“Bien abrigado, llegaba al colegio, 1.960, hace poco tiempo…”
Así empezaba una de las canciones del grupo “Asfalto” de aquella época. Lo que voy a relatar es, más bien, de mediados de los 70, pero esta canción siempre me ha recordado aquellos tiempos.
Pelo a lo “Marcelino”, bata de rayas azules con olor a lápices de colores Alpino y a goma Milán; pantalones cortos, calcetines largos.
Diez niños todavía delante… nueve…
Las ideas se mezclaban a borbotones, sin orden, sin posibilidad de racionalizar nada más que la salvaje realidad que se avecinaba. ¿Por qué? ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Dónde está mi madre?. Quiero morir. ¿Morir?, no, que debe doler un montón. Quiero irme, desaparecer. No me importa nada ni nadie. No quiero que nadie me hable… Podría huir, ahora mismo, corriendo, corriendo mucho, sin mirar hacia atrás. Me flojean las piernas. No tengo valor, me atraparían.
-¡Niños!, ¡no os mováis de la fila!-
¡La odio!, ¡Odio a la profesora y al colegio!.
Ocho… siete…
Tres de ellos están llorando, el resto, con la cabeza baja. Jaime, me mira con esos ojos que sólo le había visto una vez, cuando Gamonal, el bruto de sexto curso, nos había quitado la pelota hecha con periódicos y celofán, y al quejarme, me había dado dos bofetadas en la cara. Me está diciendo sin hablar –(¿qué hacemos aquí? ¿qué nos va a pasar?)-. Una lágrima resbala por su mejilla. Él va cuatro por delante de mí.
Pánico en la hilera. Van entrando en la improvisada caseta, lentamente… uno tras otro.
Los dos más próximos a las puertas del Averno ya tienen, por órdenes de la Señorita Puri, la bata en la mano y el brazo izquierdo al descubierto…
Seis… cinco… adiós Jaime…
Mis ojos inundados en lágrimas; por la garganta, obstruida por un nudo del tamaño de mi puño, no pasa ni un hilo de aire. Respiración acelerada.
Tres… dos…uno…
El día anterior, nos habían contado los mayores que, cuando llegara el momento, nos arrancarían un trozo de carne del brazo raspando con una cuchilla y nos pincharían con una aguja que utilizan para anestesiar a los cerdos… Pero, ¡Ellos seguían vivos! ¿Y qué? No me importa. No puedo pensar. Nada tiene sentido.
Dios!!! Nooooo!! Tengo miedo!!!! Mamáaaaaa!!!
Siento mucha pena ,cuando he leído este tema …..De verdad lo pasabas tan mal.?…Pero muy bien escrito..sabes que te quiero…
Jajajaja. Bueno, al final no moríamos ninguno. Pero bueno, son de esos momentos que recuerdas con cierta ansiedad…o muuuucha.