Clara esperaba sentada en el banco con las piernas cruzadas, su camiseta de tirantes preferida y sus vaqueros ajustados. Ojos brillantes y sonrisa dibujada, como siempre. Manuel estaba a punto de llegar.
Se encontraba en el parque del Ruiseñor. Un parque ubicado en una de esas ciudades dormitorio, quizás demasiado pobladas, pero enclavadas en el Vallés Oriental, una bella comarca rica en bosques y vegetación.
Era una calurosa noche de Septiembre.
A sus veinte años ella se “conformaba” con, podría decirse, la primera relación que había tenido.
Manuel llegó con su motocicleta, más de treinta minutos tarde. Se habría entretenido tomando una cerveza con algún amigo. No era la primera vez.
-Sube, vamos- Dijo acercándole el casco.
Ella esperaba un beso y quizás, una disculpa.
Subió a la moto y se agarró fuerte a él, le daba seguridad. No sabía dónde irían y no se atrevía, demasiado, a preguntar. Sabía a lo que iban….Es lo que hacen los novios,¿ no?
Veinte minutos más tarde, llegaron al polideportivo de Caldes de Montbui, una bella población termal con históricas ruinas romanas. Continuaron por el camino ancho de tierra y luego, por el sendero hacia arriba de la colina. El terreno era bastante abrupto pero todavía apto para una motocicleta como la suya, una Suzuki negra más indicada para asfalto. Dejaron atrás un desvío a su izquierda hacia la “Torre Roja”.
Aparcaron la moto al lado de un robledal. Y siguieron andando. Manuel iba delante. Caminaron unos minutos por una pequeña vereda casi cegada por la espesa vegetación y llegaron a un pequeño claro, protegido por unos arbustos.
La vista desde allí era fantástica. Se apreciaban las luces de Caldes de Montbui, que ya brillaban a lo lejos, al mismo tiempo que la noche los había envuelto por completo. Parecía una especie de escondido mirador desde el que se dominaba gran parte de la montaña y desde el que se veía, con total claridad, los restos de la Torre Roja más abajo. A unos trescientos metros en línea recta.
Clara hizo el gesto de sacar algo de su bolso. Había hecho un par de bocadillos para cenar.
-¿Ahora quieres comer?- Dijo algo molesto Manuel y con un tono ligeramente amenazante.
-Bueno, como quieras… los he hecho de tus preferidos- Pero…ya lo conocía y volvió a introducirlos en el bolso. Quizás él tenía razón. Allí se iba, a lo que se iba, ¿no?.
La luna estaba esa noche en su total plenitud. Iluminaba sus cuerpos desnudos mientras Manuel, con pocas contemplaciones procedía con lo que lo había llevado hasta allí….
Unos minutos más tarde…se sentaron y se relajaron. Se colocaron de nuevo sus ropas y esta vez, Clara, sin mediar palabra quizás para no molestar…o estropear el “mágico” momento, extrajo de nuevo el tentempié y le ofreció uno a Manuel.
Cuando ya casi habían finalizado su ligera cena y en medio de un silencio absoluto, solo interrumpido por el peculiar sonido de los grillos, escucharon el rumor de un vehículo cercano. Parecía de una motocicleta de cross o un Quad. Era muy extraño que, a esas horas y en aquella zona alguien que no hubiese tenido la misma idea que ellos, se acercara por esos parajes. Quizás era eso.
Dejó de oírse el vehículo como si hubiese parado cerca de la explanada donde se encontraba la Torre Roja, resto de un mirador Ibérico.
De pronto divisaron una figura acercándose a la torre. Desde donde se encontraban, podían ver perfectamente y ayudados por la luna, que se trataba de un hombre de complexión fuerte, portando un voluminoso bulto a sus espaldas.
Se quedaron boquiabiertos y en silencio. Los arbustos que tenían delante los protegían en la posición que se encontraban y, si no hacían excesivo ruido, no podían tampoco ser oídos por la distancia a la que se encontraban.
El individuo sacó una especie de pala plegable y empezó a cavar un profundo hoyo. Ellos permanecieron en silencio, se miraron perplejos en varias ocasiones, pero sabían que era mejor no hacer nada mientras aquello no terminase.
Casi una hora y media más tarde, aquél personaje dejó caer el bulto en el profundo agujero que había cavado y empezó a enterrarlo.
Repentinamente, cuando todo parecía que había acabado, el móvil de Clara sonó.
Sería su madre preocupada por la hora que era. Ella alcanzó a encontrar el móvil rápidamente y a silenciarlo levantando su mirada de pánico hasta cruzarla con la de ira de Manuel, quién susurró con los dientes apretados… – Serás gili…-
El extraño no se detuvo ni modificó su actitud. No había escuchado nada. Quizás ayudó el hecho de que además de la distancia, el poco viento que hacía corría en su dirección.
Volvieron a oír el ruido del motor. Se alejó.
Se miraron de nuevo y, antes de que Clara pudiera terminar la frase – Deberíamos ir a la pol…- Manuel le contestó bruscamente: – Ni se te ocurra, esto no va con nosotros. ¡Pareces estúpida a veces!. ¿No te das cuenta que podría meterme en líos?. Vamos y… como comentes esto con alguien, te vas a enterar.-
Clara asintió…
(Continuará)
bueno javier arguia …me has dejado en suspense …ya tengo ganas de ver en que queda …¿vale ?asi que manos a la obra….
Gracias. Me encanta que os guste y…. os enganche. Veremos, veremos que, parece ser que falta más de un capítulo…jajajaja