Manuel esperaba sentado en el taburete frente a la barra, con las piernas cruzadas, camisa de cuadros azules y blancos y pantalón vaquero. Cinturón ancho y zapatillas de deporte.
A pesar de que ya no hacía calor, no llevaba cazadora… su calor corría por dentro.
-Ponme otro de lo mismo Luís- Le comentó al camarero.
– Joder Manu, llevas cuatro cubatas… y vas puesto ya…-
-Mira tío, ¿te he preguntado algo?, ¡Te he dicho que me pongas otro…y punto!.
El “Sapore” era un bar musical, decorado al estilo de los 80. Alternaba entre música de aquella época y “Pop” contemporáneo. Se encontraba en un barrio a las afueras de Granollers. Ligeramente escondido pero, bien conocido por los jóvenes…y no tan jóvenes, que frecuentaban la noche. Era de esos lugares en los que, el que entiende de “eso”, reconoce inmediatamente a quien está allí simplemente para tomar algo, quién para intentar pillar a alguien que le caliente la cama y quien para “pillar” algo que prolongue su euforia durante toda la noche y, ¿por qué no?, que le ayude a continuar de “empalme” al día siguiente (esa era la especie más común en aquél lugar). Se mezclaban ese tipo de figuras con los habituales “camellos del talco” y, de vez en cuando, alguna pareja de despistados enamorados o grupos de amigos que aparecían a tomarse la última. Desde la distancia, como mero observador, se diría que en ocasiones lo habitaba una ensalada de extraños personajes extraídos de la popular cantina de “Star Wars”.
Fernando se acercó a Manuel, eran viejos conocidos del trapicheo de aquél garito aunque nunca habían cruzado más palabras que fuesen más allá del: “-¿vas a pillar algo hoy?- -Sí, pásame un par de gramitos que voy con los colegas.-”
Aquél día fue distinto. Sólo hacía una semana escasa que Manuel había roto con Clara o, mejor dicho, que Clara había decidido dejar de aguantar sus humillaciones. Manuel estaba tocado. Mezcla de rabia, orgullo herido, miedo a no ser suficiente para nadie (como quizás le transmitieron sus padres de pequeño). Cabreado, jodido.
-¿Qué, cómo lo llevas?- le inquirió Fernando esperando vender las papelinas que le quedaban.
-Hoy paso tío, pero… ¡siéntate y tómate algo joder! Te invito yo.- Comentó Manuel, ya en avanzado estado de embriaguez.
– Luis, ponle un cubata de lo que quiera a este-
Más por intentar acabar convenciéndolo de que se quedase las últimas dosis, que por el deseo de compartir copa con él, Fernando se quedó de pié a su lado y se pidió un gin-tonic.
-¡No te jode!, ¡la muy zorra va y dice que no quiere verme más!- Empezó a comentar Manuel, sin venir a cuento. -¿Pero, qué quiere?, ¿Un puto calzonazos que le diga a todo que sí?. Además, mira que es idiota la tía… Mira Fernando, te voy a contar…- (las palabras de Manuel y la construcción de las frases, en ese punto, ya no eran del todo inteligibles, ni siquiera coherentes). -Te cuento porque tú, estoy seguro de que me entenderás. Seguro que no te dejas manipular por este tipo de tías. … Es que, soy gilipollas. Todavía hasta me viene el recuerdo de la primera vez que me la tiré….en la nave esa que hay abandonada en la zona 7-.
-Pues… No va la tía y, desde que vimos como un capullo enterraba un bulto cerca del poblado ibérico…¡yo qué coño se que sería aquello!… su suegra sería, jajajaja …no va la tía y me dice que vayamos a la pasma…a contárselo. Con las movidas que he tenido yo con la pasma. Y…cada cierto tiempo, venga y dale con la misma historia. Si es que…una hostia no, ¡veinte le tenía que haber dado y una patada de propina! Jajajaja.
Fernando parecía sorprendido e intervino… -Joder tío!! ¿Pero cómo fue eso?-
-¿Y qué coño importa? Casi ni me acuerdo…un tipo, en un quad con pinta de Rasputín…jajajajaa. -El caso es que Clara, que es así como se llama mi novia…
-¿Pero no te había dejado?- .
-Y una mierda!!, esa vuelve, te lo digo yo. Aunque tenga que pedirle perdón…joder… (su cabeza cayó entre sus brazos apoyados en la barra) …aunque, tenga que prometerle que voy a la pasma a rajarles lo que vimos… O si no, ¡Qué coño!, que le den-.
-Bueno tranqui tío, hay tias buenas a patadas… pasarás de ella- .
Pasaron varios minutos en silencio. Fernando, quedó también pensativo.
De repente, sin haberse acabado el cubata y como recordando que le quedaba material por vender y quizás Manuel no era el comprador adecuado, o como recordando que le quedaba algo por hacer, miro a Manuel y apresuradamente le comentó –Me tengo que pirar tío, nos vemos- y desapareció.
¡Será capullo!…¡su madre le va a pillar más farlopa al mierda este!.
Manuel se quedó solo. Dos, tres horas más, quizás. Todavía quedaba gente en el local, seres lejanos, extraños para Manuel, sumidos en sus conversaciones, sus risas sonoras. Escuchaba su rumor, pero no los oía. Ni a ellos ni a la canción que sonaba de fondo, en este caso una de “Mecano”. Desesperación, sollozos, desorientación.
Se acerca Luís. –Manu, acaba de llamar una chica que dice que es muy amiga tuya y que tenéis que hablar. Que si quieres, te espera dentro de media hora donde tú sabes. Me ha dicho que te diga que…tiene que verte-
Manuel se incorporó con esfuerzo. Pagó de más… –Lo sabía- Le murmuró a Luis.
-Pero tío… ¿Vas a conducir así?… Ve con cuidado Manuel-
Subió a su moto. La noche era fría, su estado, no el más adecuado. Nada importaba. Su obsesión atenuaba cualquier otro tipo de sensación.
No fue sencillo pero, como en muchas ocasiones, logró dirigirse a su destino. Entró, como aquella primera vez, con la moto en la nave. Acertó a ponerle el caballete y….
Un sonido sordo, seco, resonó en su cabeza. Una punzada en el pecho.
–Clara…- Susurró.
Luz…y nada.
(… continuará)
(Quiero hacer agradecer a mi amigo Robert Borgers la ilustración digital que inspiró este capítulo)
me has dejado con la miel en la boca..cuando he visto el cotinuara…espero pronto para ver lo que pasa…encuentro que hablan un poco mal ¿no te parece?…un peto