Su voluntad se quebró como el cristal de una frágil probeta, haciendo estallar mi corazón detonado por el miedo y la perplejidad.
No entendía, no. No podía asimilar. Hasta que una gran persona, la reflexión y una profunda herida en mi pecho, dolorosa y frustrante, me enseñaron que sí. Es posible sentir un vacío tan profundo… tan grande, que la mente no alcance a comprender que pueda volver a llenarse; que todos los caminos se vean cortados….que todas las puertas y ventanas, cerradas.
No entendía pero ahora sé, que la mente, la acumulación de mochilas, etiquetas, …pueden hacerte creer que, a pesar de todo, ya nada vale la pena.
Extraña esta alma que es capaz de esconder, por deseo inconsciente, lo maravilloso del regalo de cada instante. Curiosa la propia negación de que…lo mejor está por venir. En cada momento… ahora.
Pero sí, en ocasiones, es así. La incapacidad de ver lo maravilloso que es el ser humano, fundiéndose con todos los seres de la tierra. El miedo a ser uno mismo, a no sentirse querido, a ser…prescindible.
Solo podemos intentar llenar ese vacío de amor, con más amor y ayudar a limpiar los rincones de excrementos acumulados a golpe de vivencias, patrones adquiridos, experiencias y enseñanzas que, en su día, no ayudaron a desarrollar una correcta autoestima, una libertad de acción y una capacidad de desarrollo y entusiasmo.
Sí, te mereces todo. Eres todo. Te mereces el amor que todo ser humano merece.
Lo entenderás, lo creerás. Créelo desde ya. Yo te ayudaré.
Estoy aquí. Estaré aquí. Siempre.