El azar nos hizo coincidir. El azar… si es que existe, o el irremediable destino del universo.
Recién llegados a un ambiente hostil y forzoso, tú ya tenías aspecto de veterano. Tu serenidad, capacidad de adaptación y de cambio de registro (aunque el tuyo, como maestro, siempre sonara unas “octavas” por encima de la media de aquel páramo de jóvenes vidas desorientadas) te hicieron ganar el respeto de los demás y mi admiración.
Ojos chisposos, presumido, deportista, lector incasable y voz profunda de maestro. Maestro de los de antes, alma de maestro, maestro de los de siempre.
De sonrisa contagiosa y verbo cautivador, la conexión química surgió de inmediato y, treinta años después…, incluso me atrevería a decir que de forma férrea y duradera.
Compartimos guardias, bocadillos, permisos, inquietudes, ilusiones, discusiones, dibujos, canciones, textos, confesiones inconfesables…
Tras esporádicas comunicaciones durante todo este largo tiempo y todavía menos frecuentes encuentros personales, sólo decirle al universo gracias por cruzarte en mi camino. Y a ti, Paco, simplemente gracias por ser el Paco de siempre y el Paco ha evolucionado hasta el inquieto artista capaz de concentrar, bien en unas pocas frases, o bien a través del disparo de una instantánea, toneladas de inspiración, sensaciones y sentimientos.
Maestro artista, gracias por este regalo y por tu amistad.
Puede estar contento tu amigo Paco…lo que has escrito de el es muy bonito…me gusta…..
Es un amigo de esos que vale la pena. Me alegro que te haya gustado. Te quiero madreeeee