho durante años.

    Tenía una técnica muy depurada, conocía exactamente de qué piel había que tirar, que parte era la más adecuada para dejar crecer y que después aportaría mayor…”placer”. En los momentos de tensión, de preocupación, incluso de entusiasmo, era cuando la mordida alcanzaba su mayor profundidad.

    Llegaba a producirme un dolor constante que no acababa de desaparecer nunca. Cuando no era el dedo pulgar, era el meñique. Cuando no, cualquiera de los otros. Recuerdo que después de ducharme o de pasar mucho tiempo dentro del agua, me producía un enorme rechazo mirar mis dedos. Parecían atacados por una extraña enfermedad que iba desintegrando la carne alrededor de las uñas.

    En fin, aquello ya pasó pero lo que tengo claro es que, si no hubiese dado los pasos que di en su momento, o hubiera tomado las decisiones que tomé, hoy en día no sólo continuaría con esa obsesión sino que mi cuerpo hubiera intentado avisarme de formas, probablemente, mucho más agresivas, graves, irresolubles y quizás también sería porque mi subconsciente así se lo pedía.

    Si tu existencia, tu forma de actuar, tú día a día, no te hacen sentir bien, reflexiona y escucha a tu cuerpo, interpreta las alarmas. Sé y haz. La recompensa es una vivir una vida.

    Y ahora…a por el tabaco!!

    Con el tiempo comprendí…

    Escrito por Javier Arguia - agosto 2, 2015 - Reflexiones

    Con el tiempo comprendí

    Que es mejor decir lo que piensas y actuar en consecuencia

    Que muchas cosas que decía mi madre eran útiles y yo, al cabo de los años las repetiría.

    Que muchas cosas que decía mi padre eran útiles yo, al cabo de los años las repetiría.

    Aprendí que nadie está condenado a repetir vidas y errores de sus antepasados.

    Que la paciencia y la reflexión son un arte y que la precipitación y el deseo infantil no son el todo, el fin.

    Que el verdadero sentido de la vida es “sentir” la vida.

    Que conformarse no es la respuesta; que hay momentos en los que hay que luchar y momentos en los que hay que dejarse llevar. Fluir.

    Que el dolor es inevitable y el sufrimiento opcional.

    Que hacer lo que a uno le gusta, “tenga tiempo o no”, es obligatorio

    Que gritar no lleva a ningún sitio

    Que una sonrisa siempre es ganadora

    Que ayudar, te llena y que amar es imprescindible.

    Que intentar ayudar a quien no quiere ser ayudado, puede ser destructivo

    Que confiar en las personas te hará más feliz, pero también te aportará, de vez en cuando, amargas decepciones.

     

    Todo esto y muchas cosas más las aprendí con el tiempo. A veces me empeño y mi testarudez no tiene límite al intentar que tú, te ahorres ese tiempo.

    Hoy sólo puedo decir, se tú y no lo que los demás quieren que seas. Di lo que vayas a hacer, haz lo que digas. Sé y haz.

    Ayuda, si puedes; y comprende, si no puedes.

    Pero sobre todo, no dejes que nadie te haga sentir solo o inferior

    Como ser humano eres grande e imperfectamente perfecto y el resto… con el tiempo lo aprenderás.

    Amemos y demos sentido y contenido a esta vida, maravilla finita y que, hasta que se demuestre lo contrario, solo nos toca una por cabeza… (Aunque nunca se sabe)

  • A mis padres…

    Escrito por Javier Arguia - agosto 1, 2015 - Dedicatorias

    Os quiero,

    Deseo empezar y terminar este relato de la misma forma. Quizás, porque es algo que tardé en aprender a decir, o quizás porque es algo que tardaron en enseñarme.

    De rodillas sobre la moqueta de una pequeña habitación que olía a aceite de máquina de coser y a telas. Mi comando de “Geyper-man’s” encaramándose por una silla de madera y mimbre. A mi izquierda, en un taburete de escay frente a una mesa transformable, de esas que escamotean la máquina cuando ya no se utiliza y bajo una tenue luz de flexo de aluminio, mi madre acabando algún vestido. De fondo, el rumor de la Singer eléctrica y Radio Nacional de España.

    Llaman a la puerta. Abro y mi padre está ahí delante, con traje y corbata. Huele bien y se agacha para darme un beso.

    Estos son de esos primeros momentos que me vienen a la mente cuando rememoro la niñez. Deben ser de esos que, convertidos en destello, dicen que te aparecen a cientos, a miles, en milésimas de segundo, antes del último suspiro.

    Esos, junto con los viajes  de los seis en un R8 cantando canciones de cantautores latinoamericanos y con mi mano izquierda apoyada en el hombro de mi padre mientras conducía, las mañanas de los días de Reyes, los veranos en el Camping Roca Grossa y muchos otros más, algunos no tan felices, se unen a los que me han invadido de inmediato, sentado delante del ordenador.

    Momentos de aprendizaje de patrones, de aprendizaje de vida, de valores. La importancia de la protección, de cubrir las necesidades, del calor de una familia (con sus particularidades y sus pesadas “herencias”) de la dedicación de una madre, de la responsabilidad de un padre. Gracias, gracias y mil veces gracias por esos cimientos que forjasteis como sabíais y como pudisteis. Aunque también es cierto que echo de menos ahora, pues antes no entendía, lecciones que me quedaron pendientes: el amor en libertad y no por necesidad, la lucha contra el conformismo, la lucha por entender porque uno mismo suele hacer o decir cosas que no le hacen sentir bien, el dialogo abierto y sin tabúes que abra nuevos caminos, la motivación por perseguir los sueños, el valor de la sinceridad, la valentía para decidir el propio rumbo…

    A pesar de todo, a pesar de que siempre seré el que les recrimine, en interminables y tal vez estériles discusiones, por qué no pude aprender de ellos, mucho antes, a luchar por la vida que deseaba, no cambiaría a esos seres que el universo me asignó para llegar a este mundo, por otros. No cambiaría a mi madre y a mi padre. Sin ellos, como fueron y como son, yo no sería quien soy ni me encontraría en el momento que me encuentro ahora. Sí, el momento actual ES consecuencia del ayer y, con esfuerzo y trabajo, semilla de un prometedor y luminoso futuro.

    Todo llega en el momento en que ha de llegar. Abrazos, te quiero, se feliz, adelante…

    Me habéis entregado el regalo más maravilloso que se puede hacer a alguien, La vida.

    Os quiero.

    Elfy en el hayedo…

    Escrito por Javier Arguia - julio 12, 2015 - Reflexiones

    Amanecía en el frondoso hayedo. Reinaba un mágico silencio y un olor verde y marrón emanaba de la alfombra de hojas. Asomaba, de vez en cuando, alguna roca y algún tronco que, al no soportar más el peso de los años, se tumbaba a descansar.

    Las hayas se despertaban relajadas y se sonreían, unas a otras, con un guiño de complicidad…¡era día de reunión!.

    Algo jugueteaba entre la hojarasca. Se oyó un peculiar silbido. No era humano, ni un canto de pájaro, ni el sonido de otro animal. Era una penetrante melodía que resonaba en todo el bosque…en todos los bosques de la tierra. Era la llamada de los duendes…

    Un extraño ser asomó por detrás de un haya. Avanzó lenta y alegremente y se sentó sobre uno de los troncos caídos, en un pequeño claro del bosque.

    Desde distintas direcciones y como destellos de luz iban llegando algunos nuevos miembros que, sin duda, acudían a la reunión.

    Nunca se sabía cuántos… o cuántas acudirían. No importaba. Sólo compartir unos momentos y reflexiones era lo valioso. Era día de reencuentro con uno o cien.

    Llegaban solos o en manada. Unos se sentaban, otros jugueteaban con los obstáculos  y alguno se entretenía concentrándose para lograr levitar. ¿Raros? Quizás sí…, o quizás no. ¿Vivos? SÍ.

    Poco a poco se iban reuniendo en el claro, al lado de Elfy.  Tampoco eso da mucha información, porque TODOS los duendes se llaman Elfy. Qué lío!!.

    Intentemos distinguirlos. Había duendes y duendas. Se diferenciaban por su mirada y su sonrisa. No siempre sonreían, pero lo intentaban. Todos habían tenido vidas distintas, cargadas de luces y sombras, pero también todos sabían que su actitud era lo que los llevaba cada día a sentirse felices.  Unos momentos más que otros. Eran pequeños-grandes seres que llevaban dentro de sí  un trozo de estrella.  Seguramente, como todos los seres que habitan este y otros planetas. Hasta los humanos son así, pero algunos, no lo saben.

    Vestían botas altas de cuero marrón para no mojarse los pies (aunque muchas veces se las quitaban y les gustaba caminar descalzos por los prados, cruzar los ríos…), pantalones por dentro de las botas, camisas de lino de muchos colores y una  mochila “porsi”… por si acaso podían necesitar alguna cosa más. No es que eso fuese un uniforme de duendes, sencillamente vestían así porque era cómodo para andar por la vida.

    A pesar de que todos, como he dicho, tenían el mismo nombre, cuando tenían que llamarse unos a otros utilizaban distintos silbidos que los identificaban, o gritaban ¡Elfy!, y todos se giraban, o utilizaban sus enormes poderes mentales para llamarse por telepatía… pero eso era muy cansado.

    Parecía que ya no llegarían más ¿o sí? Nunca se sabía. Eran 11 más el que los convocó, los que por fin se encontraban  agrupados y deseando compartir temas para reflexionar, para reír, para hablar y para escuchar.

    El que emitió el silbido, de ojos marrones (aunque él decía que si se miraban de cerca tenía puntitos verdes) les propuso un tema. ¿Qué os parece si jugamos a definir la felicidad? Quizás no debería hacer falta porque, de manera normal debería ser la forma de vida ,¿no creéis?. Y comenzó,-¿No será simplemente la capacidad que tenemos de emocionarnos y el propio deseo de sentir emoción?-

    -Ufff-, dijo la duenda rubia de ojos pardos y risueños que se había unido hacía muy poco a esas reuniones..-¡Qué rebuscado!. ¿Y no será sencillamente…, dejar de buscarla?.

    Un duende que se encontraba al lado de ella, de ojos penetrantes y rasgados y voz profunda, como de profesor, quiso añadir, quizás algo nostálgico – La felicidad es llegar cansado del trabajo y que unos ojos marrones busquen tu mirada, que unos piececitos torpes y ansiosos avancen a trompicones por el pasillo en busca de tu abrazo, o mirar como corren las nubes empujadas por el viento, nada más, nada menos-.

    La rubia, animada por la última definición de su compañero y ensimismada como si estuviera leyendo en un árbol de enfrente, prosiguió: -Felicidad… es pelear contra tus miedos, desprenderte de las cargas que te pesan demasiado, alejarte de los juicios y prejuicios de la gente que te rodea, andar solo por donde tu razón y tu corazón te dicta…

    Todos escuchaban atentos…

    -¡Uy, qué serios nos hemos puesto! – y cambiando de tono añadió: -Pues eso, cuando eres capaz de enviar todo eso a tomar por……, Eres feliz aunque no tengas nada. Siempre te tendrás a ti mismo-

    Todos esbozaron una sonrisa…

    Aprovechando el momento de distensión,  como en una racha de inspiración continuó:-¿ y no será la sensación de llegar de vacaciones y comprobar que tus compañeras han engordado más que tú?-

    Risas generales. Esto prometía y estaba siendo, como siempre, divertido.

    Unos segundos de silencio. Parecía que todos se concentraban.

    Intervino, de pié y apoyada en un haya de torcido tronco, la duenda de negros ojos, como de gladiadora, duros y sonrientes a la vez. –Yo creo que debe ser como sentir que al final de la lucha, lo has logrado-

    Cerró los ojos unos segundos:-o mejor, …caminar descalzo sobre tu propia conciencia-

    Tras esa intervención…se abrió paso  el surrealismo…

    La duenda de ojos achinados que se encontraba sentada abrazando sus rodillas y con su largo flequillo negro sobre la frente, casi tapándole su mirada, lanzó su definición- La felicidad es un chaleco situado debajo de su asiento en el autobús 181, el de Todos Los Trayectos Que Van A La Montaña. Suele utilizarse únicamente en casos de emergencia o por tropiezo, pero dicen que alguno se ha bajado del autobús con él puesto-

    Hubo una expresión común…-¿Cómo?- Todos rieron. Tocaba dejar volar la imaginación.

    De nuevo un pequeño silencio hasta que, una duenda de ojos oscuros, enigmáticos y profundos se decidió a intervenir. – La felicidad siempre está con nosotros pero es como un superhéroe que tiene la virtud de hacerse invisible a veces. Sólo tenemos que relajarnos y tener buena actitud para quitarle la capa de invisibilidad-

    Dos segundos más tarde, miró al cielo, entre las ramas y hojas de las hayas y como dirigiéndose hacia ese espació inquirió: -Señora felicidad, ¿Sería usted tan amable de venirse conmigo? Prometo hacerla feliz.-

    Todo el mundo se estaba entusiasmando con el tema, parece que estaba dando de sí.

    A su lado se encontraba una Elfy de largos cabellos rizados y mirada dulce de ojos claros. Se animó – Estar en paz contigo mismo. No necesitar nada más en ese momento en el que estas tan bien. La felicidad la sentimos a ratitos, no es eterna.-

    Junto a la duenda de ojos achinados, se encontraban dos duendes que llevaban el ritmo en la sangre. Para ellos, como para ella, la música era vida. Así, uno de ellos intervino- Un instrumento musical, cuando está afinado y tiene la tensión correcta para el momento, y se ejecuta con la debida responsabilidad, es un generador de felicidad-

    Desde el otro extremo, una duenda llegada de tierras lejanas, de frondosa melena y grandes y redondos ojos de mirada escrutadora, añadió con un exótico acento: – la felicidad es cuando sientes que todo es perfecto. Cuando sientes que todo lo que te ha pasado ha valido la pena para llegar hasta esta estación-

    Parecía que todo iba derivando y tomando un cariz ligeramente místico pero de repente, otro de los duendes embriagados por la música, hecho de música, con algunos pelos blancos y pequeños ojos oscuros, cambió radicalmente el rumbo de las definiciones. Todo tenía cabida.

    – sabéis, para mí la felicidad no es nada. Una invención de los cuentos de Walt Disney. Prefiero la palabra plenitud: Uno puede estar más pleno o menos en diferentes áreas de la vida a nivel material, sexual, emocional e intelectual. Creo que la felicidad es un cuento que nos han vendido. … y fueron felices y comieron perdices….-

    Risitas de sus melómanos compañeros que se contagiaron, como siempre, al resto. Breve silencio.

    Probablemente no iba falto de razón pero pareció que los allí reunidos preferían pensar que sí existía o relatar, al menos, como vivían eso que los hacía dichosos.

    Se oyó un ruido a unos pocos metros de donde estaban concentrados. Parecía como de algún pequeño animalillo que correteaba. Todos miraron hacia allí.

    Detrás de una de las hayas de mediano grosor asomó una duenda de luminosa sonrisa y ojos color miel. Prefirió seguir escondida porque quizás no sentía que podía formar parte de aquello, como todos. Lanzó la frase que estaba deseando expresar… y desapareció: – Esa pequeña sonrisa que se pone en la cara al despertar y ver la luz del nuevo día entrando por la ventana, mirando como duerme a quien amas a tu lado-

    Todos se extrañaron de que quizás, no se sintiera lo suficientemente duenda para quedarse con ellos pero, como todos los duendes, algún día lo conseguiría.

    Tras esa reflexión que pareció cruzar la mente de los asistentes, una duenda de pelo corto y con ojos y expresión de cuenta-cuentos, se puso de pié. La atención, ahora, se centró en ella que, de manera tranquila, empezó a relatar:

    – Crié un gusano de seda para convertirlo en crisálida y ver nacer una mariposa. Cuando la vi, sentí movimientos extraños en todo el cuerpo que me hacían sonreír. Y cuando paseaba con ella la gente decía:¡ mira la tonta qué cara de felicidad tiene!. Así que la felicidad es una cara tonta riéndose.-

    ¿Sabéis?, añadió: – En el pueblo donde yo nací, había un matrimonio que tuvieron una hija, y le pusieron Felicidad porque ellos eran muy desgraciados.-

    Todos seguían atentamente sus relatos y prosiguió con un tono entre nostálgico y profundo: – La felicidad querido amigo, es tener una cama para derramar las carnes cuando sientes que ya no eres tú quien se fue, y no sabes quién llegó, pero que necesitas recuperarte para saber quién eres. Y aun así, no eres tú quien siente felicidad sino las carnes. O sea que, bien pensado, posiblemente sean las sabanas las que sin carnes sean las dueñas de la felicidad.-

    Miró a su derecha alzando la vista para cruzarse con un rayo de sol que asomaba entre las hojas -Si alguno tenéis hijos, quizás estéis de acuerdo conmigo en que, amamantar, es una acción tremendamente dichosa, y el sumun de la felicidad es endulzarte los labios con la tierna piel de tu bebe.-

    Los asistentes continuaban disfrutando del maravilloso entorno de aquella distendida reunión que parecía ya concluida.

    Había sido una agradable mañana en la que, todos los que estaban  allí deseaban eso mismo, en ese preciso instante,…. Estar ahí.

    Fue un juego en el que cada uno expresa lo que tiene dentro. Cualquier definición o ninguna. Hablar o escuchar. Todo era válido.

    Se despidieron con abrazos de más de 20 segundos… que son los que llenan, sabiendo que tanto si sus caminos volvían a cruzarse como si no, había merecido la pena.

    Desparecieron dejando tras de sí, esta vez, estelas de de innumerables colores…

    Sean simplemente momentos o una forma de existencia, tanto mejor te sentirás cuanto más positiva y constructiva sea tu actitud frente a lo cotidiano. Bien compartiendo de manera plena tu vida, o bien, mientras eso sucede, disfrutando de la complicidad con el silencio y la soledad de uno mismo.

     

    A mi amigo Santiago…

    Escrito por Javier Arguia - mayo 31, 2015 - Dedicatorias

    Fue un día muy triste. No alcanzo a recordar siquiera si era soleado o no. Solo recuerdo el estupor de la noticia, cuando habíamos compartido unos cigarrillos tan solo hacia unas semanas.

    Han sido más de 20 años con encuentros puntuales al principio. Tú siguiéndome a cada trabajo al que cambiaba y yo, reclamándote como proveedor allá donde aterrizaras.

    Miles de hojas de papel, formularios, sobres, calendarios y etiquetas durante todo ese tiempo. Siempre nos entendíamos y cuando no, los errores o desencuentros los habías llevado con responsabilidad y rigor. Un pedazo de comercial de pies a cabeza!. Seriedad, servicio, saber estar y escuchar, siempre te habían caracterizado.

    Nuestra confianza y complicidad aumentaba con los años, hasta que empezamos a compartir nuestras esperadas partidas de tenis… “el que gana, paga las cervezas”   Recuerdas?. Y cómo nos dejábamos la piel por ser…el que paga las cervezas!. Yo pagaba menos, tú eras el mejor.

    Con caracteres, vivencias, opiniones y actitudes tan dispares sobre las cosas importantes, lo importante eran nuestros martes, nuestro partido, nuestras cervezas, nuestras charlas…

    Discreto y reservado pero ávido de encontrar con quien compartir tus pensamientos. Y vaya si llegamos a compartirlos!

    Luchador, constante, conservador, honesto.

    Si viste la luz, por qué dejaste que te atacasen las sombras?. Por qué tuviste que irte tan pronto?.

    Joder tío!!!. Lo siento pero me debes un montón de cervezas, joder!!!.

    Gracias por ser una de esas personas especiales que se han cruzado en mi camino.

    Te echaré de menos Santi

  • El decálogo del Arco-iris (sí, son trece ¿Y qué?, es mi decálogo…)

    Escrito por Javier Arguia - marzo 26, 2015 - Reflexiones
    1. Si juegas al tenis, el que gana paga las cervezas.
    2. Si está nublado, llueve, hace frío, hay atasco o… hace sol, silba al llegar al trabajo y, si no sabes, canta. Este mismo punto se aplica al llegar a casa.
    3. Sonríe a menudo; te hace sentir bien a ti y a los que te rodean y, además, es gratis. Si estás jodido, llora, suéltalo y luego… respira; como todo, pasará.
    4. No te avergüences de abrazar, besar o decir “te quiero”. Gritar, insultar, pelear… es lo que sí debería avergonzarnos.
    5. Cuando te enamores, no pongas límites. Ama sin medida.
    6. Cuando te enfades piensa, debate, defiende; pero sé consciente de que cada uno tiene una vida… y una verdad.
    7. Un amigo es un tesoro. Ama cada momento que compartes.
    8. Si no tienes algo bueno que decir de alguien, no hables de esa persona.
    9. No pierdas el contacto con quien te hace sentir bien. Quizás mañana sea tarde.
    10. Si puedes ayudar, hazlo.; no es necesario que nadie te vea.
    11. Enfócate en lo que te haga sentir bien. Lucha por lo que quieres mientras disfrutas de lo que tienes. Avanza admirando el camino.
    12. Sé tú mismo y no lo que crees que los demás quieren que seas.
    13. Si ves la luz, síguela. No fallarás y si te equivocas, aprenderás habiendo brillado. Atrévete, seguro que la experiencia vale la pena.

    Y todo este decálogo de 13… mi decálogo, se reduce a un punto: “Sé y haz. Vive la vida que de verdad quieras vivir. Recuerda, solo tienes una… ¿o no?.

    IMPORTANTE: Ahhhh y todo lo anterior sin olvidarte de: Tomar cinco piezas de fruta al día, beber un litro y medio de agua, andar una hora, lavarte los dientes tres veces, trabajar, hacer deporte, quedar con los amigos y dedicarle tiempo a tu pareja y familia… uffff  (pero no olvides que, al final, puedes prescindir de lo que te parezca).

    Gracias a todos los que habéis compartido mi vida hasta ahora porque es de vosotros de quienes he aprendido; y gracias a todos los que continuaréis y apareceréis en ella, porque me queda mucho por aprender.

    Dunas de sed…

    Escrito por Javier Arguia - marzo 4, 2015 - Microrelatos

    Cuenta la leyenda que una ardilla podía atravesar tu comarca sin tocar el suelo. ¿Quién decidiría eliminar tu espesura, si es que alguna vez existió?

    Desierto lunar. Estepa en el corazón de Aragón. Vasta extensión de cerros moteados. Colección infinita de pechos de mujer…

    Belleza y paz.

    Árido y fuego, árido y hielo.

    Espectro de ocres y cobrizos que muta en amalgama de grises al acostarse.

    Desolado paisaje que hasta la sombra abandonó, conservando tan sólo el viento a su lado.

    Silenciosa compañía en viajes de Este a Centro y de Centro a Este.

    Me viste llorar, reír, reflexionar, soñar…

    Hoy atravieso de nuevo tus tierras, viendo a tus montes sedientos engullir el sol del ocaso. Siempre aferrado a mi volante y siempre… con una nueva mirada, con un nuevo sentimiento.

    Cayó…

    Escrito por Javier Arguia - diciembre 27, 2014 - Reflexiones

    Su voluntad se quebró como el cristal de una frágil probeta, haciendo estallar mi corazón detonado por el miedo y la perplejidad.

    No entendía, no. No podía asimilar. Hasta que una gran persona, la reflexión  y una profunda herida en mi pecho,  dolorosa y frustrante, me enseñaron que sí. Es posible sentir un vacío tan profundo… tan grande, que la mente no alcance a comprender que pueda volver a llenarse; que todos los caminos se vean cortados….que todas las puertas y ventanas, cerradas.

    No entendía pero ahora sé, que la mente,  la acumulación de mochilas, etiquetas, …pueden hacerte creer que, a pesar de todo, ya nada vale la pena.

    Extraña esta alma que es capaz de esconder, por deseo inconsciente, lo maravilloso del regalo de cada instante. Curiosa la propia negación de que…lo mejor está por venir. En cada momento… ahora.

    Pero sí, en ocasiones, es así. La incapacidad de ver lo maravilloso que es el ser humano, fundiéndose con todos los seres de la tierra. El miedo a ser uno mismo, a no sentirse querido, a ser…prescindible.

    Solo podemos intentar llenar ese vacío de amor, con más amor y ayudar a limpiar los rincones de excrementos acumulados a golpe de vivencias, patrones adquiridos, experiencias y enseñanzas que, en su día, no ayudaron a desarrollar una correcta autoestima, una libertad de acción y una capacidad de desarrollo y entusiasmo.

    Sí, te mereces todo. Eres todo. Te mereces el amor que todo ser humano  merece.

    Lo entenderás, lo creerás. Créelo desde ya. Yo te ayudaré.

    Estoy aquí. Estaré aquí. Siempre.

  • A Kevin…

    Escrito por Javier Arguia - diciembre 27, 2014 - Dedicatorias

    Qué guapo estàs!! Qué bien se te ve!! Pienso mirando una fotografía robada de mi hijo en las redes sociales.

    Me apetecía recordar cómo fue todo desde aquél 27 de Diciembre de hace ya 23 años.

    Aunque el momento estaba perfectamente planificado y el doctor era bien conocido por la familia, un halo de misterio, de miedo, de salto al vacío… y de desbordante ilusión, se apoderaba de mí.

    Una espera que se hizo eterna. Me privaron de la posibilidad de verlo salir al mundo….cosas de la medicina!. Después, unos cigarrillos más tarde, ahí estaba. Pequeño, delgadito, morado y….no tan “mono” como quieren transmitir las abuelas.

    Aquél ser indefenso formaba parte de mí….para siempre!.  Aquél maravilloso ser que empezaba, segundo a segundo, a transformarse en quien es ahora, se encontraba entre mis torpes y atemorizados brazos.

    Noches de llanto, pañales, mocos, guardería, primeros pasos, “mhace pupa homeeeee!!!”…. Colegio… y qué poco tiempo le pude dedicar!!

    Aún así, con errores y aciertos, demasiadas pocas felicitaciones, castigos merecidos y castigos a destiempo, menos conversaciones de las que ambos hubiéramos querido… con una vida quizás con excedente de protección y parca en comunicación… sin manual de instrucciones para padres, pero con la mejor voluntad y la inestimable ayuda de una madre que siempre veló por él… creció Kevin.

    Con modales rudos, a veces, y un carácter difícil de controlar pero con un alma brillante, llena de amor.

    Valor, sensibilidad, talento, alegría, don de gentes….

    Con tu fuerza y tu actitud frente a las adversidades (que no han sido pocas) estás aprendiendo cómo salir adelante y te has convertido en un HOMBRE.

    Estoy orgulloso de ti.

    Felicidades hijo. Felicidades Kevin.

    Te quiere siempre…

    Tu padre.

     

    Amor…

    Escrito por Javier Arguia - diciembre 6, 2014 - Reflexiones

    Yo…no quería caminar detrás de ti.

    Tampoco quería que tú lo hicieras.

    Tan solo, como el peregrino, quería caminar a tu lado.

    Que tú caminases a mi lado, con la infinita libertad que da la confianza absoluta que funde dos almas en una.

    Caminar a tu lado y que, juntos, desbordados de amor y complicidad, apartásemos las piedras que, sin duda, encontraríamos.

    Caminar de la mano y que, habiendo decidido el mismo camino, un camino con objetivos de vida aunque con distintas inquietudes, compartiésemos dichas y desdichas, dirigidos por la comprensión y la aceptación de defectos y virtudes.

    No era el momento.

    Ahora, muero por dentro. Muero hasta que se desgasten mis fluidos. Hasta que se derrame la última lágrima de sangre.

    Muero hasta que, del polvo, renazca de nuevo con los únicos recuerdos del brillo de tus ojos, tu sonrisa eterna, tus saltos al caminar… tu mano en mi pecho.

    Muero hasta que comprenda el sentido de mi elección.

    Sabía que no saltarías. Tú…también lo sabías. Pero me acompañaste, como nadie podría haber conseguido,  revoloteando y cubriéndome con polvo de hada hasta el confín… y más allá.

    Amor, amor, amor…qué bello es! , qué bello debe ser!  y… qué bello será!.

    Adiós amor. Gracias amor.

    Hasta pronto Amor…  Amor Pleno.

     

    Talking to the moon (and… 3)…

    Escrito por Javier Arguia - noviembre 11, 2014 - Reflexiones

    Arriba, a mi derecha, la media luna se humaniza.

    Hoy…la luna me sonríe. Sabe que estamos cerca. Sabe lo tormentoso del  camino.

    No es fácil salirse de su órbita y fundirse con el cielo… es como una reacción atómica que afecta al resto de planetas, estrellas, galaxias…

    Y luego…. Paz, silencio.

    Aunque otras réplicas sísmicas vendrán, la calma irá reinando. Un nuevo orden se establece. Ya no hay sufrimiento

    Hoy… la luna me sonríe. Nos sonríe, a ti y a mí. Una cómplice sonrisa que susurra:

    -está bien, vamos salvando turbulencias de hiel-

    Hola luna,

    Hola cielo,

    Ya no hay adiós

    Adelante…

    …

    …

    …

    Aggggggggggggggggggggggggggggggggggggrrrrrrrrrrr

    Diossssss!!!

    Una nube inesperada de sólido acero se interpone entre la luna y el cielo….

    No lo vimos. No supimos que podría venir.

    No pensamos que para la luna, salir de su órbita y entregarse a la libertad de una fusión…sería tan difícil. En este momento…. Imposible.

    Pero sabes?? Luna, cielo, cielo, luna….conseguiréis vuestro futuro pleno. Más tarde o más temprano….porque os atrevisteis a saltar.

    Adelante….sí, adelante. Brillad, entended, aprended, compartid, amad….

  • Talking to the moon (2)…

    Escrito por Javier Arguia - noviembre 6, 2014 - Reflexiones

    Se sentó en el bordillo del paseo marítimo. Ella empezaba a asomarse. La miró y se le escapó un breve suspiro. Miró al horizonte, donde el mar, en ciertas horas del día, se funde con el cielo, ayudados ambos, por una franja de bruma que los difumina.

    Respiró hondo, aquél sutil perfume marino que bien conocía pero que hoy, hería distinto.

    Tan pronto como entraba por sus fosas nasales y se introducía en su cuerpo, se transformaba en una tela de araña que envolvía y presionaba su estómago….¿ Otra vez?.  Era una tela de indescriptible e inexplicable tristeza.

    Como él mismo leyó ese día en un comentario de las redes sociales: ¿estaba triste? No, solo falto de alegría, lo que quizás, aunque sonaba mejor, tenía peor sabor.

    No sabía por qué, solo sabía que lo sentía. ¿O…sí?.

    Pero como siempre, estaba decidido a terminar con ese sutil velo que lo atenazaba, bien porque conseguiría disolverlo y transformarlo en lágrimas de mar, o bien porque sabía que hasta era capaz, de nuevo, desgarrando sus entrañas con las propias manos,  de llegar hasta la tela y despegarla liberando las paredes de su estómago. Solución traumática y…ya ni siquiera sabía, si eficaz.

    -Joder luna!!-

    – Cielo, solo tienes que aprender. Vivir, en el fondo es simple y fácil…igual que la felicidad. Pero aprender a vivir o a entender la felicidad es en ocasiones, y dependiendo de los patrones adquiridos en nuestro pasado… complicado.

    -Lo conseguirás amor, lo sé.-

    -Gracias luna, pronto estaré mejor.-

     

    Talking to the moon (1)…

    Escrito por Javier Arguia - noviembre 3, 2014 - Reflexiones

    -Hola Luna-

    -Hola cielo-

    -Qué afortunado soy!. Tu reflejo sobre el mar, luces de pescadores en la escollera, de grupos de jóvenes acampados en la playa…una temperatura perfecta, viento cero…-

    -Y ¿qué más?-

    -No, hoy no hay dardo de tristeza. Hoy hay… aprendizaje. Entender el dolor de la elección. Entender y aplicar el no sufrimiento.-

    – Y ¿por qué una elección con dolor, a sabiendas de que eso es lo que implica?-

    -No lo sé.

    -No crees que mereces elección sin dolor o al menos, con el dolor limitado?.

    -No lo sé, creo que sí.-

    – ¿No has tomado decisiones siempre para escoger terminar con el dolor?

    – No siempre.-

    -Y ¿cuando no lo has hecho?-

    -Ha salido mal. Creo que la clave está en entender el por qué de la elección. Lo entenderé. Pronto. Es cuestión de tiempo.-

    -No tenemos tiempo, el tiempo es hoy, ahora-

    – A veces no. Es preciso experimentar para romper bucles…-

    – Pero siempre has visto las cosas claras: Dolor-propuesta de solución-resultado-decisión.

    -Sí, es cierto. Depende de las circunstancias o de la esencia de la situación…del problema. Por eso creo que es preciso eliminar el sufrimiento, entender el dolor, entender la elección, proponer la solución, ver el resultado y decidir.

    -No te está siendo fácil.-

    -No-

    -cielo, ¿eres capaz de dar?-

    -Sí-

    -Entonces… ¿por qué suplicar para recibir?

    – No lo sé. Te he dicho que he de entender la elección.-

    -Bueno, no te enfades… sabes que nadie es culpable. Todo está dentro de tí-

    -Lo sé-

    -Amar es dar…y la consecuencia ha de ser recibir, sin tener que pedir.-

    -Lo sé-

    -Lo harás bien amor-

    -Gracias-

    -Hasta mañana cielo-

    -Hasta mañana Luna-

     

    El Peregrino…

    Escrito por Javier Arguia - septiembre 5, 2014 - Reflexiones

    Cenizas de quebranto en la ladera. Cenizas marrones, negras y de hiel, pero también cenizas de ilusión, esperanza y vida.

    Montaña de cenizas que tras el incendio se erigen, se yerguen y ensamblan unas con otras hasta formar lo que antes era, pero ahora nueva, la túnica del peregrino… Y bajo la túnica, él. Yo.

    Un yo nuevo, un yo más completo. No un yo total…todavía, porque el camino enseña pero no se deja de aprender. Y si se deja, se muere.

    La cabeza reventó, no sirvió. El corazón engañaba…  A mis pies seguiré esta vez.  A mis pies guiados por el grito de mi estómago que se estremece y relaja, se estremece y relaja, enviando mensajes a empujones.

    Y a sus pies siguió. ¿Le enviaron por caminos equivocados?. No. Porque aquél camino que escogen, sea el que sea, es el adecuado. Lección, golpe, lección, golpe. Levanta la cabeza y mira hacia la luz!!.

    Y a sus pies siguió y sus pies le decían:  Adelante!!. Llora y adelante. Llora de nuevo y adelante y ahora… fluye. YA. Déjate llevar.

    Tú eres eso que deseas, eso que amas, eso que das. Lo que das, te lo das.  Adelante. No pidas!! ¿Para qué? ¿Para sufrir?. No sufras. Desea, ama, da.

    Y a sus pies siguió y… con otros pies tropezó. O… ¿recordó? O… ¿rescató?. Otros pies bajo una túnica de risa. Risa de dar, dar, dar. Tanto de dar, o de creer dar, que vacía de risa y rellena de lamento oscuro y contenido, caminaba.

    Miedo de compartir camino, miedo de compartir extraños pasos. ¿Extraños? Sí. Parecían conocidos, pero eran nuevos.

    Miedo de un pasado engañoso que engaña a un futuro desconocido.

    Y a sus pies siguió y ahora, otros pies de cerca…o no tan cerca,  danzaban. Cuatro dolorosos pasos más atrás danzaban y el camino, avanzaba.

    Y se detuvo, para esperar o para tomar fuerza y seguir, con la cabeza alta, mirando a la luz.

    Y se detuvo para esperar…y los otros pies le alcanzaron y de nuevo, paró. Esta vez a observar los que ahora a su lado también, inmóviles, esperaban.

    Ahora sí, ahora ya, adelante. Y le dio tiempo antes de continuar, de admirar e interiorizar la luz y la sencillez de aquellos pies que ahora, con los suyos, iluminaban el camino.

    ¿Serán mis pies los que me llevan, ahora, a desear ensanchar el camino para danzar con los suyos?.  ¿Será mi estómago que adora esos pies que, sencillamente, hicieron sonar los cascabeles de luna iluminando mi noche?.

    Y a sus pies siguió y ahora, deseaban compartir la dicha de cada paso, hasta el fin de camino si así había de ser, con sus pequeños, suaves, luminosos y alegres compañeros.

  • Todos somos uno…

    Escrito por Javier Arguia - julio 11, 2014 - Reflexiones

    Bajó del 4×4.

    Su estomagó se estremeció. Siempre había deseado estar ahí.

    Colocó un pie en el suelo, como aquél primer humano que dejó su huella sobre la luna.

    Avanzó dejando atrás el numeroso grupo.

    Finalmente se detuvo. Giro su mirada 365 grados. Sólo dunas.

    Extendió sus brazos y sus manos con las palmas abiertas y el viento, cómplice por unos instantes, entrelazó los dedos con los suyos, enroscándose… se diría que hasta podía notar la presión. Ella, estaba ahí.

    Sentado en medio de la nada, la mirada perdida en la lejanía, abrumado por la inmensidad de la fusión espacio-tiempo, lloró.

    Tan importante es este grano de arena, como uno mismo.

    Tan insignificante es uno mismo como este grano de arena.

    Todo y nada.

    Todos somos uno.

    Hasta mañana amor…

    Escrito por Javier Arguia - julio 11, 2014 - Microrelatos

    Me sorprendió esta noche al llegar a casa.

    Me lanzó un dardo de tristeza o…¿quizás fui yo quien se lo lancé?

    Y ella, me respondió con el más bello reflejo que jamás haya visto…o como jamás lo había mirado antes.

    Un manto azul plateado que concentraba todas las batallas de piratas y todos los paseos de enamorados.

    Le pedí: Quédate conmigo, para siempre.

    Y ella, sin dejar de brillar, poco a poco, se marchó. -Hasta mañana amor-.

    Te lo dije…

    Escrito por Javier Arguia - enero 11, 2014 - Microrelatos

    Estaba dormida. Acababa de llegar. El día había sido muy ajetreado.

    La luz era tenue y blanca. La temperatura, corporal.

    Él se acercó con sigilo, trepó torpemente… hasta conseguir saltar donde ella estaba.

    Continuaba dormida.

    Se tumbó a su lado, abrazándola por la espalda. Piel con piel.

    Ella se sobresaltó levemente pero percibió un contacto conocido, un olor conocido…

    Él, sin dejar de abrazarla, le susurró –tranquila cariño, soy yo. Te lo dije, te dije que te buscaría, ¿recuerdas?. Aquí estoy, desde el principio… para siempre-.

    Ambos se durmieron con una sonrisa en los labios.

     

    … la supervisora entró en la sala para una visita rutinaria de control.

    –          Pero, ¿Qué hacen estos dos bebes en la misma cuna?

     

  • Stars-connection

    Escrito por Javier Arguia - enero 1, 2014 - Microrelatos

    El intercomunicador estelar se iluminaba de nuevo.

    ?J243 programado para la emoción, se sobresaltó.

    Hacía mucho que no recibía noticias de esa parte de la galaxia.

    No había duda, ?A654 estaba en línea.

    El teclado laser virtual se proyectó, al detectar la intención de escribir, sobre la tabla de interacción al lado del cuadro de mandos integral.

    Sin dudar demasiado, activó el emisor y saludó, tímidamente.

    De manera sorprendente…o no, recibió respuesta inmediata.

    Los textos se proyectaban en la pantalla de cristal líquido  que emergía de la parte derecha del módulo de control.

    Algunas frases de identificación… no era necesario.

    Tras el reconocimiento, los mensajes transcurren, en primer lugar, de forma banal alrededor de las dificultades del tránsito interestelar y los problemas con la comunidad de control de las repúblicas. Dura poco.

    De inmediato surgen recuerdos de proyectos comunes y momentos en los que ambos eran reiniciados y reprogramados para misiones totalmente desconocidas. Momentos en los que, en dispares lugares de la Galaxia, coincidieron.

    La comunicación se iba tornando más intimista, cada vez cargada de mayor complicidad. Era lógico, era inevitable, a ninguno les extrañó. Hacía ya mucho que la conexión era más que evidente.

    La ternura…, sí. Tan escasa en aquél entorno pero impresa y programada en cada uno de sus chips, fluía de manera natural.

    De repente, la conexión era máxima  y en aquél preciso instante… su libertad también.

    El deseo de unión, perpetua, afloró como había sucedido tantas veces entre aquellos dos dispositivos que tan fielmente reproducían hasta el más milimétrico detalle humano. (Incluso se diría que en algún aspecto, a quien fuera que los programase, se le fue la mano con la euforia… o la pasión)

    Melancolía y necesidad de volver a reencontrarse reinaban en los inmediatos mensajes que ya se sucedían encadenadamente.

    -Basta! Deberíamos interrumpir aquí la comunicación-

    -No, he de decirte la descarga de neurocelular que se produce en mis conexiones integradas al imaginar…..

    ……

    – mis labios posándose en los tuyos. … No he de decírtelo. Lo sabes…. Y lo deseo-.

    -No puedo negarte cómo lo deseo yo también, y como imagino los tuyos deslizándose bajo los míos, ….

    …

    -Y más abajo-

    De repente, sin estar planificado, previsto…ni tan siquiera pensado…

    Los dedos de él empezaron a desplazarse sobre los símbolos del teclado como poseídos por un deseo incontenible, quizás hasta inconfesable.

    Empezaron a brotar letras…palabras, desde lo más profundo de su ser. No era él quien escribía. No había pausas, no esperaba respuesta.

    De manera incontrolada, el tono iba aumentando la temperatura, ¿estaban programados para eso?, ¡que importaba!, sus células, habiéndose desarrollado orientadas a las emociones, habiendo aprendido quizás del libre albedrío, hacían su trabajo. Caricias, cuello, labios, besos, roces, lenguas….

    Escritura veloz…

    Los dedos corrían. No podían parar. Mensajes interrumpidos únicamente de manera esporádica por un ¡Ahhhh! ,o un ¡sigue!  que ella, torpemente, acertaba a teclear.

    Nada podía pararlo ahora. Era superior a su voluntad. Frases cada vez más obscenas, más cargadas de fuego, manaban de sus dedos.

    Lo que haría por su dorso, por su cintura, por sus muslos, por su sexo… Lo que él le pediría…

    Los dedos de ella también se deslizaban, …pero  ya no por el teclado.

    Ella leía, sentía, se excitaba…como si de una presencia física y palpable se tratase.

    Sin saber por qué, él percibía perfectamente que todo aquél voluptuoso torbellino le llegaba a ella cargado con la misma intensidad con la que la más íntima parte de su alma, lo transcribía en aquella pantalla. No pensaba…no veía lo que escribía. Tan solo, transmitía…

    Se acerca el final… el número de pulsaciones por minuto es irracional. Hubiese ganado un concurso estelar de velocidad de transmisión.

    Él continúa llevándola hasta el final, exhausto, con todo detalle, sin pudor… como a ellos dos les gustaba.

    -¡Ahhhh! ¡Siiiii !-

    Ella experimenta un profundo clímax como jamás hubiera imaginado que un medio remoto pudiera llegar a producirle…

    Él llora. Su «razón» no alcanza a comprender lo que ha sucedido.

    Tengo algo que decirte…

    Escrito por Javier Arguia - diciembre 30, 2013 - Microrelatos

    Levantó la cabeza, miró directamente a los ojos y…comenzó:

    Mira, hoy quiero decirte lo que necesito. No me interrumpas, por favor.

    No estoy aquí para echar un polvo, no es ese mi objetivo. No sé cómo acabará esto. Sólo quiero dejarme llevar, sabiendo que soy “Yo para tí”.

    Pero… quiero pedirte que me susurres al oído, que me abraces fuerte, que entrelaces tus dedos con los míos.

    Que pongas tu mano sobre mi cara, sobre mi cuello. Que me beses suave y prolongadamente los labios.

    Que explote tu ternura porque así te lo pide tu alma. Que acaricies y beses mi cuello.

    Quiero sentir que, olvidando lo estándares de belleza y lo que sociedad y cultura nos obliga a desear,… es mi cuerpo el que te gusta, el que te apetece…y mi alma, la que te enloquece.

    Quiero sentir que hoy, ahora, nada nos importa más en este mundo que este brillante momento. Nada existe alrededor.

    Quiero sentir tu tacto en mi pecho, en mi cintura, por debajo de mi camisa.

    Quiero que sean tus manos temblorosas, lentas, … las que me desabrochen el cinturón, las que escurran sus dedos por detrás de mi pantalón…

    Quiero que tus labios rocen mi ombligo y, antes de seguir… me mires a los ojos y me digas, desde lo más profundo de tu ser: “te amo”.

    En ese preciso instante, volvió a mirarse a los ojos, sus propios ojos… y dijo frente al espejo:

    …

    Ufff, espero ser capaz de utilizar estas mismas palabras, cuando esté frente a ella.

    El poblado Ibérico (6ª parte)

    Escrito por Javier Arguia - noviembre 7, 2013 - Microrelatos

    Manuel esperaba sentado en el taburete frente a la barra, con las piernas cruzadas, camisa de cuadros azules y blancos y pantalón vaquero. Cinturón ancho y zapatillas de deporte.

    A pesar de que ya no hacía calor, no llevaba cazadora… su calor corría por dentro.

    -Ponme otro de lo mismo Luís- Le comentó al camarero.

    – Joder Manu, llevas cuatro cubatas… y vas puesto ya…-

    -Mira tío, ¿te he preguntado algo?, ¡Te he dicho que me pongas otro…y punto!.

    El “Sapore” era un bar musical, decorado al estilo de los 80. Alternaba entre música de aquella época y “Pop” contemporáneo. Se encontraba en un barrio a las afueras de Granollers. Ligeramente escondido pero, bien conocido por los jóvenes…y no tan jóvenes, que frecuentaban la noche. Era de esos lugares en los que, el que entiende de “eso”, reconoce inmediatamente a quien está allí simplemente para tomar algo, quién para intentar pillar a alguien que le caliente la cama y quien para “pillar” algo que prolongue su euforia durante toda la noche y, ¿por qué no?, que le ayude a continuar de “empalme” al día siguiente (esa era la especie más común en aquél lugar). Se mezclaban ese tipo de figuras con los habituales “camellos del talco” y, de vez en cuando, alguna pareja de despistados enamorados o grupos de amigos que aparecían a tomarse la última. Desde la distancia, como mero observador, se diría que en ocasiones lo habitaba una ensalada de extraños personajes extraídos de la popular cantina de “Star Wars”.

    Fernando se acercó a Manuel, eran viejos conocidos del trapicheo de aquél garito aunque nunca habían cruzado más palabras que fuesen más allá del: “-¿vas a pillar algo hoy?- -Sí, pásame un par de gramitos que voy con los colegas.-”

    Aquél día fue distinto. Sólo hacía una semana escasa que Manuel había roto con Clara o, mejor dicho, que Clara había decidido dejar de aguantar sus humillaciones. Manuel estaba tocado. Mezcla de rabia, orgullo herido, miedo a no ser suficiente para nadie (como quizás le transmitieron sus padres de pequeño). Cabreado, jodido.

    -¿Qué, cómo lo llevas?- le inquirió Fernando esperando vender las papelinas que le quedaban.

    -Hoy paso tío, pero… ¡siéntate y tómate algo joder! Te invito yo.- Comentó Manuel, ya en avanzado estado de embriaguez.

    – Luis, ponle un cubata de lo que quiera a este-

    Más por intentar acabar convenciéndolo de que se quedase las últimas dosis, que por el deseo de compartir copa con él, Fernando se quedó de pié a su lado y se pidió un gin-tonic.

    -¡No te jode!, ¡la muy zorra va y dice que no quiere verme más!- Empezó a comentar Manuel, sin venir a cuento. -¿Pero, qué quiere?, ¿Un puto calzonazos que le diga a todo que sí?. Además, mira que es idiota la tía… Mira Fernando, te voy a contar…- (las palabras de Manuel y la construcción de las frases, en ese punto, ya no eran del todo inteligibles, ni siquiera coherentes). -Te cuento porque tú, estoy seguro de que me entenderás. Seguro que no te dejas manipular por este tipo de tías. … Es que, soy gilipollas. Todavía hasta me viene el recuerdo de la primera vez que me la tiré….en la nave esa que hay abandonada en la zona 7-.

    -Pues… No va la tía y, desde que vimos como un capullo enterraba un bulto cerca del poblado ibérico…¡yo qué coño se que sería aquello!… su suegra sería, jajajaja …no va la tía y me dice que vayamos a la pasma…a contárselo. Con las movidas que he tenido yo con la pasma. Y…cada cierto tiempo, venga y dale con la misma historia. Si es que…una hostia no, ¡veinte le tenía que haber dado y una patada de propina! Jajajaja.

    Fernando parecía sorprendido e intervino… -Joder tío!! ¿Pero cómo fue eso?-

    -¿Y qué coño importa? Casi ni me acuerdo…un tipo, en un quad con pinta de Rasputín…jajajajaa. -El caso es que Clara, que es así como se llama mi novia…

    -¿Pero no te había dejado?- .

    -Y una mierda!!, esa vuelve, te lo digo yo. Aunque tenga que pedirle perdón…joder… (su cabeza cayó entre sus brazos apoyados en la barra) …aunque, tenga que prometerle que voy a la pasma a rajarles lo que vimos… O si no, ¡Qué coño!, que le den-.

    -Bueno tranqui tío, hay tias buenas a patadas… pasarás de ella- .

    Pasaron varios minutos en silencio. Fernando, quedó también pensativo.

    De repente, sin haberse acabado el cubata y como recordando que le quedaba material por vender y quizás Manuel no era el comprador adecuado, o como recordando que le quedaba algo por hacer, miro a Manuel y apresuradamente le comentó –Me tengo que pirar tío, nos vemos- y desapareció.

    ¡Será capullo!…¡su madre le va a pillar más farlopa al mierda este!.

    Manuel se quedó solo. Dos, tres horas más, quizás. Todavía quedaba gente en el local, seres lejanos, extraños para Manuel, sumidos en sus conversaciones, sus risas sonoras. Escuchaba su rumor, pero no los oía. Ni a ellos ni a la canción que sonaba de fondo, en este caso una de “Mecano”.  Desesperación, sollozos, desorientación.

    Se acerca Luís. –Manu, acaba de llamar una chica que dice que es muy amiga tuya y que tenéis que hablar. Que si quieres, te espera dentro de media hora donde tú sabes. Me ha dicho que te diga que…tiene que verte-

    Manuel se incorporó con esfuerzo. Pagó de más… –Lo sabía- Le murmuró a Luis.

    -Pero tío… ¿Vas a conducir así?… Ve con cuidado Manuel-

    Subió a su moto. La noche era fría, su estado, no el más adecuado. Nada importaba. Su obsesión atenuaba cualquier otro tipo de sensación.

    No fue sencillo pero, como en muchas ocasiones, logró dirigirse a su destino. Entró, como aquella primera vez, con la moto en la nave. Acertó a ponerle el caballete y….

    Un sonido sordo, seco, resonó en su cabeza. Una punzada en el pecho.

    –Clara…- Susurró.

    Luz…y nada.

    (… continuará)

    (Quiero hacer agradecer a mi amigo Robert Borgers la ilustración digital que inspiró este capítulo)

  • El poblado Ibérico (5ª parte)

    Escrito por Javier Arguia - octubre 22, 2013 - Microrelatos

    Poco se imaginaba Gálvez que, al regresar a la oficina, Tolosa decidiría…tan deprisa!! Compartir la información del caso, que todavía no tenía ni nombre y, mucho menos que lo haría partícipe de la investigación hasta sus últimas consecuencias. Una especie de ilusión y ansiedad se mezclaban en la mirada ávida de Tomás.

    Cuando entraron en la comisaría, de regreso de Barcelona, Tolosa miró a Gálvez y aún sabiendo el interés e impaciencia de Tomás por compartir un caso, algún día, al 100%  con él le comentó:

    -Bueno Tomás, ¿Vamos a comer algo, reposamos un rato, te pones con los informes pendientes y…luego si da tiempo, … si eso…ya te digo?-

    -¿Cómo? , ¡no me jodas!-  Exclamó Tomás.

    -Ja ja ja ja. Si es que, ¡cómo te conozco! Déjame que coja una carpeta, nos acercamos al centro comercial a comer unos perritos de esos que sabes que me encantan y te voy explicando-.

    Era ya tarde para comer pero nunca tenían una hora fija establecida para ello. Cuando les entraba hambre o cuando lograban acabar algo en lo que andaban concentrados, por no dejarlo a medias y perder el hilo. No importaba, los “hot-dogs” o las hamburguesas de cualquier cadena de comida rápida siempre les esperaban. Además, hacía una agradable tarde de un templado Octubre e ideal – Pensó Tolosa- para implicar a Gálvez en un caso de principio a fin que prometía ser complejo e interesante. Se lo merecía.

    Tomás ordenó los papeles de su mesa, sin demasiado rigor y volvió al encuentro de Tolosa.

    -Anda tira.

    Ya en el vehículo, Tomás casi no acertaba a engranar las marchas.

    – ¡joder! Pues sí que tienes ganas, sí. Ja ja ja-.

    -Eso, ríete…que me tienes en ascuas-.

    En el camino Ernesto empezó a comentarle algo que aumentaba el interés y la atención de Tomás por instantes.

    – Mira, he pensado que ya es momento de que me acompañes en un caso como este y que lo llevemos de manera conjunta…hasta que lo resolvamos. Bueno, eso creo.

    -Dime, estoy preparado….eso creo, (respondió Gálvez esbozando una sonrisa al sintonizar con las bromas de Tolosa.)

    -Este caso tiene toda la pinta de estar directamente relacionado con los del “atraco con Pit-Bull”. ¿Recuerdas que hace unos años se dieron varios casos de un delincuente que, sin ningún arma aparente atracó una joyería en Barcelona, otra en Tarragona y una última muy cerca de aquí?. Tú estabas en la academia todavía pero quizás oíste algo al respecto.

    – Sí, algo oí. En especial dos de ellos. El de Tarragona en el que hubo una víctima mortal y el último, en Palau de Plegamans. Creo recordar que en este la hija del joyero que estaba atendiendo en ese momento resultó gravemente herida con la práctica amputación de un brazo por el ataque de un Pit-Bull entrenado.

    – Exacto. Y…¿No recuerdas lo que se comentaba de que el padre de la dependienta y dueño de la joyería persiguió al atracador con una carabina del 22 y realizó dos disparos? Fue muy polémico ya que disparó en plena calle con gente transitando. Se sabe que hirió al perro, por los restos de sangre que se encontraron y analizaron. Pero parece ser que el propietario del perro, el verdadero culpable, salió ileso y huyó en una furgoneta aparcada cerca del lugar. Hacía curiosamente algo más de dos años que no se había vuelto a saber nada de él. Ninguna pista, ningún nuevo asalto….hasta hace unos días.-

    -¿Cómo?, ¿Los restos encontrados en el poblado?-

    -Sí, pero no solo eso. Unos días antes de que recogieras las pruebas del poblado, una chica vino a declarar a la comisaría. No llegaste a verla porque habías salido con la judicial a localizar el domicilio de un sospechoso y…no te comenté nada porque quería ir atando cabos. Pero tranqui…ya tenía previsto que me acompañaras en este caso, de inicio a fin.

    – Bueno… ¿pero, qué te comentó?…si es que… me dejas a medias. Si estuviéramos retozando pensaría que eres eyaculador precoz.

    -jajajaj ¡me meo!…!mira que eres bestia¡ . Cuando volvamos a la comisaría te paso el informe para que le eches un vistazo. De todas formas lo que vino a comentarme, además de su situación personal que me preocupó, es que hace unos dos años, estando una noche con su novio cerca de la Torre Roja, oyeron acercarse un vehículo. El vehículo se detuvo y al rato un hombre que cargaba una especie de saco grande, lo enterró exactamente donde se han localizado los restos del animal. Justo el tiempo que hace que no hay noticias del atracador…

    -Y… ¿no vió nada más?, ¿no te pudo concretar nada más?. ¿Vehículo?.

    -Por lo que ella recuerda, con el miedo que tenía esa noche, parece ser que podía tratarse de una motocicleta o un quad por el ruido que hacía. Me dijo que el hombre era de complexión fuerte y parecía tener el pelo largo y barba pero, te aseguro que en una rueda de reconocimiento no sabría distinguirlo. Así que tenemos: Probablemente un quad, ya que en caso de ser una motocicleta hubiese llamado demasiado la atención el bulto. Un tío fuerte con pelo largo y barba…al menos, hace dos años.

    -¡Hostias! Pero…¡tenemos los datos del chip! ¡Vamos a por ese cabrón!.

    -Desde luego, pero este tío no creo que fuese tan idiota como para enterrar a su perro con un chip en el que indique cómo se llama y donde vive… de todas formas, iremos a la dirección que nos pasó Miriam. A ver qué nos cuentan. Es raro que  no coincida con ninguna denuncia puesta por pérdida o robo…-

    (…Continuará)

    La estación de la luz

    Escrito por Javier Arguia - octubre 19, 2013 - Reflexiones

    18:11 horas. Llegó, como cada tarde a la estación.

    Siempre entrando en el andén, a la derecha. El mismo banco de láminas, con varias capas de barniz a sus espaldas. De madera curtida, pero intentando renovarse aunque el paso de los años fuese dejando huella.

    Allí esperaría, como cada tarde, lo que vio. Lo que se introdujo en su ser para no abandonarle. Lo que todos merecemos.

    Todavía recuerda cuando tras un larguísimo recorrido, lleno de esperanzas, luces y sombras, pura vida y creación, búsqueda y conformismo, amargura y desesperación, culpabilidad…al grito de “llueve en mi alma y yo,… ya no me disfrazo de arcoíris”, saltó de aquél tren cargado de variopintos vagones. Saltó desgarrándose las entrañas y dejando, tras de sí, girones de más de dos décadas de vida. Saltar o morir. Saltar o vivir sin vivir.

    Todavía recuerda aquél tren al que saltó, en dirección contraria, con los focos encendidos. Un tren en el que quizás ya viajó una vez, un corto trayecto… Un tren que esperaba y al que se lanzó sin importarle el peligro. Sin importarle el daño que pudiera sufrir al saltar al vacío y aferrarse,  con las puntas de los dedos, al último vagón. Aquél que le enseñó, como él ya sabía, que el viaje podía ser de luz… Aquél tren que paró. Paró, porque era su destino.

    Todavía recuerda cuando bajó, en una de esas paradas, cansado, entristecido…pero fortalecido por la reafirmación de su creencia. Vive, déjate llevar, ama, siéntete bien. Cuando, con una mezcla de desolación por haber perdido, e ilusión por haber aprendido, se sentó de nuevo, en su banco.

    Levantó la cabeza, alzó su mirada a la izquierda hacia el viejo reloj de la estación; las 18:31.

    Allí se encontraba, como cada tarde, esperando…esperando. Cuestionándose mensajes que él mismo había emitido, apenas unos días antes, unas horas antes… ¿Perdí?, ¿qué perdí? Si nadie tiene a nadie más que a sí mismo. ¿La luz?.

    En ese instante recordó algo que le escribieron una vez: “La luz no se caza, se recibe”

    19:11, una mirada  a las vías, que se pierden en horizontes infinitos a derecha e izquierda y de nuevo de regreso a la supervivencia. La… ¿Vida real?

    Tarde tras tarde llegaba, esperaba y marchaba. Algunos trayectos recorrió, durante su ya dilatada existencia, sin demasiado entusiasmo.

    Tarde tras tarde; de 18:11 a 19:11.

    Dicen que una tarde le vieron levantarse, como cada día a las 19:11, dirigirse a la salida de la estación, con paso alegre y semblante animado. Musitando una frase, extraña para quien no la recibió. Extraña para quien no la vivió: “La luz no se caza, se recibe… ¡sí!. No volveré más a la estación”.

    Dicen que al cruzar el umbral de la estación, una potente luz cegadora iluminó su contorno como si de un aura se tratase… hasta verse fundido, absorbido, integrado.

    Nunca más nadie volvió a verle…

    (Quiero hacer un agradecimiento especial a Sonia Monteagudo quien, al leer el relato, decidió ilustrarlo de esta manera tan absolutamente certera, bajo mi punto de vista)

    El Poblado Ibérico (4ª parte)

    Escrito por Javier Arguia - octubre 7, 2013 - Microrelatos

    Poco se imaginaba Clara, aquella mañana, que lo que hacía ya dos años que había sucedido y que la mantenía, todavía, preocupada por la certeza de no haber cumplido con su “deber”, dejaría de quitarle el sueño como tantas veces a lo largo de todos esos meses.

    Se acabó. Lo suyo con Manuel, aunque todavía parecía increíble para ella, había terminado. Un día que a Manuel, se le escaparon algo más que palabras. Un día que Manuel, además de sus cervezas habituales y más cubatas que los de costumbre, se repartió “polvo blanco” sin límite entre todos los amigos. Siempre había algo que celebrar o que ocultar u olvidar tras sus salidas nocturnas con amigos.

    Ese día, o mejor, esa madrugada, sobre las 4 de la mañana, Manuel llamó a casa de Clara. Ella, con tal de evitar cualquier escándalo, se apresuró a abrir…y a acompañar a Manuel.

    -¿Vamos?-Dijo Manuel, en evidente estado de embriaguez y excitación.

    -Pero, ¿dónde vamos a ir ahora? .

    El semblante de Manuel cambió de inmediato. -Así que…hemos firmado tres instalaciones hoy…y a mi novia no le apetece ir a celebrarlo. ¡¡Pues qué bien!!. ¡¡Me parece de puta madre!!-

    -Shhhhtt, por favor, no levantes la voz. Mi familia y los vecinos están durmiendo-.

    Ante una “reprimenda” de ese tipo Manuel quedó…como inerte. Parecía fulminado.

    -No es eso, Manuel. Es que a estas horas….¿por qué no lo dejamos para mañana y me recoges antes?-.

    Los ojos de Manuel parecían haber cobrado una vida especial, furia. Mirada,  desgraciadamente conocida por Clara. Apretó los dientes y, sin mediar palabra lanzó su mano abierta hacia el rostro de Clara derribándola de inmediato. Una vez en el suelo, la agarró por el pelo y, mirándola a los ojos le dijo: -pero…qué coño estás diciendo?. Tú,.. vienes,.. ¡¡ ahora!!.

    Clara logró zafarse de la mano de Manuel y, llorando más de humillación y dolor de alma que de dolor físico, regresó corriendo hacia el portal y gritando…-¡¡ vete a la mierda Manuel !!. ¡¡ Nunca más….nunca más !!.

    Tras ese día…se sucedieron miles de disculpas, llamadas, perdones y súplicas… que Clara, por fin, desoyó, venciendo todos los miedos del universo. Nunca más volvería a soportar algo así… ni algo que se acercara a aquella relación tan remotamente separada del respeto y del amor.

    Unos días más tarde, cuando todo parecía que iba normalizándose y su rostro y su alma volvían a su estado natural,  Clara  salió, de forma decidida, hacia la comisaría más cercana.

    Con paso seguro y alegre y, después de un corto trayecto en autobús, se dirigió al policía que había sentado en la entrada redactando unos informes.

    -Vengo a hacer una declaración de algo que vi, hace mucho tiempo y creo que quizás es importante que Vds lo sepan-.

    -¿Hace mucho tiempo?, inquirió el agente.

    -Sí, unos dos años…-

    -¿¡¡Cómo ¡!?-

    -Sí…no pude… no me dejaron…explicarlo-.

    Resbalaba una lágrima por su mejilla cuando Tolosa salía de su despacho.

    -Juan, ¿Qué sucede?

    -Esta chica acaba de llegar y quería hacer una declaración sobre algo que vio hace dos años-.

    Clara miró a Tolosa limpiándose la lágrima con la mano e intentando disimular lo evidente. Sus miradas se encontraron y una sensación como de haberse conocido antes, flotó en el ambiente. –Soy el sargento Tolosa, ¿Cómo te llamas?

    -Clara-.

    -Pasa a mi despacho, por favor-.

    Clara empezó a relatarle a Tolosa lo acontecido aquella noche, hacía dos años, cerca de la “Torre Roja”. Le contó también porqué había tardado tanto en acudir a la policía y…sin saber porqué, se atrevió a explicarle lo que hacía unos días le había sucedido. Se sentía cómoda en aquel despacho. Tolosa, de inmediato, comentó: -Pero, ¿por qué no has denunciado?-

    -No sirve de nada. No importa. Ya está. Tomé mis decisiones.-

    -Eso no es suficiente, no debes dejarlo así. Nadie merece esto-.

    -Déjelo, solo quiero que pase el tiempo y espero que lo que le he contado sirva para algo-.

    -Desde luego, servirá y seguro que nos ayuda. Pero… espera, toma mi tarjeta por si pudiera hacerte falta-. Le estrechó la mano….unas décimas de segundo. Tiempo suficiente para percibir lo que sucede algunas veces en las que parece que hayas vivido ese momento con anterioridad.

    Clara se fue…

    Tolosa se sentó de nuevo en su mesa… pensativo, preocupado.

    Tras unos días intentando encajar todo lo que Clara le había contado, empezó a atar cabos de aquellos datos con una reciente información que había recibido. Un extraño hallazgo que le comunicaron los responsables de una excavación en Caldes de Montbui. En el Poblado Ibérico.

    Gálvez irrumpió en su despacho con la urgencia e impaciencia que le caracterizaba: -Han llamado los de la científica, si te parece voy a recoger un sobre de extraños restos que encontraron unos arqueólogos en unas ruinas cercanas…-

    (… continuarà)

  • Qué será, será…

    Escrito por Javier Arguia - septiembre 30, 2013 - Reflexiones

    Qué fue…

    Egoísmo, inocencia, aprendizaje, necesidad de amor, ¿Hay amor?, no, no hay.  Solidaridad, feliz, sigue al líder, observación, necesidad de amor,  aprendizaje, pasión, obsesión, amor, feliz. Dame, ¿por qué no me das?, materialismo, sexo, sexo, depende de mí, sufrimiento, amargura, liderazgo, feliz, coraza. Yo soy guay, coraza. ¿Qué pasa?…no me da. Reto, búsqueda, materialismo. ¿Hay algo más?, obsesión, coraza, dos “yo”, reto, búsqueda, depende de mí, sexo…amor. Sí…hay algo más, búsqueda, luz, sufrimiento, luz…aprendizaje… magia.

    Qué es…

    No se…pero aprendo, avanzo, sufro, feliz, aprendizaje, ¿qué quiero?, feliz,…estoy en el camino, espiritualidad. Soy yo, y no está mal. Sentirse bien. Bueno y malo en mí, soy yo.

    Qué será, será…

    Nada sería sin lo que fue. No hay arrepentimiento, fue y me enseño. Erré para aprender y corregir…para llegar a ser yo.

    Será….nadie sabe lo que será pero, de cualquier forma, germen de la semilla que se plantó, que fue, que es y continua creciendo, desarrollándose.

    Será… el fruto de lo aprendido y reflexionado. Vida, camino, sentirse bien…amar. Cambiar, evolucionar en base a lo que es…

    Dunas de piel

    Escrito por Javier Arguia - junio 12, 2013 - Microrelatos

    Me acerco a su fina piel perfumada, con mi olor y mi aliento; primero con un liviano roce que casi no llega a serlo y luego, con un contacto total y húmedo de mis labios entreabiertos

    Mis manos descansando en los costados, perfectas curvas que la naturaleza decidió dibujar en ellas. Las suyas, aferrándose a la almohada.

    Me entretengo, no importa cuánto…

    No hagas nada…

    Acompaño mi roce hacia los cerros, coronados por guindas pardo-cobrizas, ahora en tensión. Calor y humedad comparto, mientras mis dedos aumentan su presión.

    Deslizo mi rostro por las dunas de piel. Océanos de arena. Piel con piel.

    Los latidos explotan, la naturaleza se estremece.

    Espera…

    En el desierto infinito, detengo mi suspiro  en el torbellino que transmitió, por primera vez, la vida….también es para mí.

    Entre jadeos me acerco… triángulo arco-iris señalando al brote que se entrega , torrente de fluidos.

    Ahora sí, amor.

    El Poblado Ibérico (3ª parte)

    Escrito por Javier Arguia - mayo 26, 2013 - Microrelatos

    Tolosa esperaba sentado en su cómoda silla de despacho, con las piernas cruzadas, camisa blanca, americana “casual” y sus vaqueros negros. No era una postura habitual de Tolosa, teniendo en cuenta que tenía apoyados los pies sobre una silla ubicada a la izquierda de su mesa, pero había días que quizás, lo merecían.

    Hacía poco que acababan de regresar del poblado ibérico y Gálvez estaba finalizando unos informes urgentes, a toda velocidad, para poder retomar el caso que ahora tenían entre manos.

    Mientras tanto, el sargento tenía sobre la mesa el sobre que había recogido Tomás hacía pocas horas. Palpaba y miraba lo que, a través de la transparencia del plástico, se podía apreciar que contenía en su interior….

    -(Me extraña que Miriam, con lo rigurosa que es,  no haya llamado todavía. Seguro que llamó y le dijeron que estábamos fuera de la comisaría)- pensó.

    En ese mismo instante, suena el teléfono.

    -Tolosa dígame-

    -Hola Ernesto, te he llamado antes pero no estabais. Me comentaron que Gálvez recogió el sobre de las pruebas…pero supongo que querrás más datos sobre el análisis de las mismas, ¿no?.

    Miriam Verdaguer era una chica joven, alta y bien parecida. Hacía apenas dos años que se había licenciado en criminología y especializado en química forense. Pertenecía a la policía científica y, en poco tiempo, se había convertido en gran amiga de Tolosa. Había un enorme respeto por las disciplinas en las que cada uno trabajaba y existía una especial  complicidad entre ambos. Miriam era algo introvertida y se abría, únicamente, a quien le merecía plena confianza. Atrás quedaron muchos miedos de su adolescencia debidos, probablemente, a que tardó en sentirse una persona valorada e independiente.

    -Sí, acabamos de llegar y…naturalmente sí, a tu pregunta. En media hora estamos allí-

    -OK, tengo una información para ti. Traedme el sobre, por favor-

    Tolosa saltó de su butaca como pinchado por un alfiler, en busca de su compañero.

    -¿Vamos?-

    Al verlo acercarse a su mesa, Gálvez cerró la carpeta de informes – ¡naturalmente!, ya los terminaré luego.-

    Las oficinas de la científica parecían un híbrido entre comisaría y laboratorio. Les gustaba ir allí. Se respiraba un aire de profesionalidad y rigor que siempre se agradecía porque acababa dando importantes empujones a casos, a veces enquistados, para lograr su solución.

    Era un edificio antiguo, en el centro de Barcelona, fuertemente custodiado y con estrictos controles de seguridad. Una vez rebasados los mismos se dirigieron al sótano.

    Miriam, vestida con bata blanca, levantó la mirada y esbozó una tímida sonrisa al ver, a través de la pared de cristal, como Tolosa y Gálvez se acercaban.

    -Hola Miriam- Dijo Tolosa entregándole el sobre.

    -Ernesto, Tomás…Pues sí, estos son los huesos- Miriam no solía dar rodeos y sabía que los dos policías estaban impacientes por conocer más datos acerca del análisis de esas pruebas. – Es solo una parte de lo que encontramos y, como seguramente ya habréis detectado, no son humanos-

    Tolosa asintió y entornó la vista hacia Gálvez con un semblante combinado entre disculpa y solicitud de confirmación.

    -Esto…Gracias Ernesto, me he tenido que enterar justo delante de Miriam-

    – ja ja ja, perdona hombre. No quería dejarte en evidencia. Además, Miriam es de confianza y…ya conoce mis métodos. Pero creo que es importante que nunca, des nada por sentado.

    -Es que…tú también, Ernesto, ya te vale-  comentó Miriam con ligero tono de reprobación.

    – Bueno, igual me he pasado un pelín, pero tú mejor que nadie sabes que todo se ha de cuestionar-

    -Al menos podías haberle preguntado,… no sé, para hacer que le surgieran dudas… En fin, a lo que vamos-

    Y dirigiéndose a los dos empezó la explicación de su hallazgo:- Reservé solo estos de todos  los que se localizaron porque después de analizarlos minuciosamente y comprobar las coincidencias de la fecha de la muerte, edad y la raza… Gálvez interrumpió- ¿la raza?, ¿Son de perro?…Ahora entiendo…-

    -Pues sí, es un “Pit bull” de unos 5 años. Lleva enterrado dos años, de ahí que quede poco más que los huesos y… la confirmación que estabais esperando: la causa de la muerte fueron las heridas causadas una carabina del calibre 22. Por la trayectoria de los proyectiles, no parece que le provocasen la muerte en el acto pero sí, probablemente, entre 24 y 72 horas después de recibir los impactos-.

    Miriam continuó – en esos huesos que apartamos del resto de las pruebas es donde se aprecian los impactos. Entraron por la pata trasera izquierda atravesándole, uno de ellos un pulmón y otro, el estómago.

    -Y…una pregunta quizás, tonta- Interrogó Gálvez-¿No se encontró el chip identificativo entre los restos?

    -Pues sí- Respondió Miriam – y aquí tenéis los datos del dueño-

    -Es extraño- comentó el sargento- Demasiado fácil-…

    .(continuará)

  • El Poblado Ibérico (2ª parte)

    Escrito por Javier Arguia - mayo 15, 2013 - Microrelatos

    Clara esperaba sentada en el banco con las piernas cruzadas, su camiseta de tirantes preferida y sus vaqueros ajustados. Ojos brillantes y sonrisa dibujada, como siempre. Manuel estaba a punto de llegar.

    Se encontraba en el parque del Ruiseñor. Un parque ubicado en una de esas ciudades dormitorio, quizás demasiado pobladas, pero enclavadas en el Vallés Oriental, una bella comarca rica en bosques y vegetación.

    Era una calurosa noche de Septiembre.

    A sus veinte años ella se “conformaba” con, podría decirse, la primera relación que había tenido.

    Manuel llegó con su motocicleta, más de treinta minutos tarde. Se habría entretenido tomando una cerveza con algún amigo. No era la primera vez.

    -Sube, vamos- Dijo acercándole el casco.

    Ella esperaba un beso y quizás, una disculpa.

    Subió a la moto y se agarró fuerte a él, le daba seguridad. No sabía dónde irían y no se atrevía, demasiado, a preguntar. Sabía a lo que iban….Es lo que hacen los novios,¿ no?

    Veinte minutos más tarde, llegaron al polideportivo de Caldes de Montbui, una bella población termal con históricas ruinas romanas. Continuaron por el camino ancho de tierra y luego, por el sendero hacia arriba de la colina. El terreno era bastante abrupto pero todavía apto para una motocicleta como la suya, una Suzuki negra más indicada para asfalto. Dejaron atrás un desvío a su izquierda hacia la “Torre Roja”.

    Aparcaron la moto al lado de un robledal. Y siguieron andando. Manuel iba delante. Caminaron unos minutos por una pequeña vereda casi cegada por la espesa vegetación y llegaron a un pequeño claro, protegido por unos arbustos.

    La vista desde allí era fantástica. Se apreciaban las luces de Caldes de Montbui, que ya brillaban a lo lejos, al mismo tiempo que la noche los había envuelto por completo. Parecía una especie de escondido mirador desde el que se dominaba gran parte de la montaña y desde el que se veía, con total claridad, los restos de la Torre Roja más abajo. A unos trescientos metros en línea recta.

    Clara hizo el gesto de sacar algo de su bolso. Había hecho un par de bocadillos para cenar.

    -¿Ahora quieres comer?- Dijo algo molesto Manuel y con un tono ligeramente amenazante.

    -Bueno, como quieras… los he hecho de tus preferidos-   Pero…ya lo conocía y volvió a introducirlos en el bolso. Quizás él tenía razón. Allí se iba, a lo que se iba, ¿no?.

    La luna estaba esa noche en su total plenitud. Iluminaba sus cuerpos desnudos mientras Manuel, con pocas contemplaciones procedía con lo que lo había llevado hasta allí….

    Unos minutos más tarde…se sentaron y se relajaron. Se colocaron de nuevo sus ropas y esta vez, Clara, sin mediar palabra quizás para no molestar…o estropear el “mágico” momento, extrajo de nuevo el tentempié y le ofreció uno a Manuel.

    Cuando ya casi habían finalizado su ligera cena y en medio de un silencio absoluto, solo interrumpido por el peculiar sonido de los grillos, escucharon el rumor de un vehículo cercano. Parecía de una motocicleta de cross o un Quad. Era muy extraño que, a esas horas y en aquella zona alguien que no hubiese tenido la misma idea que ellos, se acercara por esos parajes. Quizás era eso.

    Dejó de oírse el vehículo como si hubiese parado cerca de la explanada donde se encontraba  la Torre Roja, resto de un mirador Ibérico.

    De pronto divisaron una figura acercándose a la torre. Desde donde se encontraban, podían ver perfectamente y ayudados por la luna, que se trataba de un hombre de complexión fuerte, portando un voluminoso bulto a sus espaldas.

    Se quedaron boquiabiertos y en silencio. Los arbustos que tenían delante los protegían en la posición que se encontraban y, si no hacían excesivo ruido, no podían tampoco ser oídos por la distancia a la que se encontraban.

    El individuo sacó una especie de pala plegable y empezó a cavar un profundo hoyo. Ellos permanecieron en silencio, se miraron perplejos en varias ocasiones, pero sabían que era mejor no hacer nada mientras aquello no terminase.

    Casi una hora y media más tarde, aquél personaje dejó caer el bulto en el profundo agujero que había cavado y empezó a enterrarlo.

    Repentinamente, cuando todo parecía que había acabado, el móvil de Clara sonó.

    Sería su madre preocupada por la hora que era. Ella alcanzó a encontrar el móvil rápidamente y a silenciarlo levantando su mirada de pánico hasta cruzarla con la de ira de Manuel, quién susurró con los dientes apretados… – Serás gili…-

    El extraño no se detuvo ni modificó su actitud. No había escuchado nada. Quizás ayudó el hecho de que además de la distancia, el poco viento que hacía corría en su dirección.

    Volvieron a oír el ruido del motor. Se alejó.

    Se miraron de nuevo y, antes de que Clara pudiera terminar la frase – Deberíamos ir a la pol…- Manuel le contestó bruscamente: – Ni se te ocurra, esto no va con nosotros. ¡Pareces estúpida a veces!. ¿No te das cuenta que podría meterme en líos?. Vamos y… como comentes esto con alguien, te vas a enterar.-

    Clara asintió…

    (Continuará)

    El Poblado Ibérico (1ª parte)

    Escrito por Javier Arguia - mayo 8, 2013 - Microrelatos

    Poco se imaginaba Tolosa que aquella mañana lo llevaría a lo más alto de una población limítrofe. Le encantaban los bosques, los montes…la naturaleza, y no dejaba escapar unas horas de caminata en sus días libres.

    Pero esta vez,  todo era distinto. Lo que ahora lo llevaba allí no tenía nada que ver con el disfrute del aire libre o la contemplación de árboles, plantas y flores.

    Hacía una hora que Gálvez se había personado en la comisaría de Caldes de Montbui  para recoger, perfectamente custodiada,  lo que parecía una importante prueba. Él no entendía porque aquello podría, de alguna forma, llevarles a la resolución de un caso…que poco tenía que ver con este tipo de hallazgos.

    Tan pronto como entró en la comisaría, corrió a entregarle a su compañero un sobre de gran tamaño con un enigmático contenido, etiquetado y marcado con un triángulo de color amarillo con el número 1 por los de la científica.

    -¿Te han indicado donde lo han localizado exactamente?-

    – Sí, en lo alto de la colina a la que se accede por el camino del polideportivo. En un antiguo poblado Ibérico. Han marcado el lugar concreto con un banderín amarillo y el mismo número que la prueba. Ya no ha quedado allí ninguna unidad, pero me han señalado también el punto exacto en un mapa del poblado-

    -¿Allí?…ahora entiendo-

    El día era soleado, pero todavía se notaban en el aire las secuelas de un húmedo y frío invierno que justo acababa de dar paso a la estación más luminosa. A pesar de ello, Tolosa, cogió su gabardina y, mirando a Gálvez con semblante alegre, como quien acaba de dar con la posible solución de un problema le comentó a su compañero: – Vamos Tommy (así llamaba el sargento a Tomás Gálvez cuando estaba de buen humor)-

    -Ok “Ernesty”, ya me explicarás por el camino lo que llevas en la cabeza- le comentó Gálvez a Tolosa esbozando una amplia sonrisa por haberle devuelto la broma y por la excitación que sentía al saber, a ciencia cierta, que Tolosa había dado con alguna importante clave-

    Gálvez acababa de salir de la academia, era joven, inexperto todavía, pero con unas enormes ganas de aprender. Muy observador, amante de su trabajo y…como a veces había comentado Tolosa…un tipo impulsivo, pero listo.

    Ambos se dirigieron en su Renault Megane, el vehículo oficial de incógnito que tenían asignado y al que ambos, tenían un especial cariño.

    10 minutos de trayecto y un solo comentario de Tolosa ante la mirada inquisitiva de Gálvez. – No seas impaciente, espera y verás-

    Una vez llegaron al inicio del camino, habiendo dejado atrás las instalaciones deportivas, este se tornaba inaccesible para turismos aunque continuaba en forma de sendero relativamente cómodo, pero con un pronunciado desnivel.

    -Y ahora?, preguntó Gálvez-

    -Ahora?, … a andar- jajajaja. Tolosa sabía que Gálvez, a pesar de que darle “movimiento a su cuerpo” a menudo en las discotecas de la comarca y de tener un cuerpo muy bien proporcionado,  no era amante del deporte al aire libre aunque algunos años atrás, había sido un gran aficionado al tenis.

    Tres kilómetros por senderos que Tolosa conocía bien. No era la primera vez que sus pies “saboreaban” esa ruta.

    A paso rápido, 30 minutos más tarde y con la lengua de Tomás arrastrando por el suelo, aparecen ante ellos, en la cima de una colina, los restos de un hermoso poblado Ibérico, en bastante buen estado de conservación  tras la excavación que se había realizado no hacía mucho tiempo.

    Gálvez se adelanta para indicarle a Tolosa el lugar exacto donde se localizó la prueba.

    -Es aquí- dijo Gálvez señalando el espacio reservado a lo que parecía un cementerio familiar de los que fueran habitantes de aquél poblado.

    Tolosa se colocó en el lugar exacto y empezó a observar, girando 360 grados,  lo que desde allí se veía o, mejor, las posibles zonas desde las cuales el punto donde él se encontraba, podía haberse observado con claridad.

    -Bueno, me vas a explicar algo…o sí?-  Le preguntó Gálvez al verlo ensimismado en sus cálculos y reflexiones.

    -Espera, espera.-  Dijo Tolosa concentrado. – ¿Crees que desde aquella pequeña loma de la derecha se podría ver con claridad lo que aquí sucede, en una noche con luna llena?-

    -Depende de la visibilidad de la noche, si hay niebla, si la noche es clara…pero, por la distancia y el ángulo, creo que sí. Además…esa pequeña planicie protegida por arbustos, parece un buen lugar para venir a ver las estrellas…y algo más que las estrellas, en compañía-.

    -¡Bingo!-

    (…continuará)

    La chica del violín

    Escrito por Javier Arguia - abril 27, 2013 - Microrelatos

    Me acuerdo de un concierto en el Palacio de la música. Uno de los pocos conciertos de música clásica a los que he asistido. La orquesta perfectamente ordenada, el director, dándonos la espalda y moviendo profesionalmente su batuta, inicia la representación. Todo es armonía, ritmo, melodía.

    Las notas suenan al unísono como en una sinfonía, pero algo sobresale, algo sucede, algo destaca. Me pregunto si el resto de la audiencia también lo ve.

    A la izquierda de la orquesta, en la segunda fila de la misma donde se encuentran los instrumentos de cuerda, una luz resplandece como si del aura se tratase.

    Hay un ser iluminado; una chica tocando el violín. Pero no está tocando, no simplemente tocando. Está realizando un acto de amor. Amor y arte, arte y amor.

    Transpira y comunica una silenciosa y eterna sensación de paz. Ama a su violín, ama a sus compañeros de orquesta, ama al resto de la creación.

    Se ama a sí misma. Es…inmensamente feliz.

  • ¡Eras tú, lo sabía!…

    Escrito por Javier Arguia - abril 27, 2013 - Microrelatos

    La gabardina colgaba de la percha de pie, a la izquierda de su mesa.

    La miró de soslayo… Incansable compañera que más que de abrigo, a pesar de que Tolosa era especialmente friolero, le servía para disimular su Beretta 92FS, fiel aliada que le ayudó, en no pocas ocasiones, a mantenerse firme.

    Corría el mes de Octubre de un Otoño que siempre recordaría. La mañana era luminosa y los rayos que conseguían esquivar las nubes de algodón dibujadas sobre el intenso azul, se clavaban en las fotografías de delincuentes y víctimas al atravesar la ventana de comisaría. Parecían señalar en una diana la agenda de las próximas horas.

    Tolosa se encontraba sentado en su despacho. Acababa de revisar el expediente que desgarró su corazón y le atenazaba las entrañas.

    Estiró las piernas para desentumecerse, recolocó ordenadamente las carpetas que siempre situaba a la derecha de su mesa. Sólo el hecho de cuadrar esa pila de informes ya le daba la sensación de mayor organización. La pantalla de ordenador con el escritorio repleto de ficheros y de fondo, una mujer saliendo del agua en una paradisíaca playa.

    Suena el teléfono, una vez, dos, tres… una llamada no por esperada y ansiada, menos temida.

    -Creo que le hemos localizado, hemos encontrado su todoterreno cerca del hotel abandonado en la carretera C17.-

    -No hagáis nada, voy hacia allá.-

    Tolosa colgó el teléfono y se quedó, durante unos segundos, paralizado y con la mirada fija y perdida en la pared de enfrente en la que destacaba, de todas las fotos prendidas con chinchetas sobre un desgastado panel de corcho, la imagen de una mujer asesinada recientemente. La mujer de su pantalla.

    Nadie conocía la relación entre Tolosa y una de las personas más buscadas en las últimas cuarenta y ocho horas. El fugitivo había asesinado a su esposa a muchos kilómetros de allí y había huido sin tener la menor duda…de que sería localizado. No se molestó en borrar pistas. Sencillamente, decidió alejarse de donde cometió el atroz crimen y dirigirse al lugar que creía origen y fin de sus problemas.

    El sargento comprobó su arma y el cargador, cogió su gabardina y salió corriendo hacia su vehículo. Cruzó la comisaría sin mediar palabra ni gesto con su compañero Gálvez. Evitando incluso su mirada.

    -Tolosa, ¿dónde vas? ¿Qué pasa?

    Quince minutos lo separaban del lugar que cambiaría su destino.

    Aparcó el coche en un camino de tierra, muy cercano al malogrado hotel, donde se encontraban las dos unidades de la policía y el “cuatro por cuatro” del sospechoso.

    Bajó del coche. El corazón acelerado. Las piernas, temblorosas.

    De inmediato, uno de sus compañeros se acercó a él.

    -Va armado con una escopeta de caza. Creemos  que se ha escondido en el hotel-

    -¡Vamos allá!, –

    Perseguir a un sospechoso armado, no era una situación habitual en una población alejada de la gran ciudad. La realidad, no es Hollywood…y el individuo, no era un sospechoso cualquiera.

    Los cuatro policías se miraron, miraron a Tolosa, desenfundaron sus armas y se aprestaron a seguirle con rostros de preocupación y concentración.

    La respiración del sargento multiplicó su ritmo, gotas de sudor frío se deslizaban por sus sienes…

    Sí, era el miedo. .

    Se aferró con las dos manos a su automática, respiró hondo y avanzó con rapidez y cautela hacia la parte posterior del hotel.

    -Dos de vosotros a la entrada principal y los otros dos a la primera planta-

    El hotel no tenía muchos años pero estaba totalmente desvencijado por los actos de vandalismo, robos de lo que cualquier artilugio que fuera vendible y por la utilización del mismo que parecía haberse hecho  para extrañas fiestas y cobijo de indigentes.

    En tan sólo diez años, el deterioro de un siglo se había cernido sobre el majestuoso edificio.

    Tolosa se acercó a la escalera del sótano, deslizándose con la máxima precaución y observación. Sus sentidos alerta, sus latidos adquiriendo tal intensidad que parecían retumbar contra las desconchadas paredes de las estancias.

    Oyó ruidos. No eran sus compañeros en las plantas superiores ni en la puerta principal….

    Era él.

    Estaba allí, en el sótano.

    Descendió sigilosamente. Al final de la escalera llegó a una habitación. Una especie de bodega con una de las paredes, la que la separaba de otra estancia contigua, formada por celosías de cristales rectangulares, rotos a pedradas.

    A través de los enormes agujeros, pudo verlo.

    Estaba de pie, en medio de la sala, con una escopeta superpuesta de cartuchos en su mano derecha, inclinada hacia el suelo.

    A pesar de su prudencia no pudo evitar pisar los trozos de cristales que se amontonaban en el suelo.

    Al oír los ruidos, el sospechoso  miró hacia la pared de celosías.

    La sala donde se encontraba Tolosa estaba oscura, tan solo unos hilos de luz atravesaban las pequeñas grietas del techo del sótano. Por el contrario, la habitación donde estaba el objetivo, sin ninguna intención de esconderse o parapetarse, se encontraba casi totalmente iluminada. Una parte del techo había cedido y permitía ver el escenario con claridad.

    -¡Está bien, se acabó!, ¡Lanza el arma lejos de ti y échate al suelo!- gritó Tolosa apuntándole al pecho.

    Al oír exactamente de dónde provenía la voz, a escasos diez metros de donde él se encontraba… levantó la escopeta, la aseguró con sus dos manos, acercó su mejilla a la culata en posición de certero tirador y apuntó hacia donde alcanzaba a apreciar la silueta del sargento.

    Décimas de segundo, cien pensamientos se cruzan en su mente.

    Suena un disparo, y otro…

    A casi un metro de distancia de donde se encontraba, desplazado por los impactos, yace en el suelo, boca arriba, quien fuera motivo de tantos desvelos.

    Tolosa…se acerca, recoge la escopeta, la abre. Está vacía, sin munición.

    Se agacha ante el cuerpo del que no para de brotar sangre. Las heridas son mortales. Una extraña sensación, mezcla de  compasión, ira y desprecio le invade.

    El moribundo mira a los ojos del sargento y sólo alcanza a pronunciar, antes de exhalar su último suspiro…

    ¡Eras tú, lo sabía!

     

    Su alma quebrantó el silencio…

    Escrito por Javier Arguia - abril 22, 2013 - Microrelatos

    Imposible determinar el tiempo transcurrido. Un segundo, tres horas…

    Un espacio atemporal de sudor, roces, caricias, abrazos, amor…déjate llevar.

    Das, recibes, Todo es natural, surge. Deseo. Sexo. Nada importa…sólo, uno más uno igual a uno.

    Un aliento de distancia. Una sola respiración y te encuentras, de manera inexplicable sumergido en un mar de luz.

    Silencio, tacto, piel con piel y dos miradas fundidas, alineadas, clavadas. No hay nada más.

    Sus cabellos extendidos, agrupados en un aura de destellos.

    No hay perfil sino luz alrededor de un rostro iluminado desafiando las leyes de la razón. Un rostro sin edad. Un rostro que no es tal, sino el reflejo de un alma encendida, fundida y en paz.

    Nada importa, sobran las palabras, nada que explicar. Solo este instante.

    Y a pesar de ello, de manera involuntaria, sin pensar lo que decía, ni cómo lo decía, ni qué impresión causaría, … cuatro palabras brotaron inconscientemente de su boca, se escaparon  y  se  atrevieron a romper la ley de ese silencio infinito…

     

    -¡Pareces un puto ángel!-

     

    (Quiero agradecer especialmente a mi amiga Jenny el comentario que hizo al leer la última frase de este relato: “A mí personalmente me sugiere… que, dentro de la capacidad humana, artística, de apreciar la belleza…de quedarnos sin palabras ante ella, a veces no tenemos más recurso que soltar un taco”)

    No molesten

    Escrito por Javier Arguia - abril 12, 2013 - Microrelatos

    12:05 del mediodía, el día es soleado, sin viento pero frío. Se nota que todavía falta mucho para la primavera.

    Vanesa, una vez avisada por la chica del servicio de habitaciones y habiendo echado un rápido vistazo, se apresura a marcar el 112.

    -No se preocupe señorita, en breve le enviamos una unidad- le dice una voz tranquila al otro lado del teléfono.

    Diez minutos más tarde aparca, delante de la puerta principal, un coche oscuro, de cinco puertas y bastante nuevo, sin distintivos.

    Dos personas salen de él. El que va delante, más alto, de unos cincuenta años y pelo canoso, bigote y perilla,  lleva una gabardina gris y algo que parece una libreta, en la mano. Su mirada, curtida por los años de profesión. El otro, más joven, con pelo negro y rizado y pinta de estudiante, vaqueros y cazadora negra, más que colega, parece un aprendiz… a la expectativa.

    -Hola, soy el sargento Tolosa y él es mi compañero Gálvez- Dice el de la gabardina enseñando una placa enganchada a una especie de cartera de piel negra.

    – acabamos de recibir una llamada del servicio de emergencias. ¿Está Vanesa?-

    -Sí, soy yo-, indica la chica de recepción de unos treinta años, morena, pelo largo y liso, de ojos alegres pero con un claro semblante de preocupación y nerviosismo… quizás por la propia presencia de la policía, algo no demasiado habitual en ese hotel.

    – acompáñenme por favor. Me avisó esta mañana la camarera al ir a arreglar la habitación. Era un “check-out”, ¿saben?; una salida-

    La siguen hasta el ascensor, segunda planta. Habitación 206. La puerta está entreabierta, como se la dejó al salir. El cartel de “no molesten” colgando en el pomo. Vanesa se detiene al lado de la entrada y accede el sargento en primer lugar, seguido por Gálvez. Finalmente entra ella y se espera, al lado de la puerta del lavabo, mirando alternativamente, a los ojos del sargento y a la cama. La habitación es mediana, de unos veinte metros cuadrados y luminosa. El diseño moderno y propio de un hotel nuevo de cuatro estrellas. Las cortinas corridas y la ventana abierta. Está revuelta. Dos de las cuatro almohadas, una toalla grande y una pequeña, por el suelo.

    -¿Ha tocado alguien algo?- Pregunta Tolosa.

    – No; tal como abrió y vio la habitación Maribel, me avisó de inmediato. Estoy segura que no ha tocado nada. Estaba alterada- responde Vanesa.- Ah! Y… me comentó que no había podido hacer la habitación en los últimos tres días. No quitaban el cartel.-

    Tolosa se acerca a diez centímetros de la cama y observa, durante unos segundos, el escenario. La cama deshecha, manchas repartidas por una amplia área, algo parecido a una huella en la pared por encima del cabezal, el desorden de alrededor…

    Mira a Vanesa, gira la vista hacia Gálvez. Anota algo en su libreta…

    -Gálvez, llame a los de científica. Si mi intuición no falla este es otro caso de “Ulises y Penélope”…-

    No lejos de ahí, una joven pareja de enamorados corre, sin detenerse, hacia su vehículo aparcado al lado de la estación…. sin poder contener su contagiosa risa.

    -Ya nos vale, el tercer hotel en tres meses…-

  • Soy Perfecto

    Escrito por Javier Arguia - abril 1, 2013 - Microrelatos

    A pesar de lo que físicamente creamos que no tenemos, que nos gustaría tener, que nos gustaría cambiar, modificar, mejorar para acercarnos a los estándares de aquél anuncio, aquella revista o aquella película.

    A pesar de lo que nos gustaría ser o parecer, porque así nos lo han enseñado, inculcado y así nos bombardean los sentidos con infalibles impactos de manera constante, en esta cultura que nos ha tocado vivir… proclamo…

    Soy perfecto:

    Tengo en mi interior un perfecto universo de células empeñadas en hacer funcionar, con milimétrica perfección, sus pequeños micro-universos, alimentándose, viviendo, reproduciéndose y muriendo… de manera fractal; permitiéndome que cada perfecto día, sea capaz de respirar, levantarme, mirar y ver, oler, saborear, besar, apreciar los sonidos que me rodean, tocar, rozar… abrazar y de alguna extraña manera, sentir, amar, evaluar la realidad, cambiarla….y VIVIR!!!

    Y tú, ¿eres perfect@?

    Kminata en solitario

    Escrito por Javier Arguia - marzo 28, 2013 - Reflexiones

    Las 10:30, llega con su atuendo habitual de caminatas cortas, periódicas, que ya conoce bien…pero con la mochila cargada con el material necesario…e innecesario, para cualquier imprevisto que pueda surgir en la ruta. Sabe que son sencillos, la mayoría conocidos…pero se siente cómodo estando “preparado” y llevando también, siempre, “soluciones” por si algún compañero las precisa. Navaja multiusos, cuchillo de monte, dos gorros, dos bufandas, agua, mosquetones, tiritas para ampollas, camiseta de repuesto por si suda demasiado…

    Su café habitual, de cada domingo, el periódico y…a esperar. Siempre convoca a muchos pero, finalmente, el número de asistentes es incierto. Pueden aparecer 1, 2, 3, 5, 10…o ninguno. Nunca se sabe. Él está ahí y aguarda. Alegre, sin pena ni expectativas por el número de participantes de ese día. El camino le espera solo o acompañado, para arroparlo, hablarle, enseñarle o…simplemente escucharle y escoltarle.

    Las 11:00, solo un mensaje: -me encuentro en un atasco, no llegaré a tiempo-

    Se levanta, sonríe al camarero del bar, conocido ya de tantos cafés de “antes de”, y cervezas de “después de”.

    Otro día de caminata en solitario.- ¿Dónde me dirijo hoy?-, se dice.-¡Ah sí!- al viejo sendero ya conocido, compartido muchas veces y recorrido solo con sus pasos, otras.

    Comienza, sólo, a buen ritmo, hoy no es necesario adecuar el compás, lo que tampoco le importa en gran medida cuando va acompañado. Un kilómetro y medio y ahí le espera el bosque, el río,  la pinaza y hojarasca en el suelo. Ahí le esperan arbustos y flores, los rastros de jabalís en el barro y de piñas roídas por las ardillas. Curiosamente, siempre está deseando cruzarse con alguna por estos parajes. Debe haber cientos…, no le sucede lo mismo con los jabalís.

    El mismo camino y siempre distinto, siempre el maestro. A veces se viste de humo en los días húmedos, otras de afilados gélidos cuchillos que hacen revivir la piel y los sentidos, o de sofocantes haces de luz atenuados por algunas ramas y de los que solo dan total cobijo las zonas más umbrías.

    Lo recibe con la más variada gama de matices como si de una imposible paleta de colores infinitos se tratase. Desde los amarillos, ocres y marrones, pasando por los rojos y granates, hasta el abanico más amplio de verdes que uno pueda imaginar y…arriba, la inmensidad del firmamento cambiante. En su estación preferida, lo acompaña con una explosión constante de color reventando en sus lindes.

    Ahí va, orgulloso de su decisión, de su voluntad…simplemente, caminar, oler, mirar, pensar, escuchar…saludar. Extraña solidaridad la de los seres que se cruzan en los caminos. En cualquier otro contexto les parecería ridículo ofrecer un saludo o una sonrisa. ¡Curioso el ser humano!.

    Por muy conocido que sea el camino, a menudo hay algún detalle que se escapa. Nunca es el mismo. Pero siempre aporta belleza.

    Piedras que miran de lado y otras que soportan el peso y hasta el juego de los caminantes. Agua, polvo, barro, silencio, cantos…y el sonido de sus pasos. En ocasiones, tan centrado en sus pensamientos, a menudo en bucle irresoluble, que le impiden disfrutar de lo verdaderamente real. Pero aprende a cada paso y recuerda algo que leyó: “El amor es la ley. Amor bajo tu voluntad”.

    Un ligero descanso. Saca un cigarrillo y hace… lo que hace tiempo que quiere dejar de hacer. Guarda la colilla y sigue avanzando. Esta vez cogerá una vía distinta de regreso. No sabe exactamente dónde conduce. Pregunta…y se atreve. Últimamente, siempre se atreve.

    Sigue avanzando para volver al mismo lugar,… renovado.

    De regreso al bar conocido, camarero conocido y…cerveza helada, siempre nueva. Algo para picar y hasta la próxima camino.

    ¿Quién sabe cuál será el que gozará y le gozará a él el próximo fin de semana?. ¿Quién sabe si sus pasos serán compartidos o solitarios jugando con su sombra y el rumor de sus botas al avanzar?.

    En cualquier caso él y el camino, se reencontrarán.

    La Comunidad de la Espora

    Escrito por Javier Arguia - marzo 27, 2013 - Reflexiones

    En el año trece del siglo veintiuno de la era de Crowley… llegaron, desde remotos puntos de la Tierra Media diez seres dispares en su aspecto y condición. Diríase que difícilmente hubiéralos unido el azar …aunque, ¿qué es el azar?.

    Diez más el aglutinador, diez más uno= 11. La magia comenzaba.

    Todos fueron convocados por el rey de los Supermercados….”el Lidl”, ¿o era líder? ¿o leader? ¿Qué más da?, si solo depende del piso de la Torre de Babel en el que te encuentres…

    Fue el dispositivo de consciencia 11RE11 quien preparó y capitaneó el místico encuentro.

    Reiterados fueron los avisos de que la reunión, además de estelar y clarificadora…podía ser dura. Los pronósticos del clima de “Invernalia” así lo indicaban.

    Uno de los seres, con acento extranjero y habitante de esa tierra inhóspita en ocasiones pero cálida en otras y, de cualquier forma, de parajes incomparables, acogió al extraño grupo en su morada. Los participantes gozaron de la más cálida de las hospitalidades. Supo transformar una reducida estancia, en un acogedor refugio para almas inquietas.

    La espera se hizo agradable, los que formaban el rebaño: lobos, corderos, lobos disfrazados de corderos, corderos disfrazados de lobos, deseando desprenderse de sus máscaras e inseguridades, devoraban el tiempo saciando su sed con el elixir oscuro aderezado con un toque de dulce cítrico y…a pesar de las advertencias de Lidl, ingiriendo tímidamente frutos de los árboles de las Tierra Bajas Jienenses, atravesados por pequeñas porciones de ser marino.

    Por fin llegaron los esperados, el maestro de ceremonias y la que se fundiría con la naturaleza.

    Todos portaron alimentos o bebidas desde sus hogares, para compartir con tan variopinto equipo.

    Estaban todos, solo tocaba partir: las mujeres del pelo de fuego, los Vmen, la morena científica, la descendiente de tierras de oriente, el que habitó en un tiempo Invernalia y nos serviría, también, de guía; el cachorro silencioso y profundo, la que nos dio amoroso cobijo, el inseguro buscador y…. Nuestro Gandalf.

    Se bendicen y reparten los frutos de las Tierras Húmedas entre los hermanos.

    Estómagos vacíos pero llenos de expectativas y con hambre de conocimiento.

    Adelante!! , La de acento extranjero, abriendo camino… su fiel compañero, de cerca y el resto, tras ellos.

    11 árboles, 11 pendientes, 11 arbustos y 11 piedras…11 minutos hasta el emplazamiento adecuado. Consenso en la elección. Ese era el lugar.

    Empieza el ritual, se da buena cuenta, al unísono, de los pedazos de Dios. Se extienden las alforjas, aislantes, mantas…abrigo.

    El grupo se reúne, cada uno, a modo de extraña constelación, encuentra su lugar.

    Naturaleza, colores, olores, cielo, tierra, madre, amistad, cometarios, risas….más risas.

    De repente, el tiempo desaparece. Un minuto, un año, un siglo, un instante, una eternidad.

    Cada uno sumido en sus pensamientos, compartiendo o no, pero todos…en la búsqueda.

    Silencio de ángel, silencio de espora….silencio.

    Miedo, abismo, claridad, c o s m o s…, sensibilidad.

    Miedo, lejanía, grupo, solidaridad…soledad.

    Y risas celestiales que los devuelven, de reconfortante manera…a la tierra.

    Cielo partido, cielo grande, tierra c o s m o s.

    Algunos se separan, se alejan, reflexionan, aspiran vida y vuelven a la ubicación elegida.

    Lidl habla, pelo de fuego contesta. Se erige en reina de Invernalia. Hace patente la baja temperatura, más interna que externa. ¡¡Vamos a Mordor!! Con el calor de los Orkos…

    Más risas…

    La otra pelo de fuego revienta en llanto de risa. Se agradece.

    Pirámides perfectas, colores, luces, Ojos de Horus, colores, luces, catedrales en el aire, colores, luces, ciudades de caramelo… arco Iris… Rainbow.  Aviones que se empeñan en reiterar su vuelo, preconsciente y consciente, sobre nuestras cabezas.

    El bosque cambia su vestido de miles de verdes tonalidades a blancas…negras. El bosque enseña sus canas…de nuevo.

    Dos regresan, volverán a por ellos. Los ánimos se calman y se reúnen las consciencias. Amantes se acercan.

    Los encogidos se desperezan y, con una disciplina y solidaridad casi militar, se recoge el campamento. Cae el manto de oscuridad…lentamente. La temperatura los respeta y el hambre se convierte en más acuciante. Hambre de comer, hambre de comprender.

    Los que tenían que regresar todavía no aparecen, pero el grupo se pone en marcha, a tientas, hacia la morada. 11+11 minutos de regreso.

    Por fin en el refugio de nuevo, hambre y comida sin esperar. Silencio y alimento reconstituyente. Casi sin control.

    Largo silencio y… de repente, se comparten experiencias, se entrelazan comentarios, se cruzan recuerdos de momentos vividos. Momentos memorables y que acaban de construir un extraño vínculo entre estos 11 seres dispares que, de alguna manera y a partir de ese momento compartirán siempre una pequeña porción de alma de Elfo que aspiraron en aquel paraje ya…inolvidable.

  • La manada

    Escrito por Javier Arguia - marzo 13, 2013 - Reflexiones

    Dos humanos y yo
    Largo y tortuoso camino.
    Un paraje único.
    Mantas, bocatas. Merienda tardía.
    Postre… con miel.
    Saboreo cada minúsculo pedazo. Me gusta, confío maestro.
    Hermoso día, se esconde el Sol a nuestra derecha…
    Nos saluda la Luna desde su perfecta “V” a nuestra izquierda.
    Descanso hasta el anochecer.
    Algo mágico sucede.

    La colina nos enseña sus canas,

    DSC_0342

    La tierra, madre, sus entrañas.

    IMG_0543

    Interrupción…Dos nuevos humanos, otra realidad, “salva-montes”.

    Maestro, mueve el autobús. Los nuevos, desaparecen.

    Miro mis pies y, debajo, la llamada de la realidad fractal. Miedo…
    Me acerco a ella, valor, es bella, huele a vida.
    Universo sobre nuestras cabezas, universo bajo mis pies.
    Un humano, sumergido en el universo estelar.
    Habla con Él. Habla consigo mismo.
    El otro humano,
    atento, cariñoso, pendiente, vigilante, compañero…
    DJ-música a la carta.
    Luces en los matorrales. Miedo…
    Maestro y yo, valor, andar hacia los matorrales. Más humanos? Otra realidad. Desaparecen.
    El otro humano,
    Comprensivo, pacificador, solidario, paciente…
    Tranquilidad, observación.
    Me levanto. Dibujando círculos protejo, inconscientemente…
    La manada.
    “Extrañavillosa” sensación:
    Feliz, me encuentro en el lugar donde deseo con quien quiero.
    Entiendo, aprendo:
    Amistad es amor, no hay duda.
    Alguna hora más y de regreso a casa.
    Ya nunca seré el mismo.

    (Dedicado a Jenny y Ronnie, mis amigos)

    Enroscados

    Escrito por Javier Arguia - marzo 13, 2013 - Microrelatos

    Enroscados en una espiral mágica.
    Los impulsos de mi médula divididos en dos perfectas mitades,
    la que da y la que recibe.
    Los cinco sentidos…y hasta el sexto, alerta.
    Los latidos, aumentando.
    El corazón sacudiendo sangre sin pausa,
    hacia arriba y hacia abajo.
    Olores, sabores… una vista privilegiada.
    Escudriñando hasta el último milímetro minuciosamente.
    Primero, con lentitud y delicadeza, acompasando los ritmos.
    Más tarde…rapidez e intensidad.
    Ya no sé donde me encuentro, los sentidos se aúnan.
    Dos pieles que se funden y, al unísono, desaparecen,
    Es nuestro momento. Quejidos que escapan, rigidez, luz.
    Paz, calma, nada.

    Quién fuera…

    Escrito por Javier Arguia - marzo 12, 2013 - Reflexiones

    Ya oigo sus inconfundibles pasos, es ella.
    Se acerca, suenan las pequeñas bisagras. Está abriendo la puerta del armarito.
    Ya llega, casi noto el calor de su mano, saldré al fin de las tinieblas en las que me quedo sumido, día a día, cuando ella se va.
    Ya abre, dos vueltas y ¡zas!, la luz inunda mi espacio.
    Sí… Otro día más, mis minutos de felicidad.
    Introduce sus dedos en mí…tres de ellos.
    Me acerca a su pequeño pie y se ayuda con la otra mano.
    Me deslizo entre los dedos, por su empeine, su talón, su planta
    Me extiende, hacia arriba por los gemelos, la rodilla… el muslo.
    Casi desaparezco y….
    Otra vez sus dedos en mis entrañas…
    Repite la operación con la otra pierna hasta el muslo. Justo en el centro, mi lunar favorito.
    Me extiende entre sus dos manos y, con una armonía y ritmo sinfónicos, me desliza por sus ingles, rodeando su sexo.
    Acercándome a él hasta poder rozar el poco vello que deja de muestra. Cerca, muy cerca……
    Siempre me pregunté…¿para quién lo reservará?. ¿Algún día seré yo?.
    Cruza una y otra vez las manos por su abdomen. Se diría que para borrar alguna estría.
    Se acaricia, se mima. La acaricio, la mimo.
    Sin que se dé cuenta, me introduzco furtivo y jugueteo, tímidamente, en su ombligo. A ella no le gusta tanto como a mí.
    Desliza las manos por la cintura y su espalda. Necesito más…
    De nuevo se aprovecha de mi esencia…me derrito. Conozco lo que viene ahora.
    Levanta la pierna apoyando el pie. Baja su mano hasta el glúteo. Movimientos circulares.
    Me acerco otra vez  a su tesoro y mucho más a su otro escondite.
    Cambia de pierna, más sudores…
    Después y al unísono, sus manos suben por las costillas.
    Toma un poco más de mí, sin permiso.
    Rodea la zona donde descansan sus pechos y luego por su parte superior. Jugueteando alrededor de los pezones y pasando suavemente sobre ellos.
    De pronto se detiene, clava sus ojos de miel en el espejo. Casi leo sus pensamientos. Son solo unos instantes… y continúa el ritual.
    Viajamos por sus axilas, los hombros y los brazos. Su cuello. ¡Qué bien huele!. A ella.
    Rápida y tímidamente pasamos por su rostro (seguro que se lo reserva para alguien con más “clase” que yo)

    y…
    Se acabó. Acerca la tapa. Calma, oscuridad, dos vueltas y a mi lugar…
    Hasta mañana cielo.

    ¡Quien fuera crema! …quién fuera, su crema favorita.

     

  • A mis hermanos

    Escrito por Javier Arguia - marzo 12, 2013 - Dedicatorias

    A los que, ya rondaban por ahí y a la que esperó dos años en aparecer.

    A ellos…con los que crecí

    Al que admiré, al que respeté y a la que compartió mis juegos y mi imaginación.

    A esos de los que aprendí y con quien viví muchas primeras experiencias,

    A esos que adoré y temí, amé y odié, envidié y agradecí.

    A esos con los que compartí la “coca-cola para dos”, los momentos de bonanza…y de escasez y  de los que heredé, de pequeño, bastante ropa.

    A esos que me hicieron sonreír y llorar, pero sentir… que formaba parte del clan

    A esos con los que corrí…unas veces delante y otras detrás,

    A esos de los que me chivé y se chivaron (y la mama con el tenedor al revés o el palo de la escoba…uffff)

    A los que me protegieron y cuidaron y a los que también cuidé

    Con los que me peleé y por los que lloré viéndolos pelear

    A aquél que se fue demasiado pronto rompiéndonos el corazón, a aquél del que me distancié, y a la que siempre estuvo ahí

    A esos a los que no enseñaron a decir “te quiero” a sus hermanos, pero con los que me une un invisible pero férreo cordón umbilical

    A esos a los que dedico, en ocasiones, demasiada poca atención

    A ellos que formaron parte de mi primera realidad, mi primera sociedad

    A esos que me enseñaron parte de lo mejor y lo peor, pero sin los que hoy no sería lo que soy

    A ellos, a mis hermanos, les quiero enviar este mensaje:

    Perdonadme si alguna vez os fallé y gracias por formar una parte tan importante de mi vida y por continuar ahí “Todos”.

    Os quiero.

    En el silencio del Hayedo

    Escrito por Javier Arguia - febrero 24, 2013 - Reflexiones

    Únicamente el sonido de mis botas, en el silencio. Avanzando y jugando con la hojarasca.

    Mis ojos, impregnándose de la belleza del frondoso bosque, sombrío, de oscuros matices, atravesados por aleatorias flechas de sol que se cuelan entre las copas abrazadas en lo alto.

    Miran, pero no ven.

    Mis pensamientos en un ciclo infernal de consciencia, ser, amor y soledad.

    Únicamente el sonido de mis botas, en el silencio,

    en el silencio del hayedo.

    A mi hermano Tito

    Escrito por Javier Arguia - febrero 4, 2013 - Dedicatorias

    Se ha ido Juan,…Juan José Llopis
    Tito, para sus padres y hermanos
    Nuestro “Lennon”, particular
    Se ha ido Juan,… Juan Salvador Gaviota
    De espíritu libre,
    Amigo, como nadie, de sus amigos,
    Su barco llegó a Ítaca demasiado pronto
    Pero él supo aprovechar, como nadie, el camino
    Él si supo encontrar su “Leyenda Personal”.
    Todos los que tuvimos el placer de conocerlo,
    Siempre llevaremos muy adentro un trozo de Tito,…
    Un trozo de Juan.

  • Pared Blanca

    Escrito por Javier Arguia - febrero 4, 2013 - Microrelatos

    Me acuerdo de una pared blanca de cal, salpicada de manchas de sangre.
    La carabina humeaba en mis manos.
    Los cadáveres en la base de la pared.
    Tenía doce años. Me sentí mal,…
    las lagartijas…, peor.
    (Todavía me siento mal al recordarlo)

    Optimista… a pesar de todo

    Escrito por Javier Arguia - febrero 4, 2013 - Microrelatos

    OPTIMISTA… A PESAR DE TODO
    Lunes, 7:42 de la mañana.
    El despertador ha sonado…varias veces.
    – ¡¡Papaaaa!!(grita Iris)
    – ¡¡Joder, qué tarde!!(Digo).
    Me pongo, desaliñado, un chándal.
    Bajamos al garaje.
    Espera allí mi “cómodo” Coreano…
    ¡¡ Añoro el alemán y automático que, antes, allí dormía!!
    Llegamos, justos, al colegio.
    Regreso a casa.
    Sigo en chándal.
    Enciendo el portátil.
    – Tras 27 años de éxitos. .…A qué dedicaré el resto de mi existencia? Podré pagar la hipoteca?…
    Odio los lunes y adoro los viernes (antes…, no era así).
    Pero… siempre he sido positivo.
    ¡¡Estoy seguro!!: Hoy, es el primer día de la mejor etapa de mi vida.

    ¡Alucinante!

    Escrito por Javier Arguia - febrero 4, 2013 - Microrelatos

    Me acuerdo del extraño sonido de vísceras.

    Recuerdo el incomparable olor a ser humano.

    Percibí uno de los significados de la palabra felicidad. Lloré.

    Mi hija había nacido.

    Parte de mí se encontraba ahora entre mis manos…

    ¡¡Alucinante!!

  • A mis hijos

    Escrito por Javier Arguia - febrero 4, 2013 - Dedicatorias

    A esos que vi nacer, que vi crecer (aunque demasiado poco);
    a los que dediqué menos tiempo del que hubiese querido
    y con los que jugué menos de lo que ahora hubiera deseado.
    A ellos que me regalaron sus sonrisas, sus palabras, sus abrazos y sus besos.
    A ellos para los que no fui tan buen padre como esperaba ser;
    para los que quise ser un modelo y no lo fui.
    Esos que me idealizaron y a quien, en ocasiones fallé.
    Sí, soy humano, cometo errores, tengo éxitos y fracaso, acierto y fallo.
    Os enseñé mi valor…y mi cobardía.
    Siempre intenté hacerlo lo mejor que supe aunque para esto, nunca se está totalmente preparado.
    A ellos quiero enviarles este mensaje
    – Por mucho que cambie la vida, que haya sucedido en el pasado, o suceda en el futuro,
    por muchos errores que se hayan cometido,
    siempre desearé veros y siempre os llevaré muy adentro.
    Os quiero.
    Perdonadme por el daño que os pude hacer.
    Estoy orgulloso de vosotros.
    Gracias por existir –

    A mis amigos

    Escrito por Javier Arguia - febrero 4, 2013 - Dedicatorias

    A los que ya no están,
    a los que lo fueron y algún día volverán,
    a los que nunca lo fueron de verdad,
    a los que me decepcionaron,
    a los que decepcioné,
    a los que siempre están,
    a los que me sorprendieron,
    a los que pude ayudar y a los que no,
    a los que …todavía me falta por conocer.
    A todos,
    porque de una manera u otra,
    me aportaron y me enseñaron algo en un momento determinado.
    Hoy me siento orgulloso de esas vivencias y de las que me faltan por vivir.

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