Me sonríen al pasar a su lado, de camino a la cocina para rellenar la cantimplora de agua.
Lo hacen cada semana, puntualmente, cuando salen del altillo para hacer el trayecto habitual y descansar, durante unas horas, en una esquina del comedor. Puedo percibir su impaciencia y nerviosismo. Si tuvieran rabo como los perros, hace tiempo que habrían desencajado las patas del sofá en donde esperan a que amanezca.
Un metro cuadrado que se transforma en un concierto de ilusión, generando un aura de luz a su alrededor.
El equipo perfecto, donde se mezclan los sueños de todos sus integrantes: ellas imaginarán nuevos caminos; en algunas ocasiones, repletos de piedras donde les costará mantener la horizontalidad, o de pura roca donde agarrarse perfectamente. En otras, sobre mullidos colchones de hojarasca o polvorientos senderos. Preparadas para protegerme de humedades, incluso lluvias y frio, y dispuestas a afrontar los desniveles que sea preciso. Ellos, dispuestos a protegerme de arbustos y ramas punzantes, a ajustarse elásticamente a todo tipo de terreno y a las veces que deberán flexionarse durante la travesía. La del “porsi”, lista con todo su variopinto contenido para solucionar cualquier imprevisto que pueda surgir. Incluyendo desde aparatos para apreciar con mayor aumento el avistamiento de algún curioso animal, cueva o colina lejana, pasando por artículos punzantes de varios tamaños para cortar una rama, un fruto o… defenderme del ataque de algún oso o dinosaurio (osos??, dinosaurios??), hasta todo tipo de accesorios para solucionar alguna eventual emergencia que, nunca se sabe, pueda darse en esos alejados parajes. Además de linterna, mosquetones, pastillas, pañuelos de papel, chubasquero, ropa de abrigo, agua, algo de comida… tampones…
Vaya bullicio de sensaciones!!. Imaginación e ilusión del niño que ansía cada semana, recobrar el contacto con la naturaleza, sólo o acompañado. Siempre rodeado por los duendes guardianes de los bosques. Enamorándose de tupidas sendas, respirando verde y azul, mirando al horizonte, superando las subidas, buscando el lugar donde hacer un alto en el camino, disfrutando las bajadas de regreso. Sudando camisetas y cintas en la frente. Notando las piernas y los pulmones. Adelante y, como decía mi hermano:… Alguna vez llegas a la cumbre, siempre a alguna parte.
Lo que empieza como una afición, se acaba convirtiendo en una adicción.
Buenas noches equipo, os despierto mañana, prontito!!