Cenizas de quebranto en la ladera. Cenizas marrones, negras y de hiel, pero también cenizas de ilusión, esperanza y vida.
Montaña de cenizas que tras el incendio se erigen, se yerguen y ensamblan unas con otras hasta formar lo que antes era, pero ahora nueva, la túnica del peregrino… Y bajo la túnica, él. Yo.
Un yo nuevo, un yo más completo. No un yo total…todavía, porque el camino enseña pero no se deja de aprender. Y si se deja, se muere.
La cabeza reventó, no sirvió. El corazón engañaba… A mis pies seguiré esta vez. A mis pies guiados por el grito de mi estómago que se estremece y relaja, se estremece y relaja, enviando mensajes a empujones.
Y a sus pies siguió. ¿Le enviaron por caminos equivocados?. No. Porque aquél camino que escogen, sea el que sea, es el adecuado. Lección, golpe, lección, golpe. Levanta la cabeza y mira hacia la luz!!.
Y a sus pies siguió y sus pies le decían: Adelante!!. Llora y adelante. Llora de nuevo y adelante y ahora… fluye. YA. Déjate llevar.
Tú eres eso que deseas, eso que amas, eso que das. Lo que das, te lo das. Adelante. No pidas!! ¿Para qué? ¿Para sufrir?. No sufras. Desea, ama, da.
Y a sus pies siguió y… con otros pies tropezó. O… ¿recordó? O… ¿rescató?. Otros pies bajo una túnica de risa. Risa de dar, dar, dar. Tanto de dar, o de creer dar, que vacía de risa y rellena de lamento oscuro y contenido, caminaba.
Miedo de compartir camino, miedo de compartir extraños pasos. ¿Extraños? Sí. Parecían conocidos, pero eran nuevos.
Miedo de un pasado engañoso que engaña a un futuro desconocido.
Y a sus pies siguió y ahora, otros pies de cerca…o no tan cerca, danzaban. Cuatro dolorosos pasos más atrás danzaban y el camino, avanzaba.
Y se detuvo, para esperar o para tomar fuerza y seguir, con la cabeza alta, mirando a la luz.
Y se detuvo para esperar…y los otros pies le alcanzaron y de nuevo, paró. Esta vez a observar los que ahora a su lado también, inmóviles, esperaban.
Ahora sí, ahora ya, adelante. Y le dio tiempo antes de continuar, de admirar e interiorizar la luz y la sencillez de aquellos pies que ahora, con los suyos, iluminaban el camino.
¿Serán mis pies los que me llevan, ahora, a desear ensanchar el camino para danzar con los suyos?. ¿Será mi estómago que adora esos pies que, sencillamente, hicieron sonar los cascabeles de luna iluminando mi noche?.
Y a sus pies siguió y ahora, deseaban compartir la dicha de cada paso, hasta el fin de camino si así había de ser, con sus pequeños, suaves, luminosos y alegres compañeros.