Tolosa esperaba sentado en su cómoda silla de despacho, con las piernas cruzadas, camisa blanca, americana “casual” y sus vaqueros negros. No era una postura habitual de Tolosa, teniendo en cuenta que tenía apoyados los pies sobre una silla ubicada a la izquierda de su mesa, pero había días que quizás, lo merecían.
Hacía poco que acababan de regresar del poblado ibérico y Gálvez estaba finalizando unos informes urgentes, a toda velocidad, para poder retomar el caso que ahora tenían entre manos.
Mientras tanto, el sargento tenía sobre la mesa el sobre que había recogido Tomás hacía pocas horas. Palpaba y miraba lo que, a través de la transparencia del plástico, se podía apreciar que contenía en su interior….
-(Me extraña que Miriam, con lo rigurosa que es, no haya llamado todavía. Seguro que llamó y le dijeron que estábamos fuera de la comisaría)- pensó.
En ese mismo instante, suena el teléfono.
-Tolosa dígame-
-Hola Ernesto, te he llamado antes pero no estabais. Me comentaron que Gálvez recogió el sobre de las pruebas…pero supongo que querrás más datos sobre el análisis de las mismas, ¿no?.
Miriam Verdaguer era una chica joven, alta y bien parecida. Hacía apenas dos años que se había licenciado en criminología y especializado en química forense. Pertenecía a la policía científica y, en poco tiempo, se había convertido en gran amiga de Tolosa. Había un enorme respeto por las disciplinas en las que cada uno trabajaba y existía una especial complicidad entre ambos. Miriam era algo introvertida y se abría, únicamente, a quien le merecía plena confianza. Atrás quedaron muchos miedos de su adolescencia debidos, probablemente, a que tardó en sentirse una persona valorada e independiente.
-Sí, acabamos de llegar y…naturalmente sí, a tu pregunta. En media hora estamos allí-
-OK, tengo una información para ti. Traedme el sobre, por favor-
Tolosa saltó de su butaca como pinchado por un alfiler, en busca de su compañero.
-¿Vamos?-
Al verlo acercarse a su mesa, Gálvez cerró la carpeta de informes – ¡naturalmente!, ya los terminaré luego.-
Las oficinas de la científica parecían un híbrido entre comisaría y laboratorio. Les gustaba ir allí. Se respiraba un aire de profesionalidad y rigor que siempre se agradecía porque acababa dando importantes empujones a casos, a veces enquistados, para lograr su solución.
Era un edificio antiguo, en el centro de Barcelona, fuertemente custodiado y con estrictos controles de seguridad. Una vez rebasados los mismos se dirigieron al sótano.
Miriam, vestida con bata blanca, levantó la mirada y esbozó una tímida sonrisa al ver, a través de la pared de cristal, como Tolosa y Gálvez se acercaban.
-Hola Miriam- Dijo Tolosa entregándole el sobre.
-Ernesto, Tomás…Pues sí, estos son los huesos- Miriam no solía dar rodeos y sabía que los dos policías estaban impacientes por conocer más datos acerca del análisis de esas pruebas. – Es solo una parte de lo que encontramos y, como seguramente ya habréis detectado, no son humanos-
Tolosa asintió y entornó la vista hacia Gálvez con un semblante combinado entre disculpa y solicitud de confirmación.
-Esto…Gracias Ernesto, me he tenido que enterar justo delante de Miriam-
– ja ja ja, perdona hombre. No quería dejarte en evidencia. Además, Miriam es de confianza y…ya conoce mis métodos. Pero creo que es importante que nunca, des nada por sentado.
-Es que…tú también, Ernesto, ya te vale- comentó Miriam con ligero tono de reprobación.
– Bueno, igual me he pasado un pelín, pero tú mejor que nadie sabes que todo se ha de cuestionar-
-Al menos podías haberle preguntado,… no sé, para hacer que le surgieran dudas… En fin, a lo que vamos-
Y dirigiéndose a los dos empezó la explicación de su hallazgo:- Reservé solo estos de todos los que se localizaron porque después de analizarlos minuciosamente y comprobar las coincidencias de la fecha de la muerte, edad y la raza… Gálvez interrumpió- ¿la raza?, ¿Son de perro?…Ahora entiendo…-
-Pues sí, es un “Pit bull” de unos 5 años. Lleva enterrado dos años, de ahí que quede poco más que los huesos y… la confirmación que estabais esperando: la causa de la muerte fueron las heridas causadas una carabina del calibre 22. Por la trayectoria de los proyectiles, no parece que le provocasen la muerte en el acto pero sí, probablemente, entre 24 y 72 horas después de recibir los impactos-.
Miriam continuó – en esos huesos que apartamos del resto de las pruebas es donde se aprecian los impactos. Entraron por la pata trasera izquierda atravesándole, uno de ellos un pulmón y otro, el estómago.
-Y…una pregunta quizás, tonta- Interrogó Gálvez-¿No se encontró el chip identificativo entre los restos?
-Pues sí- Respondió Miriam – y aquí tenéis los datos del dueño-
-Es extraño- comentó el sargento- Demasiado fácil-…
.(continuará)
Bueno xavier …me lo he leido dos veces,pero este capítulo lo encuentro un poco menos inquietante que los dos anteriores…