12:05 del mediodía, el día es soleado, sin viento pero frío. Se nota que todavía falta mucho para la primavera.
Vanesa, una vez avisada por la chica del servicio de habitaciones y habiendo echado un rápido vistazo, se apresura a marcar el 112.
-No se preocupe señorita, en breve le enviamos una unidad- le dice una voz tranquila al otro lado del teléfono.
Diez minutos más tarde aparca, delante de la puerta principal, un coche oscuro, de cinco puertas y bastante nuevo, sin distintivos.
Dos personas salen de él. El que va delante, más alto, de unos cincuenta años y pelo canoso, bigote y perilla, lleva una gabardina gris y algo que parece una libreta, en la mano. Su mirada, curtida por los años de profesión. El otro, más joven, con pelo negro y rizado y pinta de estudiante, vaqueros y cazadora negra, más que colega, parece un aprendiz… a la expectativa.
-Hola, soy el sargento Tolosa y él es mi compañero Gálvez- Dice el de la gabardina enseñando una placa enganchada a una especie de cartera de piel negra.
– acabamos de recibir una llamada del servicio de emergencias. ¿Está Vanesa?-
-Sí, soy yo-, indica la chica de recepción de unos treinta años, morena, pelo largo y liso, de ojos alegres pero con un claro semblante de preocupación y nerviosismo… quizás por la propia presencia de la policía, algo no demasiado habitual en ese hotel.
– acompáñenme por favor. Me avisó esta mañana la camarera al ir a arreglar la habitación. Era un “check-out”, ¿saben?; una salida-
La siguen hasta el ascensor, segunda planta. Habitación 206. La puerta está entreabierta, como se la dejó al salir. El cartel de “no molesten” colgando en el pomo. Vanesa se detiene al lado de la entrada y accede el sargento en primer lugar, seguido por Gálvez. Finalmente entra ella y se espera, al lado de la puerta del lavabo, mirando alternativamente, a los ojos del sargento y a la cama. La habitación es mediana, de unos veinte metros cuadrados y luminosa. El diseño moderno y propio de un hotel nuevo de cuatro estrellas. Las cortinas corridas y la ventana abierta. Está revuelta. Dos de las cuatro almohadas, una toalla grande y una pequeña, por el suelo.
-¿Ha tocado alguien algo?- Pregunta Tolosa.
– No; tal como abrió y vio la habitación Maribel, me avisó de inmediato. Estoy segura que no ha tocado nada. Estaba alterada- responde Vanesa.- Ah! Y… me comentó que no había podido hacer la habitación en los últimos tres días. No quitaban el cartel.-
Tolosa se acerca a diez centímetros de la cama y observa, durante unos segundos, el escenario. La cama deshecha, manchas repartidas por una amplia área, algo parecido a una huella en la pared por encima del cabezal, el desorden de alrededor…
Mira a Vanesa, gira la vista hacia Gálvez. Anota algo en su libreta…
-Gálvez, llame a los de científica. Si mi intuición no falla este es otro caso de “Ulises y Penélope”…-
No lejos de ahí, una joven pareja de enamorados corre, sin detenerse, hacia su vehículo aparcado al lado de la estación…. sin poder contener su contagiosa risa.
-Ya nos vale, el tercer hotel en tres meses…-
Bueno muchacho …cuando leo tus relatos consigues intrigarme eso es bueno ¿vale?….
Eso está bien. Entre otras…esa es la intención de estos relatos.