Amanecía en el frondoso hayedo. Reinaba un mágico silencio y un olor verde y marrón emanaba de la alfombra de hojas. Asomaba, de vez en cuando, alguna roca y algún tronco que, al no soportar más el peso de los años, se tumbaba a descansar.
Las hayas se despertaban relajadas y se sonreían, unas a otras, con un guiño de complicidad…¡era día de reunión!.
Algo jugueteaba entre la hojarasca. Se oyó un peculiar silbido. No era humano, ni un canto de pájaro, ni el sonido de otro animal. Era una penetrante melodía que resonaba en todo el bosque…en todos los bosques de la tierra. Era la llamada de los duendes…
Un extraño ser asomó por detrás de un haya. Avanzó lenta y alegremente y se sentó sobre uno de los troncos caídos, en un pequeño claro del bosque.
Desde distintas direcciones y como destellos de luz iban llegando algunos nuevos miembros que, sin duda, acudían a la reunión.
Nunca se sabía cuántos… o cuántas acudirían. No importaba. Sólo compartir unos momentos y reflexiones era lo valioso. Era día de reencuentro con uno o cien.
Llegaban solos o en manada. Unos se sentaban, otros jugueteaban con los obstáculos y alguno se entretenía concentrándose para lograr levitar. ¿Raros? Quizás sí…, o quizás no. ¿Vivos? SÍ.
Poco a poco se iban reuniendo en el claro, al lado de Elfy. Tampoco eso da mucha información, porque TODOS los duendes se llaman Elfy. Qué lío!!.
Intentemos distinguirlos. Había duendes y duendas. Se diferenciaban por su mirada y su sonrisa. No siempre sonreían, pero lo intentaban. Todos habían tenido vidas distintas, cargadas de luces y sombras, pero también todos sabían que su actitud era lo que los llevaba cada día a sentirse felices. Unos momentos más que otros. Eran pequeños-grandes seres que llevaban dentro de sí un trozo de estrella. Seguramente, como todos los seres que habitan este y otros planetas. Hasta los humanos son así, pero algunos, no lo saben.
Vestían botas altas de cuero marrón para no mojarse los pies (aunque muchas veces se las quitaban y les gustaba caminar descalzos por los prados, cruzar los ríos…), pantalones por dentro de las botas, camisas de lino de muchos colores y una mochila “porsi”… por si acaso podían necesitar alguna cosa más. No es que eso fuese un uniforme de duendes, sencillamente vestían así porque era cómodo para andar por la vida.
A pesar de que todos, como he dicho, tenían el mismo nombre, cuando tenían que llamarse unos a otros utilizaban distintos silbidos que los identificaban, o gritaban ¡Elfy!, y todos se giraban, o utilizaban sus enormes poderes mentales para llamarse por telepatía… pero eso era muy cansado.
Parecía que ya no llegarían más ¿o sí? Nunca se sabía. Eran 11 más el que los convocó, los que por fin se encontraban agrupados y deseando compartir temas para reflexionar, para reír, para hablar y para escuchar.
El que emitió el silbido, de ojos marrones (aunque él decía que si se miraban de cerca tenía puntitos verdes) les propuso un tema. ¿Qué os parece si jugamos a definir la felicidad? Quizás no debería hacer falta porque, de manera normal debería ser la forma de vida ,¿no creéis?. Y comenzó,-¿No será simplemente la capacidad que tenemos de emocionarnos y el propio deseo de sentir emoción?-
-Ufff-, dijo la duenda rubia de ojos pardos y risueños que se había unido hacía muy poco a esas reuniones..-¡Qué rebuscado!. ¿Y no será sencillamente…, dejar de buscarla?.
Un duende que se encontraba al lado de ella, de ojos penetrantes y rasgados y voz profunda, como de profesor, quiso añadir, quizás algo nostálgico – La felicidad es llegar cansado del trabajo y que unos ojos marrones busquen tu mirada, que unos piececitos torpes y ansiosos avancen a trompicones por el pasillo en busca de tu abrazo, o mirar como corren las nubes empujadas por el viento, nada más, nada menos-.
La rubia, animada por la última definición de su compañero y ensimismada como si estuviera leyendo en un árbol de enfrente, prosiguió: -Felicidad… es pelear contra tus miedos, desprenderte de las cargas que te pesan demasiado, alejarte de los juicios y prejuicios de la gente que te rodea, andar solo por donde tu razón y tu corazón te dicta…
Todos escuchaban atentos…
-¡Uy, qué serios nos hemos puesto! – y cambiando de tono añadió: -Pues eso, cuando eres capaz de enviar todo eso a tomar por……, Eres feliz aunque no tengas nada. Siempre te tendrás a ti mismo-
Todos esbozaron una sonrisa…
Aprovechando el momento de distensión, como en una racha de inspiración continuó:-¿ y no será la sensación de llegar de vacaciones y comprobar que tus compañeras han engordado más que tú?-
Risas generales. Esto prometía y estaba siendo, como siempre, divertido.
Unos segundos de silencio. Parecía que todos se concentraban.
Intervino, de pié y apoyada en un haya de torcido tronco, la duenda de negros ojos, como de gladiadora, duros y sonrientes a la vez. –Yo creo que debe ser como sentir que al final de la lucha, lo has logrado-
Cerró los ojos unos segundos:-o mejor, …caminar descalzo sobre tu propia conciencia-
Tras esa intervención…se abrió paso el surrealismo…
La duenda de ojos achinados que se encontraba sentada abrazando sus rodillas y con su largo flequillo negro sobre la frente, casi tapándole su mirada, lanzó su definición- La felicidad es un chaleco situado debajo de su asiento en el autobús 181, el de Todos Los Trayectos Que Van A La Montaña. Suele utilizarse únicamente en casos de emergencia o por tropiezo, pero dicen que alguno se ha bajado del autobús con él puesto-
Hubo una expresión común…-¿Cómo?- Todos rieron. Tocaba dejar volar la imaginación.
De nuevo un pequeño silencio hasta que, una duenda de ojos oscuros, enigmáticos y profundos se decidió a intervenir. – La felicidad siempre está con nosotros pero es como un superhéroe que tiene la virtud de hacerse invisible a veces. Sólo tenemos que relajarnos y tener buena actitud para quitarle la capa de invisibilidad-
Dos segundos más tarde, miró al cielo, entre las ramas y hojas de las hayas y como dirigiéndose hacia ese espació inquirió: -Señora felicidad, ¿Sería usted tan amable de venirse conmigo? Prometo hacerla feliz.-
Todo el mundo se estaba entusiasmando con el tema, parece que estaba dando de sí.
A su lado se encontraba una Elfy de largos cabellos rizados y mirada dulce de ojos claros. Se animó – Estar en paz contigo mismo. No necesitar nada más en ese momento en el que estas tan bien. La felicidad la sentimos a ratitos, no es eterna.-
Junto a la duenda de ojos achinados, se encontraban dos duendes que llevaban el ritmo en la sangre. Para ellos, como para ella, la música era vida. Así, uno de ellos intervino- Un instrumento musical, cuando está afinado y tiene la tensión correcta para el momento, y se ejecuta con la debida responsabilidad, es un generador de felicidad-
Desde el otro extremo, una duenda llegada de tierras lejanas, de frondosa melena y grandes y redondos ojos de mirada escrutadora, añadió con un exótico acento: – la felicidad es cuando sientes que todo es perfecto. Cuando sientes que todo lo que te ha pasado ha valido la pena para llegar hasta esta estación-
Parecía que todo iba derivando y tomando un cariz ligeramente místico pero de repente, otro de los duendes embriagados por la música, hecho de música, con algunos pelos blancos y pequeños ojos oscuros, cambió radicalmente el rumbo de las definiciones. Todo tenía cabida.
– sabéis, para mí la felicidad no es nada. Una invención de los cuentos de Walt Disney. Prefiero la palabra plenitud: Uno puede estar más pleno o menos en diferentes áreas de la vida a nivel material, sexual, emocional e intelectual. Creo que la felicidad es un cuento que nos han vendido. … y fueron felices y comieron perdices….-
Risitas de sus melómanos compañeros que se contagiaron, como siempre, al resto. Breve silencio.
Probablemente no iba falto de razón pero pareció que los allí reunidos preferían pensar que sí existía o relatar, al menos, como vivían eso que los hacía dichosos.
Se oyó un ruido a unos pocos metros de donde estaban concentrados. Parecía como de algún pequeño animalillo que correteaba. Todos miraron hacia allí.
Detrás de una de las hayas de mediano grosor asomó una duenda de luminosa sonrisa y ojos color miel. Prefirió seguir escondida porque quizás no sentía que podía formar parte de aquello, como todos. Lanzó la frase que estaba deseando expresar… y desapareció: – Esa pequeña sonrisa que se pone en la cara al despertar y ver la luz del nuevo día entrando por la ventana, mirando como duerme a quien amas a tu lado-
Todos se extrañaron de que quizás, no se sintiera lo suficientemente duenda para quedarse con ellos pero, como todos los duendes, algún día lo conseguiría.
Tras esa reflexión que pareció cruzar la mente de los asistentes, una duenda de pelo corto y con ojos y expresión de cuenta-cuentos, se puso de pié. La atención, ahora, se centró en ella que, de manera tranquila, empezó a relatar:
– Crié un gusano de seda para convertirlo en crisálida y ver nacer una mariposa. Cuando la vi, sentí movimientos extraños en todo el cuerpo que me hacían sonreír. Y cuando paseaba con ella la gente decía:¡ mira la tonta qué cara de felicidad tiene!. Así que la felicidad es una cara tonta riéndose.-
¿Sabéis?, añadió: – En el pueblo donde yo nací, había un matrimonio que tuvieron una hija, y le pusieron Felicidad porque ellos eran muy desgraciados.-
Todos seguían atentamente sus relatos y prosiguió con un tono entre nostálgico y profundo: – La felicidad querido amigo, es tener una cama para derramar las carnes cuando sientes que ya no eres tú quien se fue, y no sabes quién llegó, pero que necesitas recuperarte para saber quién eres. Y aun así, no eres tú quien siente felicidad sino las carnes. O sea que, bien pensado, posiblemente sean las sabanas las que sin carnes sean las dueñas de la felicidad.-
Miró a su derecha alzando la vista para cruzarse con un rayo de sol que asomaba entre las hojas -Si alguno tenéis hijos, quizás estéis de acuerdo conmigo en que, amamantar, es una acción tremendamente dichosa, y el sumun de la felicidad es endulzarte los labios con la tierna piel de tu bebe.-
Los asistentes continuaban disfrutando del maravilloso entorno de aquella distendida reunión que parecía ya concluida.
Había sido una agradable mañana en la que, todos los que estaban allí deseaban eso mismo, en ese preciso instante,…. Estar ahí.
Fue un juego en el que cada uno expresa lo que tiene dentro. Cualquier definición o ninguna. Hablar o escuchar. Todo era válido.
Se despidieron con abrazos de más de 20 segundos… que son los que llenan, sabiendo que tanto si sus caminos volvían a cruzarse como si no, había merecido la pena.
Desparecieron dejando tras de sí, esta vez, estelas de de innumerables colores…
Sean simplemente momentos o una forma de existencia, tanto mejor te sentirás cuanto más positiva y constructiva sea tu actitud frente a lo cotidiano. Bien compartiendo de manera plena tu vida, o bien, mientras eso sucede, disfrutando de la complicidad con el silencio y la soledad de uno mismo.