La gabardina colgaba de la percha de pie, a la izquierda de su mesa.
La miró de soslayo… Incansable compañera que más que de abrigo, a pesar de que Tolosa era especialmente friolero, le servía para disimular su Beretta 92FS, fiel aliada que le ayudó, en no pocas ocasiones, a mantenerse firme.
Corría el mes de Octubre de un Otoño que siempre recordaría. La mañana era luminosa y los rayos que conseguían esquivar las nubes de algodón dibujadas sobre el intenso azul, se clavaban en las fotografías de delincuentes y víctimas al atravesar la ventana de comisaría. Parecían señalar en una diana la agenda de las próximas horas.
Tolosa se encontraba sentado en su despacho. Acababa de revisar el expediente que desgarró su corazón y le atenazaba las entrañas.
Estiró las piernas para desentumecerse, recolocó ordenadamente las carpetas que siempre situaba a la derecha de su mesa. Sólo el hecho de cuadrar esa pila de informes ya le daba la sensación de mayor organización. La pantalla de ordenador con el escritorio repleto de ficheros y de fondo, una mujer saliendo del agua en una paradisíaca playa.
Suena el teléfono, una vez, dos, tres… una llamada no por esperada y ansiada, menos temida.
-Creo que le hemos localizado, hemos encontrado su todoterreno cerca del hotel abandonado en la carretera C17.-
-No hagáis nada, voy hacia allá.-
Tolosa colgó el teléfono y se quedó, durante unos segundos, paralizado y con la mirada fija y perdida en la pared de enfrente en la que destacaba, de todas las fotos prendidas con chinchetas sobre un desgastado panel de corcho, la imagen de una mujer asesinada recientemente. La mujer de su pantalla.
Nadie conocía la relación entre Tolosa y una de las personas más buscadas en las últimas cuarenta y ocho horas. El fugitivo había asesinado a su esposa a muchos kilómetros de allí y había huido sin tener la menor duda…de que sería localizado. No se molestó en borrar pistas. Sencillamente, decidió alejarse de donde cometió el atroz crimen y dirigirse al lugar que creía origen y fin de sus problemas.
El sargento comprobó su arma y el cargador, cogió su gabardina y salió corriendo hacia su vehículo. Cruzó la comisaría sin mediar palabra ni gesto con su compañero Gálvez. Evitando incluso su mirada.
-Tolosa, ¿dónde vas? ¿Qué pasa?
Quince minutos lo separaban del lugar que cambiaría su destino.
Aparcó el coche en un camino de tierra, muy cercano al malogrado hotel, donde se encontraban las dos unidades de la policía y el “cuatro por cuatro” del sospechoso.
Bajó del coche. El corazón acelerado. Las piernas, temblorosas.
De inmediato, uno de sus compañeros se acercó a él.
-Va armado con una escopeta de caza. Creemos que se ha escondido en el hotel-
-¡Vamos allá!, –
Perseguir a un sospechoso armado, no era una situación habitual en una población alejada de la gran ciudad. La realidad, no es Hollywood…y el individuo, no era un sospechoso cualquiera.
Los cuatro policías se miraron, miraron a Tolosa, desenfundaron sus armas y se aprestaron a seguirle con rostros de preocupación y concentración.
La respiración del sargento multiplicó su ritmo, gotas de sudor frío se deslizaban por sus sienes…
Sí, era el miedo. .
Se aferró con las dos manos a su automática, respiró hondo y avanzó con rapidez y cautela hacia la parte posterior del hotel.
-Dos de vosotros a la entrada principal y los otros dos a la primera planta-
El hotel no tenía muchos años pero estaba totalmente desvencijado por los actos de vandalismo, robos de lo que cualquier artilugio que fuera vendible y por la utilización del mismo que parecía haberse hecho para extrañas fiestas y cobijo de indigentes.
En tan sólo diez años, el deterioro de un siglo se había cernido sobre el majestuoso edificio.
Tolosa se acercó a la escalera del sótano, deslizándose con la máxima precaución y observación. Sus sentidos alerta, sus latidos adquiriendo tal intensidad que parecían retumbar contra las desconchadas paredes de las estancias.
Oyó ruidos. No eran sus compañeros en las plantas superiores ni en la puerta principal….
Era él.
Estaba allí, en el sótano.
Descendió sigilosamente. Al final de la escalera llegó a una habitación. Una especie de bodega con una de las paredes, la que la separaba de otra estancia contigua, formada por celosías de cristales rectangulares, rotos a pedradas.
A través de los enormes agujeros, pudo verlo.
Estaba de pie, en medio de la sala, con una escopeta superpuesta de cartuchos en su mano derecha, inclinada hacia el suelo.
A pesar de su prudencia no pudo evitar pisar los trozos de cristales que se amontonaban en el suelo.
Al oír los ruidos, el sospechoso miró hacia la pared de celosías.
La sala donde se encontraba Tolosa estaba oscura, tan solo unos hilos de luz atravesaban las pequeñas grietas del techo del sótano. Por el contrario, la habitación donde estaba el objetivo, sin ninguna intención de esconderse o parapetarse, se encontraba casi totalmente iluminada. Una parte del techo había cedido y permitía ver el escenario con claridad.
-¡Está bien, se acabó!, ¡Lanza el arma lejos de ti y échate al suelo!- gritó Tolosa apuntándole al pecho.
Al oír exactamente de dónde provenía la voz, a escasos diez metros de donde él se encontraba… levantó la escopeta, la aseguró con sus dos manos, acercó su mejilla a la culata en posición de certero tirador y apuntó hacia donde alcanzaba a apreciar la silueta del sargento.
Décimas de segundo, cien pensamientos se cruzan en su mente.
Suena un disparo, y otro…
A casi un metro de distancia de donde se encontraba, desplazado por los impactos, yace en el suelo, boca arriba, quien fuera motivo de tantos desvelos.
Tolosa…se acerca, recoge la escopeta, la abre. Está vacía, sin munición.
Se agacha ante el cuerpo del que no para de brotar sangre. Las heridas son mortales. Una extraña sensación, mezcla de compasión, ira y desprecio le invade.
El moribundo mira a los ojos del sargento y sólo alcanza a pronunciar, antes de exhalar su último suspiro…
¡Eras tú, lo sabía!
hola xavier me ha gustado mucho pues mientras lo leía estaba interesada por saber como acabaría, pero la próxima la haces mas larga …pues ha sabido a poco…muy bien rey …un peto
Gracias madre…a ver si se me ocurren más capítulos…jajajaja