Imposible determinar el tiempo transcurrido. Un segundo, tres horas…
Un espacio atemporal de sudor, roces, caricias, abrazos, amor…déjate llevar.
Das, recibes, Todo es natural, surge. Deseo. Sexo. Nada importa…sólo, uno más uno igual a uno.
Un aliento de distancia. Una sola respiración y te encuentras, de manera inexplicable sumergido en un mar de luz.
Silencio, tacto, piel con piel y dos miradas fundidas, alineadas, clavadas. No hay nada más.
Sus cabellos extendidos, agrupados en un aura de destellos.
No hay perfil sino luz alrededor de un rostro iluminado desafiando las leyes de la razón. Un rostro sin edad. Un rostro que no es tal, sino el reflejo de un alma encendida, fundida y en paz.
Nada importa, sobran las palabras, nada que explicar. Solo este instante.
Y a pesar de ello, de manera involuntaria, sin pensar lo que decía, ni cómo lo decía, ni qué impresión causaría, … cuatro palabras brotaron inconscientemente de su boca, se escaparon y se atrevieron a romper la ley de ese silencio infinito…
-¡Pareces un puto ángel!-
(Quiero agradecer especialmente a mi amiga Jenny el comentario que hizo al leer la última frase de este relato: “A mí personalmente me sugiere… que, dentro de la capacidad humana, artística, de apreciar la belleza…de quedarnos sin palabras ante ella, a veces no tenemos más recurso que soltar un taco”)
Javier, no dejes de escribir… nos haces vivir experiencias únicas a través de tus relatos…
Muchas gracias Analía. Estos comentarios me animan a hacer algo que me gusta y además, me hace sentir bien.
muy bonito xavier…me a gustado mucho ….pero me sabe a poco……un beso ….
Gracias madre. Y…no me regañas por la última frase??? jajajaja